La guerra de la Ese y la Ce

El error en la escritura de un vocablo desde la cuenta de la RAE hizo que usurarios cubanos se vieran obligados a refutar, trayendo de vuelta la duda respecto a la manera en que determinadas palabras se usan diariamente.

Foto: RAE

La cuenta en Twitter de la Real Academia Española de la Lengua (RAEinforma) invitaba hace unos días a recordar vocablos propios de los cubanos, partiendo precisamente del término “cubanismo” presentado como su palabra del día.

A partir de la iniciativa, tres palabras sacadas del “Diccionario de americanismos” le sirvieron como pie para estimular a sus casi dos millones de lectores, y entre estos, a los muchos cubanos que le siguen. Entonces vimos escrito: guachinear (que la verdad no he escuchado mucho), balita de gas (palabra común para cualquier cubano), acere (sic) y erro (ídem).

Lo de «erro», que no creo haber escuchado, pasó sin la mayor importancia; igual que lo de «guachinear» y «balita de gas»; pero, el “acere” provocó una andanada de criterios, chanzas y hasta alguna grosería; tal fue el volumen que quienes administran la cuenta pudieron haberse sentido frustrados con la vehemencia de los defensores de la ese.

Ante la insistencia de los usuarios cubanos, quienes advertían que “asere”, esa frase-saludo tan recurrida y extendida en la Isla, se escribe siempre con “ese”, los voceros de la RAE  ni siquiera tuvieron una de esas salidas geniales que suelen tener en ocasiones para cerrar discusiones o comentarios como los que colmaron la propuesta.

Lo más que pudo alegar RAEinforma para la avalancha de los exigentes fue explicar que “el diccionario académico de americanismos registra las dos grafías, ambas documentadas en el uso, aunque con preferencia por ‘acere’: ‘No te pongas así, asere’ (Zoé Valdés); ‘Bueno, acere, allá tú, muérete de hambre en La Habana’ (Juan Pedro Gutiérrez).»

«Pues, el error entonces es de Juan Pedro», dijo uno… «Pero, ¡que no es Juan Pedro, RAE!», se quejaba con ironía otro: «que se llama Pedro Juan, y que lo habrá pifiado él solito». Y chucho va y chucho viene. O como decía Mañach: ¡Cómetelo, Choteo!

Los «aseres» fulminaron a RAEinforma tildando a la Institución, entre otros términos y en un alarde de nacionalismo extremo, de colonialista; y de ese modo la iniciativa quedó a merced de los comentaristas, que siguieron aportando palabras usuales a los cubanos del tipo “la pincha” y “el tíbiritábara”, “consorte”, “miroldo”, “almendrón”, “chapear”…

Pero la RAE nada añadió ante la burla sostenida y la insistencia de hacer ver que «asere» solo tiene una manera de escribirse, aunque el propio Diccionario de la Lengua no recoja ninguna de los dos.

Y no es del origen de la palabra el tema aquí, que para eso tenemos la columna de Argelio Santiesteban, sino la intención de recordar que el problema de la ese en «asere» volvió a traer otro que, aunque a la inversa, se produjo cuando escribimos seiba una vez, en alusión al título de un escritor cubano cuya inteligencia algunos pusieron en duda precisamente por la ese.

Debido al uso extendido del vocablo que define a esos poderosos árboles que en algunas zonas de Cuba funcionan como templo a los orishas, se escribe con ce, pero esa ce no hace más que repetir un error advertido hace muchos años por el naturalista cubano Tranquilino Santalio de Noda.

En su Memorias de la Sociedad Económica, Noticias históricas, geográficas y estadísticas del Marien (1847), Santalio de Noda explicaba que el error proviene del padre jesuita José de Acosta y su Historia Natural y Moral de las Indias, donde fue mal recogido el vocablo hasta quedar asentado por la RAE.

Ceiba, sin embargo, es una planta marina, un alga, advierte el sabio artemiseño, a la vez que apunta que seiba, con ese, fue la manera en que los siboneyes llamaban al árbol.

Sería fructífero que para una próxima ocasión la palabra del día desde la cuenta de la RAE vuelva a ser un cubanismo, y mejor aún si escoge Seiba para que, con ella, dé paso a otra discusión, acalorada o como sea, porque de todas maneras será útil para aclarar, esclarecer y visibilizar nuestros asuntos.

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