Ojo al visor: Manuel Larrañaga

“Permanecer en La Habana, permanecer en la fotografía, permanecer vivo” son sus propósitos como artista.

Mujer con perro, 2011. Fotografía digital, La Habana.

Mujer con perro, 2011. Detalle. Fotografía digital, La Habana. Foto: Manuel Larrañaga.

Hay una cita bíblica que le sirve a Manuel Larrañaga (La Habana, 1967) para explicar y explicarse el apego a su ciudad natal, como ser que la habita, con sus luces y sombras, y como fotógrafo. Se encuentra en Juan 15:4:

“Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí”.

Habla de un sentido profundo de pertenencia, de una conciencia colectiva alejada de consignas y fáciles formulaciones. Es un sentimiento que cada cual vive a su manera, incluso los que deciden desgajarse, lo consigan o no.

Larrañaga es fotógrafo bueno. Por el camino del oficio ha llegado a la necesidad de hacer arte. Igual que hay excelentes pintores que no son artistas, también existen fotógrafos “correctos” que tampoco lo son. El fotógrafo captura lo que ve. El artista que usa la cámara como herramienta expresiva, hurga en lo que ve, porque no está conforme con lo evidente. Sus visiones vienen sesgadas por la voluntad de mostrar el reverso de eso que, a falta de mejor término, llamamos realidad. En consecuencia, la imagen se constituye en una realidad otra, suma de verdades que va construyendo y expresando, no en simple reflejo.

Muy activo en Facebook, donde muestra sus constantes hallazgos, de él sabemos que tiene un Diplomado en Fotografía (2006) avalado por la Universidad de La Habana, que hasta el momento ha realizado tres exposiciones personales en Cuba y una en Italia, que ha obtenido reconocimientos en salones de arte erótico y religioso, y que colabora con numerosas publicaciones.
 
¿Cuáles son tus propósitos como artista?

Permanecer en La Habana, permanecer en la fotografía, permanecer vivo. Porque hacer fotos y recorrer mi ciudad es lo que así me mantiene. Cuando se han ido algunas décadas, lugares, seres queridos, maestros que me dieron sabiduría y oficio, amigos, leyendas, todo lo que el tiempo y el viento se ha llevado, permanecer es el verbo que se impone: fotografía=documento, pues allí quedará registrado el ayer que borrosamente portamos en la memoria.

Vamos a los comienzos.

Me inicié en la fotografía siendo un joven al que su padre le puso en las manos una cámara fotográfica; rusa, por supuesto. A pesar de esto, no fue hasta mucho tiempo después que empecé a tomar más en serio el tema, no sin antes incursionar en la literatura y en la pintura abstracta. Vinieron los difíciles años del Período Especial, y tuve que retomar el agradable oficio para poder llevar el pan y otras satisfacciones a casa; esto me impulsó a cursar estudios de fotografía, y a abrir los ojos a un mundo tan artístico como conceptual y técnico.  

¿Hay etapas discernibles en tu obra?

Vinieron, entonces, las primeras imágenes panorámicas de las interminables columnatas de La Habana; en sepia, porque no me llenaban los colores de la cámara Nikon D90. La Habana en la mirilla, su belleza, el contenido que me importaba.

Luego apareció la serie de los “almendrones” o carros americanos, con un montaje atrás o no, artificios para facilitar la venta de mi “producto”. Comencé la experimentación más profunda con el Photoshop, enriqueciendo la imagen del auto en sí con la desaturación del paisaje. O sea: blanco y negro con color. La Habana, los autos “capitalistas” que asombran aún hoy.

Varios años después, con mejores cámaras (siempre Nikon), más el regusto por el color adquirido en el breve paso por la pintura abstracta, y el dominio de programas de edición que me permitieron plasmarlo de manera brutal en las fotografías, surge la serie “dorada”. Transcurría el año 2010, y la primera publicación en OnCuba. Entonces fue La Habana, los autos “capitalistas” y su gente. 

Después vinieron los deslindes. Ya no sería la ciudad con la belleza que aporta a sus habitantes, ya no solo plasmaría su primor inundado de color y magnetismo. Giré la vista hacia el habitante, hacia el sobreviviente (como yo) de tantas décadas. Y ya no era un fotógrafo al uso; ahora era un obseso por salir a llevarme en la cámara lo que mañana no iba a estar. 

¿Será necesario justificar las obsesiones? 

Permanecer, documentar, vivir y ¿conceptualizar?… Pienso que puede ser demasiado. En la mente llevo una propuesta controversial, fruto de mi modesta apreciación después de buscar al hombre, al sujeto social. Apelé a mis modos literarios aprehendidos y aprendidos en aquellos fatigosos talleres literarios “ochentinos”, y he aquí el resultado: vivo inmerso en el Neo-kitch, el cual es la copia de la copia. Toda sociedad tiene sus nuevos vencedores y normalmente estos, al no poseer una estética propia, asumen la estética del vencido. Es, sencillamente, la actualización de la copia anterior, es el reset constante. Un sinsentido que sí lo tiene.

Llevado a Cuba, diría que es el mismo fenómeno, pero en vez de tener una constante actualización, se ha quedado como válida la última actualización disponible, “que todavía funciona”. No hay que desecharla; en alguna medida, es mejor que la anterior, aunque esto carece de importancia. Es parte de la programación de ciertas clases por perpetuarse en el poder. Es lo que veo, no lo que reflejo. Por eso me interesa hoy el documento, la fotografía “social”, especie de constancia de que nada cambia, de que todo se perpetúa y de que, a fin de cuentas, solo muestra una y otra vez el socorrido reset que garantiza que los más sigamos estando abajo.

¿Reconoces influencias?

Las del movimiento New Deal, en Estados Unidos; de Robert Mapplethorpe, del checo Jan Saudek, de los textos literarios del movimiento beat, del pop art, del minimalismo. En Cuba, principalmente Korda; y de los presupuestos y estrategias creativas de la Cátedra de Arte de Conducta de la artista Tania Bruguera; de Ernesto Fernández, tanto el padre como el hijo, de Cañibano

¿Quieres parafrasear la cita bíblica?

La Habana, la vid más hermosa, con sus podridos atavíos de novia abandonada en el tiempo, en ti permanezco.

Muéstranos algunas de tus fotos y cuéntanos las circunstancias en que fueron tomadas.

Extrema izquierda, 2022. Fotografía digital, La Habana.
Extrema izquierda, 2022. Fotografía digital, La Habana. 

Imagen tomada en pleno verano en Centro Habana. Era un garaje devenido agro. Me llamó la atención el enorme contraste que había entre la luz exterior y la del local. Nunca imaginé que la muchacha que trabajaba ahí fuera a expresarse de esa manera. No era una imagen buscada. La pude apreciar cuando la descargué a mi PC.

Fetiche, 2010. Fotografía digital, La Habana. (2)
Fetiche, 2010. Fotografía digital, La Habana. 

Primer Premio del “Salón de Arte Erótico Fayad Jamís”, 2012, Galería de Alamar.

La cotidianidad en los balcones de La Habana. Historia de una joven y su blúmer predilecto. La imagen da mucho que pensar. Un símbolo de la cubanidad moderna, como quiera que se mire.

Gloria, 2017. Fotografía digital, La Habana.  
Gloria, 2017. Fotografía digital, La Habana.

2017, año del huracán Irma. Las inundaciones costeras convirtieron las zonas bajas de La Habana en piscinas improvisadas y áreas de recreación para los más chicos.

Mujer con perro, 2011. Fotografía digital, La Habana. 
Mujer con perro, 2011. Fotografía digital, La Habana.

La relación que tenemos con nuestras mascotas siempre es interesante. Por supuesto, podemos tener diferentes credos, formas de ser e, incluso, diferentes puntos de vista. Por ejemplo: en la imagen, las miradas del perro y de la señora son divergentes.

Niños en la escalera, 2010. Fotografía digital, La Habana. 
Niños en la escalera, 2010. Fotografía digital, La Habana.

Los niños normalmente dicen la verdad y no miden los riesgos. La decadencia de la arquitectura cubana es increíble, aunque no tanto como la capacidad del cubano de adaptarse a todo.

Ana, 2022. Fotografía digital, La Habana. 
Ana, 2022. Fotografía digital, La Habana.

¿Qué estará pensando ella? ¿Cuál es el futuro que le espera? Imagen que desde que la vi me cautivó. Era 2022, aún en pandemia, y lo más que podía hacer Ana era asomarse a su ventana.

El pelícano, 2016. Fotografía digital, La Habana.
El pelícano, 2016. Fotografía digital, La Habana.

De mis primeras fotos en documentar la realidad cubana con un lente ojo de pez. Permite una poesía diferente este objetivo y, a su vez, crea un efecto visual muy parecido a un sueño o pesadilla. 

Procesión, 2018. Fotografía digital, La Habana.
Procesión, 2018. Fotografía digital, La Habana. 

Imagen tomada durante la procesión a la Virgen Mambisa, patrona de Cuba, en la iglesia de Paseo y 25, El Vedado, mi barrio. Lo más curioso de la foto es que, pese a haberla hecho en 2018, fue tres años más tarde, revisando archivos, que la descubrí.

Limpiabotas, 2016. De la Serie “Podrías ser tu”. Fotografía digital, La Habana.
Limpiabotas, 2016. De la Serie “Podrías ser tu”. Fotografía digital, La Habana. 

Limpiabotas, al igual que Trabajador, forma parte de mi serie de 2016 Podrías ser tú, un análisis del estado de desamparo en que se hallan muchísimos adultos mayores en la isla, y los oficios que emprenden para sobrevivir.

En la serie intenté usar ángulos lo más piadosos y creativos posibles para mantener en el anonimato a estas personas, y así no lesionar su dignidad. 

Trabajador, 2016. De la Serie “Podrías ser tú”. Fotografía digital, La Habana.
Trabajador, 2016. De la Serie “Podrías ser tú”. Fotografía digital, La Habana.
Salir de la versión móvil