Filias

Foto: Peter G. Aiken/USA TODAY Sports

Foto: Peter G. Aiken/USA TODAY Sports

No vamos a dejar de ser lo que somos. El país como una mascota malcriada que nos salta encima incluso cuando menos queremos que nos salte.

Los cubanos que siguieron en vivo la Serie Mundial 2015 –que un sublime Kansas conquistó a destajo, jugando el béisbol de más alto quilates que pueda verse– probablemente hayan perdido la brújula de la simpatía de la misma manera que la perdí yo.

Digo: uno normalmente hincha por equipos, pero no estamos acostumbrados a hinchar por jugadores de equipos distintos, ni, mucho menos, a hinchar solo por situaciones concretas como un fildeo o un turno al bate.

Fue la primera vez que dos cubanos nacidos en Cuba, figuras cimeras de torneos nacionales, se enfrentaban en una Serie Mundial. Yo me decanté ligeramente por los Mets de Céspedes, pero sabía que si el deporte tenía que recompensar a alguien ese alguien debía ser Kendrys Morales.

Céspedes es un portento ya estable y aún así en crecimiento, y Kendrys es un guerrero que vino de vuelta, pero al que no le quedan demasiados cartuchos. El último gran ídolo de los Industriales ganó el pasado domingo un anillo de Serie Mundial, algo que ningún cubano lograba desde hace exactamente una década, cuando Contreras y el Duque se coronaron con los White Sox de Ozzie Guillén.

Las historias de retornos son siempre poderosas, y la suya, la de Kendrys, lo es. Alguien que tuvo que luchar contra muy enconados fatalismos, desde exilios hasta injustas lesiones, y que ha firmado una temporada exquisita, simbolizada en ese jonrón golfeado que le dio nada menos que a Dallas Keuchel en el quinto juego de la Serie Divisional frente a los Astros de Houston.

Pero a lo que voy. Durante el play off final, acostumbrado a las filias convencionales, estuve a punto de enloquecer. Si Kansas bateaba por el center, solo me preocupaba que Céspedes la fildeara. Si Kendrys venía con juego empatado, rezaba porque Kansas se fuera arriba. Si venía Céspedes, entonces rezaba por los Mets. Importaba poco el resultado. Importaba que dos tipos que venían del mismo lugar que yo hicieran lo que nadie, más que todos.

Me gustó que, de forma extraña pero vívida, Cuba se interpusiera como una cuña en la lógica del juego y reclamara lo que le correspondía. El deporte es tan inofensivo y hermoso que nos permite hasta los más nobles nacionalismos.

Al final, tanto Céspedes como Kendrys tuvieron una Serie Mundial de espanto, pero eso era lo menos importante. En definitiva, un país es un capricho y ya asumido hay que saciarlo como sea. Mascota que sufrimos y a la que le hablamos aunque no nos entienda.

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