La reproducción infinita quiere darse su lugar

Criptoarte, Token no fungible, NFT (por sus siglas en inglés). Lo que sucede en el mundo y lo que los artistas no se quieren perder.

Detalle de la obra de Beeple, subastada por Christie's. Un gran collage de obras digitales dispuestas en Internet durante años. Foto: christies.com

A mediados de marzo la casa de subastas Christie’s remató por poco menos que 70 millones de dólares una obra cuya venta significa un paso revolucionario colmado de enigmas para el mercado del arte y casi cualquier asunto. Se conoce con el nombre de “Todos los días: los primeros 5000 días” y corresponde a Mike Winkelmann, artista digital  radicado en Carolina del Sur que firma sus trabajos como Beeple.

Lo más importante del hecho yace en que para Christie’s devino el inicio en la comercialización de un Token no fungible, NFT (por sus siglas en inglés). Para tener un idea más clara, me remito al portal Marketsplace, donde se explica que Token no es más que un archivo digital coleccionable, ligado a la obra mediante Blockchain, un servicio ligado a las criptomonedas que funciona como una internet dentro de la internet e incluye registros en bloque con información sobre la pieza o archivo que una persona puede comercializar como pieza única o seriada, tal cual se puede hacer con un grabado o un libro.

Además de haber establecido un hito por su formato NFT, la pieza en sí misma tiene una peculiar historia. “Todos los días: los primeros 5000 días” es un fresco compuesto por miles de piezas juntadas por el artista en un mismo archivo digital. Según explica la propia web de Christie’s, desde el 1 de mayo de 2007 su autor comenzó a subir a la Internet creaciones digitales. Desde esa fecha y colgando una cada día llegó a reunir el conjunto visible en esta pieza. El interés ha sido tanto que el momento de la subasta fue seguido por millones de personas en todo el mundo.

En el plano estético, la pieza ofrece un repaso interesante a través del cual podemos rastrear su devenir psicológico y estético, así como el acontecer social en el que se ha visto sumergido. Eso, para empezar y refiriéndoseme solo a este aspecto, le confiere un atractivo a lo que, en líneas generales, y en una opinión muy personal ateniéndome a la obra en cuestión y a mis criterios actuales, su adquisición después de todo luce como un despilfarro esnobista y una operación de marketing que busca un poco más que darle un espaldarazo al arte realizado desde una computadora.

Un caso distinto, pero que pudiera servirme para establecer comparaciones, es el del cubano Gabriel Guerra Bianchini, quien desde La Habana parece ser un pionero en el la venta de obras NFT, paso que acaba de dar satisfactoriamente con su pieza “Hotel Habana”, “un edificio surrealista”, explica él en una entrevista desde la página en Facebook de Cuban Gallery pues, y mire usted a qué se debe el paralelismo, se trata de la construcción de un inmenso edificio compuesto a base de las fachadas que este fotógrafo captó durante un año, dando lugar a esta obra impresionante.

Según ha dicho Bianchini, no solo vendería la pieza en formato NFT, sino que a quien la adquiriera (ya se supo el comprador porque él mismo lo avisó en Twitter) haría entrega de una copia impresa que a su vez funcionaba como una especie de original firmado, porque era su modo de concretar la venta de una manera tradicional.

Sobre su incursión en el NFT para comercializar una pieza, ha dicho: “El NFT para Cuba va a ser algo muy importante, para los artistas. Vivimos en una Isla, bloqueada, además estamos en pandemia. Todas esas limitaciones han afectado a muchísimos artistas, que ya comercializaban sus obras y no han podido viajar. Esto democratiza todo eso. Es una herramienta fabulosa”.

En cuanto a la concreción, lo que está sucediendo con el NFT se trata de uno de los beneficios imaginados o anunciados desde los noventa por Al Gore y un grupo de emprendedores estadounidenses, idea luego desarrollada en un libro por Bill Gates, quien describe ese camino por el cual transitamos como un futuro siempre sorpresivo e imparable. Con esto del Token aparece en ese mundo la manera de certificar la originalidad de una pieza digital, cualquiera sea su implicación; no necesariamente solo artística.

Esto nos pone ante nuevos senderos de pensamiento. Porque encierra mucho más que el hecho de conocer que un archivo reproducido millones de veces tiene, como es lógico, el origen de una traza creativa. El trabajo tantas veces modificado que acaba siendo una obra terminada en manos de un coleccionista o quienquiera sea el interesado ahora, mañana podría interesar lo mismo a los investigadores de un museo que a los de un centro de cibernético en busca de nuevas combinaciones matemáticas.

Para los artistas, por lo pronto, la sorpresa es alentadora. Cualquiera tiene la posibilidad de sacarle provecho a su obra sin instituciones mediadoras, aunque mediaciones siempre tendrá, aun cuando no sea de tipo estético, sino ya tecnológico; y eso es bueno mientras ese artista tenga un verdadero sentido de su arte, aunque también es cuestionable semejante opinión: porque lo conserva o carece de un sentido hoy, ¿o acaso no podría perderlo o adquirirlo mañana?

Como quiera que sea, los artistas han encontrado una manera más dinámica y democrática de superar los escollos de eso que sigue llamándose “mala suerte” y que logró que incluso genios murieran de hambre, con una obra en mano con la cual se enriquecieron posteriormente los mediadores.

El hecho mismo de que esta obra virtual haya encontrado su modo de autentificarse en medio de una circunstancia en la cual el mundo se ha visto abocado a una virtualidad no es un dato menor, sino más bien curiosamente incitante. Pues, ¿qué ha ocurrido y qué puertas se abren con ello? Además de esto, ¿quién ha dado tanto dinero convirtiendo la obra de Beeple en una esperanzadora noticia para la comunidad artística. Metakovan, el comprador. Su nombre verdadero es Vignesh Sundaresan y entre los aspectos que le interesan, según se lee en su página web, destaca la justicia. Al respecto dice: “Vivimos en un mundo imperfecto, a menudo injusto. Hay muchas causas que necesitan ayuda”.

¿Cuáles son las causas que los inversores e impulsores del criptoarte y con él criptomonedas quieren ayudar?, ¿qué representa su aparición y el nuevo sendero que abren en la autopista de la información, esa circunvalación surrealista donde sucede de todo y sobre la cual todos transitamos inevitablemente a velocidades distintas?

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