Ojo al visor: Amelia Machado

“Quiero dedicarme a esto, aunque sea por hobby”.

Amelia Machado vista por Yoylán Cabrales.

Por mis venas corren tres pasiones: la danza, la música y la fotografía. Hace algún tiempo se despertó mi interés por este arte, cuando quise llamar la atención de un fotógrafo que nunca conocí en persona, pero cuyo trabajo me inspiró a ver la belleza que nos rodea, desde otra perspectiva. Un simple edificio puede convertirse en una nave espacial o en una mariposa, aunque nadie o muy pocos van a observarlo de la misma manera; ahí radica su magia.

A las personas a mi alrededor les interesaba lo que hacía; me llegaban muchos comentarios positivos. No se imaginaban que las fotos eran tomadas con un móvil. Esto me motivó a inscribirme en el año 2020 en el taller de fotografía básica organizado por el Centro a+ espacios adolescentes, donde adquirí muchos conocimientos con los profesores Yoylán Cabrales y Gabriel Estrada.

Con el arribo de la COVID-19 a nuestro país, el período de cuarentena se hacía cada vez más largo y difícil. Hubo que poner en práctica la creatividad en función de combatir el hastío, y en mi caso sucedió cuando un buen día subí al cuarto de mi hermano, aburrida, y en uno de los cajones del gavetero encontré una cámara Belomo Vilia rota, que había sido de mi mamá. Por su precio elevado, una cámara era inalcanzable para mí. Fue entonces que me dije: “Quiero dedicarme a esto, aunque sea por hobby”.

Comencé a hacer fotos con mi móvil, me gustaba crear composiciones con los objetos de la casa y hacerle llegar a la gente un mensaje más allá de lo estético-visual. Gracias a un amigo muy talentoso, el año pasado me hice miembro del grupo de fotografía internacional “Lente Artístico”, administrado por Gerardo de La Llera. En ese colectivo amplié infinitamente mi ojo fotográfico, pues pude observar el trabajo de grandes artistas del lente. Pertenecer a ese grupo me cambió completamente la vida, porque empecé a tomar mejores fotos, además de que me enteraba de muchos eventos relacionados con el medio; algo esencial en la formación de un artista. Quisiera agradecerle a Zamira, directora creativa de Habana Espacios Creativos, por haberme elegido para participar en la exposición virtual Obra en construcción, realizada el año pasado. Ahí pude promover algunas de mis fotos dedicadas a la arquitectura.

Tengo diecinueve años. Actualmente curso la carrera de Historia del Arte en la Facultad de Artes y Letras.

SALVADOR, NEGRO VALIENTE

“…Salvador, negro valiente/ De los que tiene Yara en su labranza.” Calle Obispo, La Habana Vieja, 2021.

Esta fotografía la tomé frente al colegio universitario “San Gerónimo”. Ese día salí a hacer fotos a La Habana Vieja con un amigo que también es fotógrafo, y desde el momento que vi el personaje sentí su magnetismo. Su longevidad y apariencia de hombre errante hicieron que nos acercáramos e, incluso, intercambiamos algunas palabras. Vivía cerca de allí. Nos dijo su nombre, pero no lo recuerdo. El título de la foto me pareció muy oportuno, pues las características fisonómicas, su edad y su color de piel me remontaron hacia la Cuba del siglo XVII, pues empecé a recordar algunos versos de Espejo de paciencia, de Silvestre de Balboa, el poema más antiguo producido en Cuba. Me hice la idea de que aquel señor era Salvador Golomón. Sentí como si estuviera visualizando la lucha de los vecinos de Yara para impedir el secuestro del Obispo. Este poema es una joya de la literatura cubana, por eso la fotografía ameritaba tal título.

ARABESQUE DE PASIÓN

“Arabesque de pasión”. Intercepción de las calles Galiano y Neptuno, Centro Habana, 2021.

Así fue como nombré a esta imagen que, aunque no es una bailarina en realidad, sino una mujer, da la sensación de que está bailando ballet sobre un escenario con columnas y focos de luces ornamentando la escena. Como todos los lunes, al salir del repaso de matemáticas para las pruebas de ingreso pasaba por ahí. Pero no fue hasta que vi iluminada la escultura que supe de su existencia. Se trataba de La Casa Editorial de la Mujer; era de noche y el tráfico no significó un impedimento para pararme justo en medio de la calle y capturar la imagen que tanto deseaba. Al ver aquel destello de luz que se alzaba como una bailarina frente a mis ojos, recordé aquellos días en los que iba con mi mamá al ballet, y la adrenalina mezclada con emoción que se experimentaba en cada presentación; era inexplicable. Esta foto va dedicada a todas las bailarinas que, por una razón u otra, no pudieron finalmente hacer una carrera en este arte; a las que tuvieron la suerte de llegar a ser profesionales y primeras bailarinas gracias a su empeño y sacrificio; a las que desean serlo, pero se les niega el talento; a las que dejan la piel en cada ensayo y limitan la alimentación para mantener el físico; a todas aquellas que bailan porque lo sienten de verdad.

EL CLUB DE LOS FAMÉLICOS.

“El club de los famélicos”. Calle Belascoaín, Centro Habana, 2022.

Los clubes son espacios abiertos al público, generalmente con fines recreativos, pero también dedicados a las actividades políticas, culturales, recaudación de fondos, proyectos comunitarios y, lo más importante: al intercambio entre las personas. Caminando por Belascoaín, de noche, me llamó la atención aquella frase pintada en la columna, que hace sesenta años proclamó Fidel en la dolorosa despedida de duelo de las víctimas del atentado contra el vapor francés La Coubre. Pasan los años y todavía me pregunto cómo pudimos resistir a la política hostil de los Estados Unidos, cuánta sangre derramada tiñó de coraje el suelo patrio, y hoy me sigo preguntando si podemos salir a la calle como un día hizo Abel Santamaría o Rubén Martínez Villena o, por el contrario, tengamos que esperar sentados a que nos traigan las entradas a domicilio para poder acceder al club de los robustos famélicos.

S/T

S/t. De la serie “Dulzor en tiempos convulsos”. Intercepción de las calles San Miguel y Galiano, Centro Habana, 2021.

Las circunstancias que rodearon el momento de la captura de esta foto fueron en un plano sumamente complejo. La pandemia estaba en su máximo apogeo y todos los días anunciaban por los medios de difusión seis mil nuevos casos diarios. Las personas estaban alteradas psicológicamente, a la par de que había que salir a buscar los alimentos que en gran medida escaseaban debido a la paralización de las producciones en Cuba. Ese día pasaba con mi mamá por Galiano y nos quedamos a hacer una cola de picadillo. No había tantas personas, pero la espera me desesperaba; por eso me puse a tomar fotos. Más adelante en la fila, no tan lejos, estaba la niña un poco inquieta y su abuelo le compró un caramelo largo, de diez pesos; en ese instante aproveché la cara de felicidad de la niña y pude captar el momento exacto cuando fue a coger el caramelo con sus pequeñas manos. Para los niños no fue nada fácil el confinamiento, pero el hecho de saber que en mi obra perdura el recuerdo de aquella niña feliz con su golosina, hace que la fotografía sea una de mis favoritas.

HOLLÍN ROJO

“Hollín rojo”. Calle Franco entre Santo Tomás y Clavel, Centro Habana, 2022.

Los cambios que se han gestado a lo largo del tiempo trajeron consigo variaciones en el actuar y el pensar de las personas. Desde la Edad Media, las prácticas sexuales, la preferencia sexual, la prostitución y el hecho de ser homosexual eran vistos por la iglesia como una notable aberración que conducía a la muerte. No nacemos sabiendo quién es Dios, sus intenciones o veracidad; sin embargo, desde tempranas edades nos imponen ciertas creencias, costumbres y formas de vida en contra de nuestra voluntad. Así pasa con la sexualidad cuando muchos enarbolan como un lema que Dios creó al hombre a su imagen, varón y hembra. Y les dijo: “Fructificad y multiplicaos”.

Hollín rojo es el reflejo de lo etéreo, una mezcla que no es propiamente negruzca, se torna de matices esperanza que son tolerados en la inmensa rueda del color.

 

 

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