Trump anticapitalista

Ahora el presidente de Estados Unidos restringe los viajes a Cuba de una manera que evoca el control soviético sobre los ciudadanos.

Variación digital sobre una foto de Carolyn Kaster/AP.

A veces uno aprende economía en los libros. A veces se aprende, simplemente, abriendo los ojos, como lo descubrí una mañana, hace muchos años, mientras caminaba para ir a desayunar en La Habana.

En la acera vi a un hombre que llevaba una ropa lavada que resultó ser mía –mis camisas en percheros, limpias y planchadas, que había dejado días antes con Marta, la mujer que atendía el lugar donde me alojaba.

Marta utilizó un servicio de lavandería privado dedicado a las casas particulares de La Habana, con servicio de recogida y entrega el mismo día. Así aprendí que mis gastos eran para ayudarla a ella y a quienes mantenían su espectacular apartamento, y también a un servicio de lavandería privado que solo descubrí por casualidad.

Los economistas lo llaman el efecto multiplicador: nuevos gastos que generan nuevas actividades de negocios. Durante mucho tiempo, las inyecciones de gastos por parte de los viajeros extranjeros en la Cuba socialista han sido un motor del crecimiento de las empresas privadas.

La primera vez que examiné el sector privado de Cuba fue en 1996, cuando recorrí los vecindarios de La Habana para encuestar a los empresarios que apenas estaban comenzando a aparecer después de que una ley de 1993 les abriera nuevas oportunidades para iniciar sus negocios.

Los cubanos la aprovecharon. A partir de una base de aproximadamente 10,000, en 1996 el número de empresarios superó los 200,000. Los impuestos sobre la renta, la regulación y la competencia causaron cierta contracción. Muchos funcionarios mostraron una actitud de más tolerancia que apoyo a los empresarios en un sistema “donde el Estado siempre desempeñará el papel preponderante, un papel que el Estado nunca abandonará”, según dijo el entonces ministro de Trabajo, Salvador Valdés. Ese mismo año, Fidel Castro se preocupó por “cómo evitar la creación de una nueva clase de ricos”.

Los cubanos aprovecharon de nuevo durante la presidencia de Raúl Castro, cuando las regulaciones se relajaron de manera significativa y las oficinas gubernamentales se reorientaron para comenzar a decir “sí” a las nuevas solicitudes de negocios. Desde entonces, el constante crecimiento ha elevado la cantidad de empresarios a 588,000 este año. Ellos, los miembros de las cooperativas privadas y los agricultores privados, ahora constituyen un tercio de la fuerza laboral cubana, un nuevo sector privado que ha crecido a medida que se ha contraído el empleo en el sector público. No hay vuelta atrás en este movimiento porque el gobierno carece del dinero y de la inclinación para hacerlo.

El desarrollo del sector privado en Cuba se basa en una decisión nacional, ratificada por el Partido Comunista, y respaldado por la amonestación de Raúl Castro a que los comunistas dejen atrás los “estigmas y prejuicios” que mantienen en contra los que trabajan honestamente por su propia cuenta.

Por mucho que a los estadounidenses nos guste ponernos en el centro de todo, la decisión de Cuba no tiene nada que ver con nosotros. Pero sí influimos en la suerte del sector privado cuando nuestras políticas de viaje determinan cuántos clientes enviamos.

Etiquetado de socialista, el presidente Obama hizo todo lo posible por relajar las reglas de viaje como una forma de respetar los derechos de los estadounidenses, conectar a nuestros pueblos e impulsar la demanda de los capitalistas en ciernes de Cuba. Quería derogar todo el embargo.

El presidente Trump, el supuesto capitalista, apoya el embargo. Ahora restringe los viajes de una manera que evoca el control soviético sobre el movimiento ciudadano: no más viajes educativos people-to people, no más cruceros, y pronto habrá límites sobre el dinero que los estadounidenses pueden enviar a sus familiares y amigos en Cuba.

Los cubanos son más libres de visitarnos que nosotros de visitarlos a ellos.

Trump no cambiará el comportamiento del gobierno cubano, pero convencerá a los cubanos de que su gobierno tiene razón cuando dice que quieren estrangular la economía donde viven. Las acciones de Trump, ciertamente, suprimirán la demanda de las empresas privadas de Cuba, cuya salud es una de las cosas en las que él y Obama estuvieron de acuerdo.

El servicio de lavandería mencionado en este artículo es solo el comienzo de la historia: forma parte de una industria de custodios, conserjes, comerciantes, cocineros, agentes, choferes y servicios de entrega que respaldan a un sólido sector de hospedaje privado que ofrece 24,000 alojamientos en todo el país, complementando las 70,000 habitaciones de los hoteles estatales.

En el valle de Viñales, una maravilla ecológica que también es el centro de la cultura tabacalera cubana, en 2017 había 1,107 casas particulares, y solo 193 habitaciones en los tres modestos hoteles estatales. El turismo no podría funcionar allí sin el apoyo del sector privado –el alojamiento, los 28 restaurantes privados en la calle principal, los campesinos que ofertan paseos a caballo y venden habanos hechos en sus casas, los guías que llevan a los visitantes a cuevas y excursiones de montaña.

En La Habana, los visitantes estadounidenses apoyan al sector privado incluso si se quedan en hoteles. Pagan guías, contratan a choferes con autos impecablemente restaurados, compran arte y mantienen una variedad sorprendentemente grande y cada vez más diversa de restaurantes privados. Luego están los que los visitantes nunca ven: los comerciantes privados que trabajan en hoteles o los agricultores y pescadores privados que abastecen a restaurantes privados y estatales.

La economía de Trump es simple: una reducción forzada de visitas reduce el gasto, causando que una parte de estas empresas sufra y que algunas seguramente cierren.

El presidente Trump conoce el impacto, pero está contento de que su política esté formada por cubano-americanos que no han visto Cuba, y cree que obtendrá un beneficio electoral.

Mientras tanto, los capitalistas en ciernes de Cuba se preguntan cuándo el capitalista de la Casa Blanca, que no hace mucho exploró las oportunidades de negocios en la Isla, empezará a comportarse como tal.

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