“Vi luz en las ventanas y oí voces cantando”*

Es La Casa de la Bombilla Verde, y cada uno de los días que abre es para ellos una celebración.

Barra de la Casa de la Bombilla Verde. Foto: tomada de Facebook.

El local queda en la ruta de mis caminatas nocturnas. Los fines de semana la música en vivo que de allí salía se me colaba por debajo de los audífonos. En ocasiones detenía el paso y me ponía a escuchar. Era música buena. O, al menos, música de la que prefiero —jazz, trova—, aunque muchas veces no conociera a los intérpretes.

La fachada carece de ángel y no hay señalización alguna que indique que en el número 905 de la Calle 11 hay un bar. Un grupo de muchachos y muchachas conversando en el portal y numerosos carros parqueados ante el edificio “delatan” que ahí algo sucede. ¿Una fiesta quizás? ¿Pero todos los fines de semanas están de fiesta? Pues sí. Es La Casa de la Bombilla Verde (LCDLBV), y cada uno de los días que abre es para ellos una celebración. Celebran que son jóvenes, que se han constituido en familia, que cuentan con un lugar para ser “como son”, lejos del consumismo que todo lo devora y de las tantas actitudes snobs que priman en otros locales recreativos de la ciudad. En algún sitio leí que lo consideran “el bar más hippie de La Habana”. Pero es mucho más que eso. Y no creo que le encaje bien ninguna etiqueta. 

El 21 de enero pasado asistí a LCDLBV a escuchar al Ensemble Interactivo de La Habana, toda una experiencia de música de vanguardia basada en la improvisación colectiva. Son un grupo de alucinados, egresados del Instituto Superior de Arte (ISA), liderados por Pepe Gavilondo. Música total, abierta a las más diversas respuestas sensoriales, ejecutada con instrumentos convencionales o no; ejecutantes versátiles que se arrebatan y se remansan, de buenas voces. Es grato escucharlos, pero mejor es escucharlos y verlos: gozan lo que hacen y esa euforia se proyecta en el público.

Los líderes de La Bombilla (así algunos abrevian el nombre del local) son Gillen García Ureta y Patricia Ballote Álvarez, también pareja en la vida. El primero tiene estudios de Bellas Artes y ha incursionado en la pintura, la fotografía y el diseño; antes de establecerse en La Habana vivía en el País Vasco —su lugar de nacimiento—, donde se dedicaba a la hostelería. Por su parte, Patricia es cubana y graduada de instructora de arte; finalizó, además, la carrera de Preservación y Gestión de Patrimonio Histórico-Cultural en el Colegio Universitario de San Gerónimo de La Habana.

De izquierda a derecha, el músico, cantante y director de cine vasco Fermín Muguruza; Patricia, Gillen y Levis, quien fuera barman del lugar por mucho tiempo. Foto: cortesía del entrevistado.

Abordamos a Gillen en plena faena. Le pedimos esta entrevista. Algunos habituales estuvieron encantados de “meter la cuchareta”.

¿Cuándo surge la idea de crear La Bombilla Verde?

La idea de La Bombilla surge hace más de una década. Yo viajaba a Cuba desde los 2000 y comencé a tener relación con artistas de la plástica y después (en aquellos años no había muchas alternativas para “salir” en La Habana, como las hay hoy) empecé a hacerme asiduo de las peñas de trova. Siempre lo pasaba bien entre tragos y canciones, pero de alguna manera sentía que había tantas cosas que mostrar en torno a la canción de autor, que la trova necesitaba de lugares que le dieran más y mejores espacios a los cantautores, que aquello podría llevar una estética diferente que se pudiera combinar en un espacio con otras manifestaciones del arte, que los trovadores encontraran un sitio donde presentar sus trabajos sin que fuera, como en muchas ocasiones, un sube y baja de músicos a un escenario improvisado. Y lo mismo para el público, que se merecía otras condiciones para disfrutar de sus trovadores preferidos.

“La trova se acaba temprano. Esa es la impresión que había, encerrada en locales institucionales y peñas de a media tarde.  Pocas opciones quedaban para ‘trovadictos’ de disfrutarla en la noche. La apertura de La Casa de la Bombilla Verde cambió esa situación, y contrario a lo que muchos dicen que la trova no es comercial, siempre que he ido el sitio está lleno. De paso, se convirtió en oportunidad para los artistas de la guitarra de arañarle unos pesitos a la luna. La pandemia, la anemia económica nacional, han golpeado a ese lugar, como a todo y a todos. Cuando se reabrieron las calles, a fines de 2021, fue ese el primer sitio nocturno al que asistí, y pude disfrutar del inmenso Frank Delgado.”

Rafael Grillo, narrador, docente y periodista.

Desde que soñaron La Bombilla hasta el día de la inauguración, ¿cuánto tiempo pasó?

Pasaron unos 5 o 6 años, pues en aquellos tiempos no era posible realizar proyectos privados como los que se definieron después en los lineamientos y que dieron lugar al desarrollo del cuentapropismo en el país. 

¿Hubo dificultades para concretar sus propósitos?

Una vez que tuvimos la posibilidad de hacerla, no sólo por la cobertura legal sino por tener el presupuesto para ello (gracias a la complicidad de un buen amigo que se enamoró de nuestra locura), no tuvimos muchos problemas para llevar adelante el proyecto. Lo más demorado fueron los traspiés propios de cualquier obra constructiva, y aunque pasamos algún que otro apuro a la hora del papeleo, en general el proceso fue bastante rápido.

La Casa de la Bombilla Verde se inauguró un 11 de junio de 2016.

¿Cuál es el sello de identidad de LCDLBV?

Si tuviera que caracterizar el bar, diría que desde sus inicios fue un sitio para la promoción de la trova y, sobre todo, de la trova más joven, que aún no encontraba lugares donde presentarse. Así comenzamos haciendo presentaciones de los artistas más noveles, y a estos fueron sumándose otros que ya contaban con una carrera. El público resultó muy receptivo desde el principio, se creaba una atmósfera que atrajo a músicos de mayor envergadura.

Cuando comenzamos el proyecto, lo más importante para nosotros era la promoción de este género y lo que sucedía detrás del micrófono. Era un lugar abierto, que no cobraba entrada, sin consumo mínimo, con precios bastante asequibles. 

Su sello era ese: trovadores jóvenes cantando para un público mayoritariamente joven en un ambiente desenfadado.

“La Bombilla es un lugar que le hacía falta a La Habana. Un lugar con swing, donde se toman bebidas alcohólicas o no, y se oye buena música, grabada y en directo. Da lo mismo si vas en chancletas o en tacones. La gente que  allí se reúne está para otra cosa. Así que me viene como anillo al dedo. Queda en El Vedado, y eso es un punto a su favor. El detallazo está en su dueño, un vasco que hace las mejores chistorras y tortillas españolas de toda la isla. La recomiendo 100%.”

Rosabel Fariñas, emprendedora.

¿Cómo se escoge a los artistas que se presentan?

Nosotros somos, mal o bien, los que escogemos los artistas que se presentan en el lugar. Porque los hemos escuchado y nos cuadran, porque nos los han recomendado, porque vienen pidiendo espacio y queremos darles una oportunidad. Hemos incluido en los programas a la mayoría de los trovadores que han llegado hasta nosotros, al jazz, al rock, pero también a la poesía, a las artes plásticas, al cine, al repentismo. Nuestra intención siempre ha sido mostrar y promocionar lo que ocurre en el panorama cultural joven…

¿Puedes caracterizar el público habitual?

En general son jóvenes, estudiantes o profesionales, pero también amantes de la trova de diferentes generaciones.

A tu juicio, ¿cuáles han sido los momentos más notables en la historia del lugar? Me refiero sobre todo al nivel de los artistas presentados y a la relación establecida con el público.

La Bombilla nos ha deparado momentos verdaderamente memorables. Un recuerdo que guardamos de manera muy especial es el del concierto que ofreció Pedro Luis Ferrer acompañado de todo su grupo; haber tenido en varios momentos una peña habitual de Frank Delgado, o conciertos mágicos como el que nos regaló Yusa, o el homenaje a Santiago Feliú, al que se sumaron espontáneamente Kelvis, Robertico Carcassés, Oliver Valdés, Julito Padrón y otros tantos que nos hicieron pasar momentos increíbles.

Hemos vivido cosas muy especiales que pudieran parecer anecdóticas, pero que al mirar atrás no dejan de sorprendernos, como haber tenido varias veces a Silvio Rodríguez entre el público, o ver al conocido actor y director Wagner Moura saltar al escenario a cantar a dúo con Roly Berrío, fuimos testigos privilegiados de todo el proceso creativo de la película Yuly, porque tuvimos como clientes habituales a Iciar Bollaín, Paul Laverty y a la reconocida coreógrafa María Rovira.

Además, hemos servido de puente entre Cuba y el País Vasco. En este sentido, uno de los momentos más emocionantes para nosotros fue tener en concierto en La Casa a Fermín Muguruza. Otros muchos grupos vascos que han visitado la Isla se han presentado aquí: Nogen, Huntza, Radio Revolución, Keu Aguirretxea… Tener al escritor Joseba Sarrionandia como amigo personal y de La Casa, y haber sido un punto de encuentro de la comunidad vasca en torno a los acontecimientos culturales que aquí se han sucedido es muy importante también.

“La Bombilla Verde es un lugar/pulmón de La Habana, donde se respira una amalgama cultural que poco espacio encuentra en la capital cubana. La propuesta musical nos trae desde trovadores ya establecidos hasta aquellos que comienzan a dar a conocer sus canciones. En tal sentido, en La Bombilla Verde encuentran acogida también conciertos de jazz, con formatos diversos e intérpretes muy jóvenes. De pronto hay sorpresas, artistas foráneos que llegan a la Isla  con paso fugaz. Un detalle que distingue a La Bombilla Verde es que no deja de ser una casa grande, acogedora, familiar, donde todos se conocen. Se despega de los bares estilizados que comienzan a copar la urbe. Es el sitio para terminar el día y comenzar la noche.”

Kaloian Santos, fotógrafo.

¿Cómo es la relación de los vecinos de la cuadra con su emprendimiento?

En general la relación ha sido muy buena. Aunque, como en todas las cuadras, siempre hay un vecino díscolo. Nos hemos integrado bien en el barrio durante estos años.

Nos alegra muchísimo cuando los vecinos preguntan “quién estuvo cantando anoche” porque les gustó lo que escucharon, o cuando espontáneamente se convierten en representantes de La Casa y explican los horarios a algún cliente que llega a deshora, y cosas por el estilo. También nos alegra formar parte de esas rutinas habituales de cualquier barrio cubano: que la vecina salga a pagarte la factura del gas si el cobrador pasó cuando no estabas, o compartir con ellos lo que podamos.

“La Casa de la Bombilla Verde es posiblemente el único lugar de su tipo en La Habana. Una huida dentro de lo que se extiende como una jungla viperina, en una ciudad amamantada por la inexistencia. A partir de las cinco de la tarde y hasta la medianoche, la única invitada es la música. Todos los demás somos amigos: unos detrás de la barra, otros en la cocina, los que vamos de mesa en mesa, los que se suben a tocar, los que improvisan. Un bar decorado con banderas vascas, murales y tambores. Una taberna que se desmarca de otros tantos sitios donde la gente va a perrear la noche entera. La Bombilla, una plaza sitiada por la poesía y el oleaje de las casualidades.”

Ricardo Acostarana, escritor

¿Cómo imagina a LBV de aquí a diez años?

Todos estos años han sido una carrera de resistencia, viviendo el día a día sin poder detenernos demasiado a pensar en el futuro. Así que tu pregunta nos plantea un buen ejercicio de reflexión.

Ojalá que dentro de diez años La Casa se parezca un poco más a la de nuestros sueños, que no es muy diferente a esta en cuanto a sus moradores, pero sí un poco en cuanto a comodidades del espacio. Esperamos que sea una casa a la que cada vez más gente quiera venir, pero, sobre todo, esperamos tener tiempo para disfrutarla y para soñarla un poco más.

Digamos que La Casa de la Bombilla Verde ha sido nuestra utopía. Cuando nos acercamos un paso, ella se nos aleja dos. Ojalá que de aquí a diez años estemos un poquito más cerca de abrazarla.

¿A la casa?

Sí, a la utopía.

***

Nota:

Verso de “Monólogo”, canción de Silvio Rodríguez. De esta pieza procede también el nombre del establecimiento, La Casa de la Bombilla Verde. 

 

 

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