Ojo al visor: Rachel García

La obra de Rachel García se caracteriza por el contrapunto entre la construcción de la imagen y la instantánea hallada; en ambas operatorias prima la vocación minimal.

Rachel x Rachel. Autorretrato.

Antes de dedicarse por entero a la fotografía, Rachel se desempeñó como relacionista pública del Ballet Folklórico de Camagüey y de la Compañía de Danza de Rosario Cárdenas. Ya cámara en mano hizo coberturas de eventos y campañas publicitarias. Viene del mundo de la informática, lo que le ha allanado el camino en la era de la imagen digital.

Fotos suyas se exhibieron en la muestra colectiva Inmensas ellas, que se realizó en Arts Santa Mónica, Barcelona, España, y en el Almacén Cultural Murillo, Necohea, Argentina, durante 2019. En 2021 participó, junto a otras cuatro fotógrafas cubanas, en la exposición Nada es temporal, que tuvo por sede el Festival Nacional de Fotografía “Fotojenia”, Jerez de la Frontera, España.

Hasta el momento, la obra de Rachel García se caracteriza por el contrapunto entre la construcción de la imagen y la instantánea hallada; en ambas operatorias prima la vocación minimal.  

Aquí nos habla de sus comienzos, de sus búsquedas y de sus filiaciones estéticas:

Nací en Camagüey, el 5 de julio de 1997. Desde muy pequeña tuve vínculos con las artes. Mi primer contacto fue con la danza; más tarde adquirí una gran pasión por las artes plásticas. Esta manifestación me ayudó a canalizar sentimientos y a expresarme visual y emocionalmente en tiempos difíciles, luego del divorcio de mis padres.

Al terminar la Secundaria, estudié Informática, una carrera de casi cuatro años, compleja, que se daba a medias, pues carecíamos de tecnología, y apenas se impartían clases prácticas.

Entonces me tocó el servicio social, y ejercí de web máster en la Redacción Digital de Radio Cadena Agramonte. Así comenzó mi vida profesional. Ahí tuve la primera cámara y ejercí como fotorreportera por dos años. Más tarde empecé a colaborar con otros medios, hasta que vine a La Habana, en 2019.

Durante ese tiempo pasé un curso de Fotografía en la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales de Camagüey, y estudié por mis medios, como hasta ahora, cada día.

En la capital decidí dedicarme por completo a la fotografía, junto a mi amigo y colega Roberto Ruiz, con quien comparto similares principios estéticos. Así fundamos estudio raro, un proyecto de fotografía artística y comercial.

Formas del nado, La Habana, 2021.

Mi trabajo es el resultado de bocetos conceptualizados en una libreta, escenarios creados en su mayoría. Muchas veces tengo la idea, realizo el esbozo en una hoja, y al final no lo ejecuto. Creo que lo que más disfruto en el ejercicio de la fotografía es pensar y recrear la imagen en la cabeza.

YA, La Habana, 2019.

También me gusta la foto callejera, dejarme sorprender… aunque siempre sé lo que quiero encontrar. Busco escenas comunes, simples, cotidianas, e intento llevarme un extracto de lo que veo. Pocas veces me quedo con la imagen panorámica.

Nadar en seco, La Habana, 2019.

En ocasiones salgo a caminar por las calles de Centro Habana y la Habana Vieja con el objetivo de lograr algunas composiciones minimalistas, tarea difícil en medio de tanto “barroco”.

Procesión, La Habana, 2019.

Me siento influenciada por artistas que referencio en mi trabajo, como Alexander Rodchenko, Chema Madoz, Marta María Pérez Bravo, y, sobre todo, Masao Yamamoto.

Mis naufragios van conmigo, La Habana, 2020.

Los peces son la sustitución del elemento humano en la mayoría de mis fotos, una metáfora.

Vivo de la fotografía, tengo experiencia y ofrezco servicios, así que me considero una fotógrafa. Pero también una artista en progreso. Estudio, me cuestiono y me descubro. Disfruto cada proceso creativo.

Salir de la versión móvil