Huber Matos: Desde el agujero negro de la historia oficial

Este mes se cumplen seis años de la muerte del comandante Huber Matos (1918-2014). ¿Quién era y cuál fue el carácter de su traición?

Hubert Matos, al centro.

Los desacuerdos pueden ser infinitos, pero pocos negarán que Huber Matos Benítez fue uno de los comandantes guerrilleros notables durante los últimos enfrentamientos contra Fulgencio Batista que posibilitaron el triunfo de la Revolución.

Sin embargo, sus relaciones con la historia oficial han sido difíciles; se trata de la primera “oveja negra” del rebaño revolucionario; el primero en oponerse a la realidad antes de que esa realidad se transformara en la Gran Historia.

Eso y la terquedad de su pensamiento hicieron que dentro de Cuba, y tal vez fuera, se mire con prejuicio y radicalización la figura de este hombre. En la Isla, cuando se le menciona, casi siempre siguen vocablos como “traición”, “conjura”, “sedición”.

Como es lógico, el análisis que hasta ahora se ha hecho solo anticipa la demora. Algún día aparecerá el primer libro que aborde sus aportes y, de este modo, el nombre de Huber Matos quedará en el lugar que debe. La recuperación en el plano histórico está en marcha.

Hubert Matos junto a Fidel Castro y Camilo Cienfuegos durante la entrada a La Habana, en enero de 1959. Foto de Magnum.

No solo vuelven a publicarse o se investiga la vida y la obra de intelectuales exiliados o marginados; también van apareciendo estudios sobre espacios de poder o estructuras enterradas en la memoria de los últimos tiempos, como sucedió con aquellos libros de Luis Buch en coautoría con Reynaldo Suárez sobre el gobierno revolucionario. Miradas que no confrontan, pero muestran otros ángulos.

También ha sucedido con personalidades menos conocidas debido a su actuar independiente al Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario o al Partido Socialista Popular. Recuerdo la valoración publicada en Santiago de Cuba sobre la obra de Rafael García Bárcena, tema de interés para el ex decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente, Luis Pérez Llody.

Bárcenas, además de haber fundado y dirigido el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), que aspiraba a deshacerse de Batista mediante la lucha armada, aplicando ideas diferentes a las de Fidel Castro, era poeta, contaba con una obra de creación, aspecto que siempre ayuda a la hora de meter un asunto en los oídos cerrados de cierta gente.

Pero, ¿qué poema tiene Matos?, ¿qué ensayos escribió para recuperar su pensamiento? Tiene un libro: Cómo comenzó la noche (Tusquets, 2002). No está publicado en Cuba, claro está, aunque seguramente se encuentra camuflado en algunas bibliotecas privadas. No es material de creación o de carácter filosófico; es testimonio duro; contiene, supongo, muchas subjetividades pese a ser escrito cuando el autor, como todos los que hicieron la Revolución o han hecho cualquier cosa grande, no había envejecido tanto como para olvidar, confundir o perder de perspectiva lo que había hecho o pensado.

Ese libro nos ayuda a entender, a confrontar, a pensar. ¿Quién era Huber Matos y cuál fue el carácter de su traición?

Matos fue maestro normalista y patriota. Había comenzado a conspirar contra Batista desde el golpe de estado de 1952. El hecho frustró las posibilidades del Partido Ortodoxo de llegar al poder con Roberto Agramonte y Emilio  Ochoa a la cabeza. Un día, Celia Sánchez se acerca para comunicarle a Matos cierto asunto. Ambos viven en una misma región: Matos, en Manzanillo; Celia en Pilón. Celia le dice estar conspirando con Emilio Ochoa y quiere que trabajen juntos.

Suceden los asaltos al Moncada y al cuartel de Bayamo. El suceso, según Matos, polariza el pensamiento revolucionario. Celia y otros se incorporan al 26 de Julio, pero él prefiere mantenerse al margen, se va involucrando de a poco. Primero dona dinero, entrega un rifle, permite a los jóvenes entrenar en una finca cercana a unos arrozales de su propiedad.

Llega el Granma y a través de Celia es de los primeros en apoyar: entrega dinero y víveres; colabora en el traslado de combatientes clandestinos a la Sierra Maestra hasta que, en medio de una de estas maniobras, lo sorprende el ejército. Escapa a La Habana, regresa y pide incorporarse a la guerrilla. A través de Celia recibe un mensaje de Fidel: si llega con fusil, será bienvenido.

En mayo de 1957 se asila en la embajada de Costa Rica. Un mes después, por mediación del presidente costarricense, logra salir. En San José entra en contacto con la Logia masónica, de la cual es miembro; comparte con exiliados cubanos del Partido Auténtico, la Triple A, el Directorio Revolucionario y el grupo al que ya pertenece, el Movimiento 26 de Julio.

Para marzo del 58 la expedición que había estado planeando está lista para partir. El 30, un avión piloteado por Pedro Luis Díaz-Lanz y Roberto Verdaguer, cuya carga sobrepasa las cinco toneladas de armas y municiones, vuela hacia la Isla. Los primero rebeldes que ve Matos en la noche serrana son Crescencio Pérez y el todavía capitán Delio Gómez Ochoa.

Se encuentra con Fidel, vuelve a hablar con Celia. Fidel, cuenta Matos, cree que sería muy útil organizando nuevas expediciones. Él insiste en quedarse junto a los hombres llegados en el vuelo, y lo logra.

Con la ofensiva de abril, combate bajo las órdenes de Gómez Ochoa y poco a poco va ganándose la atención y confianza de sus superiores. Escribe: “Lo que para el soldado es obediencia profesional, para nosotros es una mezcla de adhesión  y de entrega al mando que reviste un carácter casi sagrado”.

El 7 de abril ya es oficialmente segundo jefe de un pequeño grupo, subordinado a la columna 1 de Fidel. Tiene su primera experiencia combativa, que resulta frustrante. A partir de ahí, participa en varias escaramuzas. Por primera vez discrepa de Fidel, que ha reaccionado frenético debido a los resultados de una operación militar fallida. “Ni de usted ni de nadie acepto expresiones irrespetuosas e injustas”, dice haberle dicho, aun cuando entiende que “en una guerra los procedimientos de lucha y disciplina son indispensables”.

Fidel le dice que se olvide de las discusiones y lo envía a La Plata, donde Matos y su tropa deben preparar trincheras y túneles para lo que será el campamento principal de la siguiente etapa de combates. Cumple y le encargan igual misión en la comandancia del Che, “un comandante valiente castigado por un asma tenaz”, escribe.

Huber ya es capitán. Su vida prosigue entre combates, la apacible aspereza de la Sierra y la responsabilidad creciente. Le asignan más soldados, por un momento tiene bajo su mando a un comandante, René Ramos Latourt, hecho que a él disgusta.

Va conociendo a los oficiales. Han pasado cuatro meses de su llegada. En un momento de vital importancia en la contraofensiva. Recibe el ascenso a comandante y la orden de organizar una columna. La bautiza: Antonio Guiteras, “porque es uno de los grandes hombres de la vida republicana” y “autor de la única legislación democrática-social y nacionalista de aquella época”. Su número es el 9.

El bautizo de fuego ocurre en Santa Rita, tienen la primera baja, un muchacho de 16. Camilo y el Che avanzan por occidente, Matos y su tropa toma El Cristo, le nace su hija en Costa Rica: Carmen Luisa. De haber sido varón había pedido que se llamara Fidel Alejandro, escribe.

Es octubre y comienza el cerco a Santiago de Cuba. Matos cree que su toma significará el triunfo de la Revolución. En función de rendir la ciudad están también las tropas de Juan Almeida y René de los Santos. Raúl Castro es el jefe del II Frente Oriental.

Una noche de operaciones, el jeep que traslada a Matos por la zona de la Gran Piedra tiene un accidente y cae por un precipicio. Se fractura tres costillas, pero prosiguen las acciones. Cada encontronazo acerca al Ejército Rebelde a la victoria. Fidel lo designa al frente de la toma de Santiago.

Es diciembre, se acaba el año 1958. En eso, reciben la noticia de la huida de Batista de la posibilidad de una junta militar. Fidel le pide mantenerse a su lado durante el acto en el ayuntamiento de Santiago. Matos debe hablar. Luego, el Comandante en Jefe saldrá en caravana para La Habana. Por orden suya, Matos debe incorporarse. Lo vemos en las fotos, preocupado por la seguridad del líder, escribe.

Hasta ahí la historia oficial y la suya concuerdan. Estamos en enero de 1959. Matos aporta un sugerente dato en su libro: “Si algo me sucede, tú y Raúl se encargarán de dirigir la Revolución”, le dice Fidel.

Huber Matos.

Poco después de entrar a La Habana en enero de 1959, en la cabeza de la caravana rebelde vencedora, Huber Matos regresa a Santiago de Cuba. El día 10 viaja a Manzanillo y Yara, se reúne con familiares y amigos. Casi de inmediato pasa a la provincia de Camagüey acompañado de unos mil hombres. Allí debe permanecer de “manera transitoria”, según cuenta que le dijo Fidel.

A principios de marzo lo visitan profesores de la Universidad de Oriente y le proponen que “tan pronto me separe de las Fuerzas Armadas vaya a formar parte del claustro de esa universidad en la Facultad de Educación”. También lo invitan desde Santiago a organizar la Escuela de Ciencias Políticas.

Al parecer, Fidel y Raúl valoran promoverlo al Consejo de Ministros. Viaja con frecuencia a La Habana. Participa en actos, visita compañeros y jefes militares. Un día, en un encuentro de Fidel con Felipe Pazos, que preside el Banco Nacional, Matos opina: “Si nosotros dictamos pautas a la Banca Nacional sobre cómo debe actuar, hasta el extremo de fijar las tasas de interés, podemos producir un caos muy serio en la economía”.

Otra vez se encuentra en Verde Olivo, para entonces periódico, un artículo de tendencia pro marxista. Dice haberlo conversado con Camilo Cienfuegos, quien alega que puede ser cosa de su hermano Osmany, de Raúl o del Che, “los marxistas del 26”. Más adelante –cuenta Matos en Cómo llegó la noche— le advierte al comandante Cienfuegos, que era el jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, sobre una “infiltración comunista”.

El Che debe comentarle que los comunistas de Camagüey se quejan porque él no los recibe, que Carlos Rafael Rodríguez irá de visita e intentará servir de puente entre ellos y el Movimiento. Matos responde de mala gana, casi con un desplante.

El 17 de mayo se firma la Ley de Reforma Agraria. “No tiene uno solo de mis puntos de vistas u opiniones”, dice, “le brindo mi apoyo en sus aspectos de justicia social y de respaldo y progreso al campesino cubano”.

Ofrece un discurso por el día del abogado y lo publica el periódico Revolución. Su director es Carlos Franqui, quien pertenece a lo que el propio Franqui llama “el ala nacionalista del 26”, también identificada por Enrique Oltuski en el libro de Luis Buch como “los que no éramos anticomunistas ideológicos, pero sí muy críticos del Partido Socialista Popular”.

En esa zona ideológica, donde algunos autores ubican a Matos, están también Faustino Pérez, entonces ministro de Recuperación de Bienes Malversados; Manuel Fernández, ministro de Trabajo; Rufo López Fresquet, ministro de Hacienda; el propio Oltuski, ministro de Comunicaciones, y Manuel Ray, ministro de Obras Públicas. También David Salvador, que representaba el movimiento sindical.

Para la fecha, Pedro Luis Díaz Lanz, luego de su remoción del cargo como jefe de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias, se convierte en el primer desertor en las filas rebeldes y escapa a Miami desde donde comienza sus denuncias a la revolución, acusándola de comunista. Matos y Díaz Lanz habían sido muy cercanos; de hecho, escribe aquel que es este el comienzo de la “purga”. También Urrutia renuncia a la presidencia.

La actitud antimarxista de Matos “es notoria”, escribe. Durante el aniversario del 26 de julio, reunidos en el hotel Habana Libre, cuenta que le repite a Fidel sus temores y que estos podían llevarlo a renunciar.

La idea de una revolución entregada al comunismo lo martiriza. El 19 de octubre redacta su carta de renuncia: “No deseo convertirme en obstáculo de la revolución y creo que, teniendo que escoger entre adaptarme o arrinconarme para no hacer daño, lo honrado y revolucionario es irse”, se lee. La envía el 20. También pide a Camilo su liberación formal.

En Camagüey comienza a gestarse un estado de opinión desfavorable contra Matos y los oficiales que, por consideración y movidos por las mismas preocupaciones ideológicas, lo secundan. En unas pocas horas llega Camilo con la orden de detenerlo. Entra al cuartel, habla con Huber.

Y, paremos aquí. De seguir, otros serán las aristas y momentos a tener en cuenta. Solo decir que he presentado el relato de lo que siguen siendo dos historias perfectamente polarizadas, contadas en las antípodas una de la otra: la que conocemos como parte del relato oficial desde la escuela y la que nos cuentan Matos y sus seguidores.

Era aquel un momento de grave complejidad. Tantas fuerzas estaban en pugna, de forma abierta o camufladas que el entendimiento se complejiza. La relación con los Estados Unidos, que aún no se había roto, se complicaba cada día, los soviéticos estudiaban el caso y la contrarrevolución se afilaba los dientes.

El mismo día 21 de octubre, cuando llega Camilo Cienfuegos a Camagüey, Díaz Lanz sobrevuela La Habana duchándola con octavillas y metralla sobre las principales calles habaneras, dejando un saldo de dos muertos y 47 heridos. Todo ese mes había sido violento en ese sentido, pues los sabotajes aéreos habían comenzado sobre ingenios azucareros de Pinar del Río, el 9; alcanzaban otro en Camagüey, el 19, y tuvieron en este hecho habanero uno de sus momentos culminantes de tensión y reacción.

Entonces todavía la Revolución no había declarado su ideología. El Che, desde la Sierra, había expresado al periodista Jorge Ricardo Masetti que se trataba de una “gesta nacionalista”, Fidel decía que era “verde como las palmas” y hasta un visitante aguzado como Sartre solo llegaba a intuir en ella, meses después, una “ideología salvaje”.

Camilo, en uno de sus últimos discursos, desde el regimiento Agramonte, en Camagüey, a la vez que llamaba  “indigno”, “cobarde” y “ambicioso” a Matos, lo desmentía. Dijo que jamás Matos lo había ido a ver para plantearle problemas de ningún tipo, cosa que sí había hecho con otros jefes civiles y militares (Urrutia, Díaz Lanz…). También dejaba claro que no hacía falta que Matos le preguntara a Fidel hasta dónde llevaría la revolución, porque “esta Revolución irá hasta sus límites finales”. Y agregó: “Esta revolución es cubanísima”, es “cubana como las palmas, cubana única y exclusivamente, que no se entregará a nada ni a nadie”.

Pero, evidentemente, algo pasaba con el comunismo que, por las razones que fueran, por reacción, conveniencia o lógica manera de sumar fuerzas, había entrado discreta o no tan discretamente en el pensamiento revolucionario, si acaso no había estado en la élite de este desde el mismo Moncada.

Recuerdo que Alfredo Guevara, del grupo marxista antes mencionado, me dijo en 2007, durante una entrevista publicada ya, que Fidel no podía decir en qué estaban porque “había gente que había aceptado el marxismo, pero le tenía horror al PSP”.

Y si algo hacía estremecer a Matos, como a muchos otros cubanos, fueran o no combatientes, era al comunismo, tal vez no per se sino por Stalin y el PSP.

En su caso, y seguramente por lo que parecía un temperamento marcado por cierta obstinación y arrogancia, aunque también por natural antipatía ideológica, no parecía demasiado animado siquiera a esperar más allá del 59 para valorar cuál iba a ser el devenir de los acontecimientos.

Ya desde el Golpe de Estado de Batista de 1952, todavía en su Manzanillo natal, Matos sospechaba del ambiente entre los trabajadores portuarios: había “una gran penetración comunista”, escribió. En la Sierra recelaba de Carlos Rafael Rodríguez cuando este se incorporó a la lucha guerrillera en el verano del 58.

En tanto, el propio Alfredo Guevara confirmó lo que todo el mundo sabe ya; que, a pesar de la ideología propia de los revolucionarios de la Sierra y el Llano, en efecto, había a su vez una infiltración comunista en marcha, que incluso los cuadros del PSP, aquellos que habían formado con Batista una Coalición Socialista-Democrática para las elecciones de  1940, llegarían a intervenir los teléfonos de algunos líderes del 26 de Julio, Fidel Castro incluido.

Semejante contexto hay que tomarlo en consideración a la hora de valorar la actitud de alguien en la historia. Pregunto si acaso no se pierde más escribiendo la circunstancia de un hombre a medias, cuando puede ofrecerse la multiplicidad de aspectos que determinan la siempre subjetiva realidad. ¿Acaso no va en demerito de la tradición política de un país borrar nombres opuestos al pensamiento vencedor y saltar los momentos de esencial importancia solo por su desenlace ante determinado proceso?

Hablando de otra persona (Carlos Franqui), Alfredo Guevara, me dijo en una entrevista una frase que puede funcionar para razonar aquella coyuntura, pese a las muchas diferencias que puedan existir entre los protagonistas: “Franqui y lo que él tenía a su alrededor no estaban contra la idea socialista, tenían el terror de que la idea socialista iba decomisada por el PSP… él tenía suficientes redes para no ignorar que por todas partes el PSP estaba diciendo que le estaban pasando el poder. Y, si además de eso, se iba produciendo un acercamiento a la Unión Soviética, entiendo su terror.”

Los matices enriquecen el relato de nuestro pasado. No es saludable parcelar. Ya sabemos que de volarnos fragmentos, tarde o temprano la Historia se nos viene encima como una farsa desoladora.

 

Lecturas recomendadas:

Cómo llegó la noche; Huber Matos, Tusquets, Buenos Aires, 2002.

Cuba, la revolución: ¿mito o realidad? Memorias de un fantasma socialista; Carlos Franqui, Océano, Barcelona, 2006.

Otros pasos del Gobierno Revolucionario Cubano; Luis Buch y Reynaldo Suárez, Ciencias Sociales, La Habana, 2002.

Discurso pronunciado por el Comandante Camilo Cienfuegos, en el Regimiento Agramonte de Camagüey el día 21 de octubre de 1959.

Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962; María del Pilar Díaz Castañón, Ciencias Sociales, La Habana, 2001.

“El peor enemigo de la Revolución es la ignorancia”, entrevista a Alfredo Guevara, Leandro Estupiñán; en Revolución y Cultura, no 5-6, 2009.

 Lunes: un día de la Revolución cubana; Leandro Estupiñán, Dunken, Buenos Aires, 2015.

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