De baladas y baladistas

Marta Strada Foto: Korda, 1965.

Marta Strada Foto: Korda, 1965.

No fueron dispersándose. No es que hayan pasado de moda con el tiempo, sino que evaporaron de la televisión y la radio, de buenas a primeras, casi de un día para otro. En las casas de familia quedaron algunos de sus discos y en las emisoras comenzaron a enmohecer las cintas con sus grabaciones, con un lacónico membrete, en mayúsculas, con bolígrafo: NO PONER. Más tarde, cintas y discos desaparecieron también. Se les llamaba baladistas, aunque no solo cantaban baladas. Algunos emigraron cuando aún eran muy populares.

Desde muy al comienzo de la década de 1960, y algunos años antes, arribó a Cuba la fiebre del rocanrol y con esta, las baladas-rock. Algunos ramalazos de twist llegaron también por la misma vía. El cuarteto Llópis-Dulzaides y Luisito Bravo hicieron versiones más o menos rocanroleras del repertorio de Bill Haley, Elvis Presley y Neil Sedaka desde los últimos años cincuenta. No fueron, por supuesto, los únicos. Antes de irse de Cuba, en el 61, La Lupe cantaba “Fever”, muy a su manera. A su manera, también, Celia Cruz, con la Sonora Matancera, interpretaba “Quiéreme siempre” –existe una grabación no profesional– y la orquesta Aragón “Only you” (Solamente tú), para RCA Victor. Luego la chilena Monna Bell se empezó a escuchar en la radio con sus versiones (casi siempre traslaciones en castellano) de sonados éxitos de los festivales de San Remo, Benidorm y de cantantes franceses: “Il mondo” (Un mundo / a la medida de tus besos), “Háblame de él”, “No pienses en mí”, “Una casa en la cima del mundo”…  Charles Aznavour, Raphael y Paul Anka sembraron unos cuantos epígonos en el patio.

Ciertos baladistas en caricatura: puños, ceños apretados y ojos cerrados bajo una luz, en cono, cenital. Los brazos doblados, fijados en el pecho para interpretar letras que a menudo hablan del Dolor –que rima invariablemente con Amor–, del papel trágico del Destino. Narran desventuranzas, forzosas separaciones, hiperbólicas pasiones nacidas para durar hasta la eternidad. Y más allá, incluso. Ritmo lento, obstinado, que marca la batería, el piano, la guitarra eléctrica. Cuando se cuenta con orquesta: campanazos, coros, un colchón nutrido de cuerdas, arpas, platillazos, tímpanis, triángulos, gongs… En Youtube he encontrado montones de baladas de esta clase, de Europa y América Latina, baladistas “en su salsa” en cortos musicales de hace cincuenta años por lo menos.

Bobby Jiménez y Marta Valdés. Miami, abril 2013.
Bobby Jiménez y Marta Valdés. Miami, abril 2013.

En Cuba, 1964 es el año de “Sans toi”, de Michel Legrand y “El torrente” (Lao y Carmi) por Los Meme y “My prayer” (Mi oración), por Los Zafiros. Bobby Jiménez graba por esos días “Al di la” (Más allá) balada de Donida y Mogol. Bobby me comenta desde Bélgica:

“Mira, yo he incursionado en diferentes géneros de la música que para mí haya tenido una calidad, de Brasil, de Cuba, por supuesto. Yo amo las baladas italianas, ese ritmo de balada-bolero italiano es muy agradable para poder jugar con él. En mis inicios cantaba toda la música norteamericana y después comencé a interesarme mucho en la italiana. Fue la época de Katyna Ranieri, Jula de Palma, Bonino, Nilla Pizzi… Después, en los 60, de la gigantesca Mina, que creo influenció a mi queridísima La Strada. Para comenzar a hablar del asunto te digo que, para mí, la más genialmente loca y genuina baladista cubana fue y será Martha Strada”.

La presentaban como “La primera baladista de Cuba”, en sus actuaciones en teatro, televisión y cabaret desde mitad de los 60. Fotografiada en varias ocasiones por Korda (la llamaban “nuestra Anna Magnani”), discípula de la soprano Mariana de Gonitch, consiguió éxito con una balada italiana con letra en español: “Abrázame fuerte”, desde entonces, su teatral carta de presentación. En una entrevista, en 1991, en Miami expresó: “…me di a la tarea de buscar canciones extrañas, diferentes… Mariana, mi maestra rusa me decía que no, que así no se podía cantar. Yo le decía que así es como yo lo siento y no lo puedo hacer de otra forma. Me dejó por incorregible”.

Hay en Cuba –no faltaba más– una producción nacional de baladas; algunas integran el repertorio no sólo de solistas, grupos, y combos, también de orquestas y conjuntos de baile. A veces se trata de canciones y boleros que introducen en la segunda parte un rock-slow, como para ponerse a tono con lo que impera en todas partes. Omara Portuondo canta “Como un milagro”, de Juanito Márquez, como balada, y Rolito, con el conjunto de Roberto Faz, como bolero. Con signo baladístico el binomio Piloto y Vera da a conocer “Solo tú y yo”, “Ni aquí ni allá” y “Perdóname conciencia” (que hace suya Moraima Secada). Tito Gómez, respaldado por la misma Riverside de tantos chachachás, mambos, guarachas y rumbas, va a popularizar “Voy a ser feliz”, de Jorge Estadella: una de sus canciones favoritas, lo dijo siempre.

Entre los baladistas que aparecen resalta la también actriz Luisa María Güell, quien además compone. Su versión de “No tengo edad” alcanza increíble popularidad, al punto que Pello el Afrokán la traslada a su ritmo mozambique. Meme Solís hasta el fin de la década va a interpretar con su cuarteto muchas baladas-rock de su autoría y de Carol Quintana, Armando Larrinaga, Pedraza Ginoris… (“Estos días de lluvia”, “Traigo mi voz”, “Fue tu bendición”, “La orquídea”, “La razón de sufrir”, “Mía la felicidad”).

 Cuarteto de Meme Solís 1961. Bobby Jiménez, Raúl Acosta, Moraima Secada y Meme Solís.
Cuarteto de Meme Solís 1961. Bobby
Jiménez, Raúl Acosta, Moraima Secada y Meme Solís.

Marta Valdés es autora de magníficas canciones y de la balada “Hacia donde” (Toma esta flor, dime tu nombre / quédate un poco, vuelve después), que es magistral, y está Meme con su “Otro amanecer” entre las mejores cosas de esa época… Hay que recordar a Jorge Pais, excelente cantor de baladas… Qué lástima que esta conversación no sea en persona, chico –me dice Bobby.

Acaba de aparecer un disco compacto bajo el sello Egrem –colección Memorias– que reúne una veintena de grabaciones de Martha Strada y Luisa María Güell bajo el título Dos baladistas de los 60.  Se vende a un precio super módico en los estudios Areito, en la calle San Miguel, de Centro Habana. Hay gente que se entera que existe y no lo puede creer hasta que tiene el disco en sus manos.

De la Strada el CD incluye: “Abrázame fuerte” (Donida-Mogol), “Días como hoy”, “Sésamo” (Moreau-Algueró); “Perdóname, mi vida” (Zorrilla-Ruíz); “La mamma”, de Aznavour… De Luisa María Güell: su credencial “No tengo edad” (Nisa-Pandero), “Dio como ti amo”, de Modugno; “Tema que no fue” (Tony Taño, de la película El huésped, de 1965, de Eduardo Manet); “Puppy”, de Chucho Valdés; “Bachiana”, de Reembert Egües; “Cuando el sol”, de Teresita Fernández y “Estás lejos”, de Pablo Milanés.

“El autor de una de las baladas cubanas –que considero la más bella– era buen amigo mío en la época en que la compuso. Él cantaba en los momentos musicales del Oasis de Varadero y una mañana me tocó a la puerta. Pablito ¿qué haces aquí? Y me contestó: mira, Bobby, anoche compuse una balada-rock y he venido para que la escuches: ‘Estás lejos y creo ver / tu figura ya por doquier…’ Fui el primero que tuvo la fortuna de conocer la balada más bella que, en mi opinión, oídos humanos hayan escuchado”.

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