La revolución que murió por la izquierda

Algunos suelen asociar el fin de la revolución con la invasión norteamericana a Granada, el 25 de octubre de 1983. Ignoran o desestiman las diferencias internas que dieron pie a todo lo demás.

Maurice Bishop, al centro, fue el líder de la revolución granadina, el segundo Primer Ministro de Granada desde 1979 y hasta el 19 de octubre de 1983 cuando fue ejecutado durante un golpe de estado apoyado por Estados Unidos.

Cuando el conflicto prolongado por una semana parecía a punto de encontrar desenlace pacifico, aquel 19 de octubre de 1983 el centro de Sain George, la capital de Granada, fue sacudido por una secuencia de detonaciones que alarmaron a las multitudes extendidas por calles y plazas. Incluso los vecinos, que dejándose llevar por la rutina intentaban olvidarse de la crisis política en la cual se hallaba atascado el país, buscaron en dirección a los estruendos para entender. Algo nefasto estaba pasando en el Fuerte Rupert.

Horas después, lo que allí había sucedido era el titular más repetido por las agencias de prensa en todo el mundo: el Primer Ministro granadino y cabeza del partido New Jewel [1], Maurice Bishop, había sido asesinado junto a un pequeño grupo de fieles.

El comunicado oficial se hizo público por Radio Granada Libre y lo leyó un comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo, no cualquiera, sino su comandante en jefe: Hudson Austin, revolucionario que había estado al lado de Bishop desde mucho antes de 1979 y que, ya en el poder, se había encargado de algún ministerio, así como de formar al ejército revolucionario, pero que no vaciló en actuar dado los señalamientos que se le habían estado haciendo al popular líder en el seno del Comité Central.

Al referirse a los sucesos, Austin justificó el proceder del ejército alegando que se había visto obligado a asaltar el fuerte y, en ese accionar hasta el día de hoy confuso, un comando compuesto por tres vehículos blindados había tenido que asesinar a Bishop y a las otras siete personas que engrosan la lista de fallecidos, conocidos, porque hasta la fecha no está claro si acaso hubo otras muertes dado que dispararon a mansalva a la multitud.

Entre las víctimas había miembros del Comité Central, ministros en activo y dos empresarios amigos del Primer Ministro cuya presencia ha servido para que algunos sustenten la tesis de un Bishop dispuesto a liberalizar la economía, sustentando lo que el núcleo duro de su Partido definía como una traición al marxismo-leninismo. De alguna manera era este el motivo por el cual fue pasado por las armas sin contemplaciones, y, además, su cuerpo desaparecido.

Austin aseguró que la violencia era inevitable debido a las circunstancias agudizadas desde un mes antes. “Bishop”, dijo, “había declarado su intención de aniquilar a toda la dirección del Partido y del Ejército, debido a una circunstancia en la que se había vinculado con contrarrevolucionarios…”.

Ese fue el fin evidente de “la Revo”, como llamaban los granadinos a la lucha popular cuya victoria, el 13 de marzo de 1979, llevó al poder a los jóvenes del New Jewel. La mayoría de ellos se habían formados en universidades londinenses, como es el caso de Bishop y Coard; estaban comprometidos con la independencia de su país y se inspiraban en el Poder Negro y la Revolución cubana. Fue ese impulso el que acabó con el régimen de un dictador extravagante como Eric Gairy.

Pese a esto, algunos suelen asociar el fin de la revolución granadina con la invasión norteamericana ocurrida el 25 de octubre de 1983, ignorando o desestimando las diferencias internas que dieron pie a todo lo demás.

Los cubanos no olvidamos el hecho. Un contingente de casi 800 personas, en mayoría constructores, daban fin a un aeropuerto y, en ese momento azuzado por la propaganda y las ideas de heroísmo, encarnaron la alucinante idea de que, también allí, la Revolución cubana debía medir fuerzas con su enemigo histórico. ¿Cómo acabó aquello? Del tema podría tratar cualquiera de estos jueves, pues ahora quiero concentrarme en los hechos del 19 de octubre.

El incidente justificado por Austin no había sido una reacción casual de las fuerzas armadas, sino que resultaba de un pensamiento extendido en la dirigencia revolucionaria, es decir: el Comité Central e, incluso, el Buró Político; ambas estructuras compuestas por apenas una veintena de personas, en amplia mayoría, hombres.

Aun cuando los logros de la Revolución en sectores como Educación, Reforma Agraria, Salud e incluso Economía eran notables, por lo que dejan saber los testimonios de sus protagonistas, las transcripciones de aquellas reuniones y algunas estadísticas, la revolución se había ido debilitando tanto que sus dirigencia, a cuatro años de tomar el poder, se encontraba totalmente fraccionada y la población padecía ese desgaste.

De hecho, si al respecto hubo una frase certera de Fidel Castro en el discurso del 14 de noviembre, cuando despedía el duelo a los cubanos muertos durante el enfrentamiento con los marines en Punta Salina, fue aquella de que Estados Unidos, queriendo destruir un símbolo, había matado a un cadáver. Era cierto, para el momento en que los norteamericanos llegaron a la isla, la revolución no era más que un tren malogrado por su combustible. Parecía moverse más por la inercia que por el buen funcionamiento de su motor.

El propio entusiasmo popular sufría el pensamiento radical y exclusivista promovido desde hacía meses al interior del Partido por alguno de sus principales líderes, en especial, por quien se encargaba de la organización de la militancia: Bernard Coard. De hecho, algunos han valorado la extrema pulcritud ideológica de Coard, otro de los responsables del incidente del 19 de octubre, como la causa de este gran problema: un partido elitista y exigente que valoraba más los conocimientos sobre marxismo-leninismo en sus miembros o aspirantes que la voluntad por llevar adelante el proceso que se encargaba de organizar.

Un año antes, Coard había planteado al Comité Central sus inconformidades con la gestión de Bishop y de manera inesperada había renunciado a su condición de Viceprimer Ministro. Aunque no se apartó del todo y siguió encargado de la formación ideológica de los cuadros, el malestar que produjo su decisión y los criterios con lo que la justificó determinaría, a la larga, la grave crisis iniciada en septiembre de 1983.

De hecho, ese mes sucedieron los acontecimientos que agravaron la situación política de cuyas proporciones, al parecer, Bishop no tenía claridad o acaso confiaba demasiado en que las diferencias terminarían por resolverse. A fin de cuentas, Coard y él eran como hermanos, la contigüidad de sus residencias los volvía vecinos. Parecían, según sus compañeros, el complemento ideal para ejecutar el poder revolucionario.

En reuniones ordinarias y extraordinarias del Comité Central con o sin su presencia se cuestionó el trabajo que sostenía desde la cabeza del Partido. Según reprochaba los más críticos, su irresponsabilidad había dado lugar al relajamiento ideológico de todas las estructuras del estado e incluso en las organizaciones de masas, razón que puso sobre la mesa la propuesta de un liderazgo conjunto desde el cual Bishop y Coard manejaran el gobierno.

Con ese escenario, y aceptando compartir el poder, Bishop cumpliendo un programa rutinario dejó la isla a finales de septiembre para viajar a Hungría y Budapest. También pasó dos veces por La Habana. Incluso hoy se especula que pudo haber hecho otra escala en los Estados Unidos, cosa que a mí no me queda clara ni he logrado probar.

Lo cierto es que cuando regresó había cambiado de idea sobre el liderazgo compartido. Una de las razones que alegó al respecto fue que ningún camarada suyo del gobierno había ido a esperarlo al aeropuerto, como siempre ocurría, hecho que despertó todas las dudas que parece haber estado valorando. Para entonces, había tomado fuerza en la isla el rumor de que Bishop planeaba el asesinato de Coard, sospecha que hubo de contrastarse pronto con otra no menos intencionada: que Coard planeaba el asesinato de Bishop. Así, a un ritmo supersónico, todo se precipitó.

El 12 de octubre Bishop comenzaba su arresto domiciliario, el 14 los medios del mundo se referían al hecho, aventurando toda clase de teorías conspirativas, y en los días subsiguientes algunos de sus fieles fueron apresados. El 17 continuaban las reuniones del Comité Central, y entre la facción Coard y Bishop por parte de algunos amigos de Granada, como el trinitense Michael Als que fungía como mediador. El 18, al menos Als estaba convencido de que el problema iba a terminar, pues Bishop aceptaba su responsabilidad en la crisis y dejaba en manos del Comité Central la decisión sobre el liderazgo compartido. Sin embargo, al amanecer del 19 las cosas tomaron otro rumbo: una movilización popular lo liberó en la mañana. Pasado el mediodía, instalado junto a la masa en Fort Rupert, comenzaron las detonaciones.

Los causantes del fin de la revolución granadina no fueron lo que podrían determinarse como sus enemigos tradicionales, quienes desde el principio padecieron prisión o presión gubernamental, tampoco fue Reagan desde el Pentágono, enemigo del proceso granadino desde sus primeros días, sino todos aquellos partidarios de la línea dura de una facción encabezada por Coard, militantes que creyeron que el Partido era una élite y que la ideología es pura como el diamante.

Algunos aseguran hoy que tal vez todo aquello fuera una especie de complot tramado por la CIA; otros consideran que la verdadera infiltración ocurrió desde la KGB soviética. Lo único cierto es que la Revolución granadina fue destruida en época de Guerra Fría y que, ya desde mucho antes de la vergonzosa invasión, estaba minada por una serie de pulcritudes que desde mucho antes habían anunciado su final.

Nota:

[1] New Jewel se conoce en español como Nueva Joya debido a su traducción. Pero, en verdad la palabra proviene del acrónimo salido de las palabras Joint Endeavor for Welfare, Education and Liberation, JEWEL, la primera organización de la cual nació el Partido que en 1979 tomó el poder en Granada y que significa: Nuevo Esfuerzo Unido para el Bienestar, la Educación y la Liberación.

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