Neruda, Cuba, una carta

Un repaso por la relación que en 1960 Pablo Neruda mantuvo con Cuba, país que visitó en diciembre de ese año, aunque no lo cuenta en sus memorias.

Pablo Neruda, posa ante la embarcación Cuba. Foto: detalles de una imagen de Alberto Korda.

I

Solo pasaron seis meses desde el día en que el periódico Revolución y Lunes de Revolución invitaron al poeta chileno Pablo Neruda a Cuba hasta que al fin Neruda aterrizó en La Habana por segunda vez.

Todo comenzó así: “Invitamos aquí a Pablo Neruda a que venga a Cuba, a ver la revolución cubana de cerca y a festejar su último libro, que habla desde lejos de esa revolución que es la Nuestra; de él y de nosotros” (“Revolución y Lunes de Revolución invitan a Neruda a Cuba”; Lunes de Revolución, 9 de mayo de 1960).

Dicha nota fue insertada junto a dos de los poemas de su Canción de gesta, libro recién salido entonces y que de alguna manera inicia lo que el poeta, en sus memorias Confieso que he vivido (Seis Barral, 1984), llamará una época de “actividad política y poética más combativa”.

Neruda y Guillén conversan, en La Habana, 1960. Foto: encaribe.org.

Ya en La Habana, Neruda se encontró con que la Imprenta Nacional lo esperaba con una edición de 25 000 ejemplares. Muchos conocieron de esta manera un poemario “homenaje a la revolución cubana y a la lucha de los pueblos del Caribe”.

Desde su primera visita, en 1942, el chileno mantuvo amistad con intelectuales comunistas como Juan Marinello y Nicolás Guillén; con ellos volvió a departir momentos en aquel diciembre de 1960, cuando visitó ciudades, dio entrevistas a intelectuales para reflexionar sobre su obra; pero, además sobre censura, estalinismo, culto a la personalidad, poesía y responsabilidad del artista.

“El poeta revolucionario debe tener una característica, que es la sinceridad de sus sentimientos, de ayuda a la transformación social de nuestra época; debe ser internamente un combatiente, y no un derrotado; no un escéptico, sino un creyente en el hombre, en el ser humano. Es decir que debe ser, como fue siempre a través de la historia, el escritor”, fue su respuesta a Ambrosio Fornet1, quien le había preguntado al respecto.

También ofreció recitales de poesía, fue agasajado en la revista Bohemia y, tal como lo había hecho ante el presidente Osvaldo Dorticós, dentro de un taxi y camino a La Habana Vieja, según narra el poeta Pablo Armando Fernández, mencionó lo peligroso que para Cuba sería dejar de publicar lo que se estaba produciendo en el extranjero.

“No pueden aislarse culturalmente, a la larga eso perjudicará tanto a los escritores como al Estado, porque luego tendrán que publicar todos esos libros para el pueblo y ya el mal estará hecho”, dijo Neruda, según Fernández en su artículo “Y Juan Compañero”.

II

Pasaron once años desde la fecha en que el mismo periódico y el mismo suplemento pidieron para Neruda el Nobel de Literatura hasta que la Academia sueca le entregó el galardón.

El breve artículo de tres párrafos publicado por Lunes en 1960 advierte: “No basta decir que Neruda es el más importante poeta vivo de la lengua española. Hay que decir por qué Neruda es un poeta tan importante”. Y después de explicarlo, cierra alegando que “ningún otro poeta o escritor de lengua castellana, a nuestro entender, se acerca a la importancia de Neruda para merecer ese premio”.

Dicha petición jamás llegó a asentarse en los registros de la Academia, por lo que se lee en sus archivos desclasificados. En 1960, Neruda no integró las listas de candidatos; y en ellas se había leído su nombre solo una vez (1957), aunque, sí sería recurrente en los años sucesivos hasta que al fin fue electo.

Cierto que estuvo a punto de quedarse con el premio en 1963. Los rumores habían llegado a tales niveles que, ante una posible invasión de periodistas, Neruda se encerró en su casa de Isla Negra con Matilde, su esposa quien le había acompañado a Cuba, se pertrechó de provisiones, entre las que había una buena cantidad de botellas de vino. Puso un lindo candado en la cerca y esperó.

Pablo Neruda recibiendo el Premio Nobel

Tanto debió calmarse, que fue en 1971 cuando se concretó la noticia y sucedió el verdadero revuelo. En relación con Cuba, fue el año del Congreso de Educación y Cultura y de los incidentes nefastos contra el poeta Heberto Padilla por los cuales se alejó parte de la intelectualidad que hasta la fecha había permanecido cercana a la revolución, aun desde la izquierda y al interior de partidos comunistas, como el chileno. 

III

Solo transcurrieron seis años desde que Pablo Neruda visitó Cuba por segunda vez hasta que un grupo de escritores cubanos le sacó de debajo de la manga un reproche por su visita a los Estados Unidos en una “célebre y maligna carta” pública que no demostró sino una actitud de arrebatado compulsivo revolucionario de cierta intelectualidad y que a la postre causaría a los cubanos más daño que beneficio.

Lisandro Otero, uno de los gestores, contó en sus memorias Llover sobre mojado (Letras cubanas, 1977) que Nicolás Guillén les transmitió la idea a un grupo donde también estaban Ambrosio Fornet, Félix Pita Rodríguez, José Antonio Portuondo, Edmundo Desnoes y Roberto Fernández Retamar.

En este grupo, y en los más de un centenar de firmantes, muchos de los cuales se confesaron sorprendidos al ver su nombre allí, parecía hallarse la misma preocupación sobre el poeta: que había “cedido”, que le “había hecho el juego al imperialismo” durante su visita a Estados Unidos en junio de 1966 y tras haber aceptado un premio del gobierno peruano de Fernando Belaúnde Terry.

El mismo Otero no parecía demasiado amistoso con el chileno, de quien al recordar su visita a la Isla en el sesenta hubo de subrayar “sus majaderías inusuales” y sus “actitudes inconvenientes”, contrario a lo descrito por otros escritores amigos, como Pablo Armando, quien lo describió como “un hombre de corazón entero”.

Sin embargo, tanto Fernández como casi todos los de Lunes, aun en Cuba para ese momento, firmaron dicha carta, motivada por el viaje en el cual, en palabras de Neruda, no había hecho más que comprobar “a quemarropa que los enemigos norteamericanos de nuestros pueblos eran igualmente enemigos del pueblo norteamericano”. 

Lo cierto es que Neruda no lo perdonó jamás y sobre los instigadores de la misiva escribió que se erigían de “profesores de las revoluciones” y “dómines de las normas”, que eran “arribistas”  y “sargentos”; y al estilo con el cual le habían exigido por su comportamiento lo calificaba de “insolente”, “arrogante” y “calumnioso”.

Pablo Neruda lee Barcarola (Residencia en la Tierra)

No mencionó una palabra referida a su viaje de 1960 en su biografía, aunque sí describió su curioso encuentro con Fidel Castro, en 1959, en Caracas; y con el Che Guevara, en el Ministerio de Industrias, de La Habana.

Nada más hay sobre la visita de diciembre de 1960, cuando andaba tan feliz, tan lejano a decepciones, tan bien recibido que escribió:

Se me pregunta

a menudo en las calles de La

Habana, en cada rincón, en cada tienda o en una esquina; se me

pregunta

siempre y casi con las mismas palabras,

la misma pregunta: ¿Cómo

se

siente usted en Cuba, Neruda? Ahora que estoy frente a un público invisible

tan inmenso,

quisiera contestar de una

vez por todas, esta pregunta tan cariñosa

y tan frecuente, diciéndoles a todos

los cubanos: en el año de 1960,

casi al empezar el año 1961, me siento

en Cuba

como pez en el agua.

 

(Les debo las fotos, que tal vez tenga aun en su poder el fotógrafo Mario García Joya, quien cubrió parte de ese viaje)

 

Nota:

1 Lunes de Revolución. “Lunes” conversa con Pablo Neruda número 88. Dic. 26 de 1960

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