Lien y Rey: por dónde andan

Lien y Rey. Foto: Johann Trujillo.

Lien y Rey. Foto: Johann Trujillo.

Ahora mismo están en Colombia, reencontrándose con su público de allá y presentando Isla, su disco más reciente, único publicado por una firma cubana. Tremendo disco. A mediados de agosto estarán en Matanzas, de nuevo: “Como siempre –dice Lien– trabajando, ensayando canciones nuevas e intentando tocar donde podamos”.

Este disco se hizo gracias a Silvio Rodríguez, apunta Rey. Un día llegamos a su puerta y le dijimos, mira, hemos hecho los seis anteriores, en baños, en cocinas, en casas particulares… Nos recomendó a Colibrí y a la semana nos estaban llamando. Tiene un DVD en el que hablan los amigos, los músicos. Grabamos en Ojalá, claro”.

Conversamos junto al mar matancero. Hablamos mucho y rápido, nos interrumpimos, a cada rato morimos de risa. Hace poco cumplieron dos décadas de trabajo. En ese lapso han compuesto nadie sabe cuántas canciones. Poseen la rara facultad de poder hilar juntos letra y melodía –a veces se trata de un proceso convulso, confiesan–, y a partir de ahí elaboran los arreglos con sus músicos, siempre a partir de las voces, la guitarra y el tres. Hace doce años tienen la fortuna de tener a Luna, quien ya toca y canta con ellos en conciertos; participó en este disco nuevo, y seguramente en el próximo.

“Cuando oye una canción nueva, Luna puede opinar cosas como ‘esa partecita se parece a esta otra canción, cuidado… cambien eso.’ Y uno queda pasmado. ¿Cómo se da cuenta de eso y uno no? Rey pone ahora cara de padre orgulloso: Se sabe completos los discos de Leo García, de Roly Berrío, le encanta el de Haydée con canciones de Marta Valdés. Es nuestra crítica más exigente, de verdad. Estudia chelo, bueno, tú la has oído tocar.”

Lien y Rey en concierto por sus veinte años de carrera, en el Teatro Papalote, Matanzas. En el chelo, Luna Pantoja. Foto: Johann Trujillo.
Lien y Rey en concierto por sus veinte años de carrera, en el Teatro Papalote, Matanzas. En el chelo, Luna Pantoja. Foto: Johann Trujillo.

Lien y Rey andan con poetas, gente de teatro y artistas de las artes visuales. Ha sido así desde que comenzaron en 1996 y apenas encontraban dónde presentarse. Permanecieron por poco más de un lustro tocando en Colombia hasta que escucharon por la radio de onda corta de la existencia del Centro Pablo y de los conciertos “A guitarra limpia”. Vámonos pa’ Cuba. Regresaron en 2001, no a La Habana, sino a Matanzas. En muchas de sus letras está el reflejo de su día a día allí. “Últimamente nos presentamos en La Habana casi todas las semanas, vamos a Santa Clara a tocar con los caballones de la Trovuntivis… La promoción, supongo que bien, tranquila, en su casa.”

Tocan de manera fija dos veces al mes: en un patio situado en lo más céntrico de la ciudad y en la sede de Ediciones Matanzas, a unos pasos del parque de la Libertad, zona wifi que reúne a muchos jóvenes a toda hora. Esta peña se llama “Casa abierta”. Los muchachos, cuando oyen su música, dejan por un rato tablets y móviles, se acercan. La gente joven se sabe sus canciones. Algunos matanceros que disfrutan hoy de sus segundas o terceras juventudes se las saben también. Una de las más recientes se titula “Zapateo provinciano”.

 

Cuidado con el paisaje de la provincia.

Cuidado con la fauna de la provincia.

Cuidado con el melodrama, la comedia,

los extras y la farsa de la provincia.

Cuidado con el panorama, el tiempo libre,

la mala entraña de la provincia…

 

¿No se trata de un tema demasiado local? pregunto y me responden, casi a dúo, como cantan, como tocan: “No, qué va, el provincianismo está en todas partes, es la luz corta, la mediocridad, el ‘quítate tú para ponerme yo’, que son universales. Tocamos esa canción donde quiera y funciona perfectamente, se comprende lo mismo en La Habana, en Bogotá, en Madrid, en Rosario, en Buenos Aires… ¿Tú crees que en París no hay provincianismo?”

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Hace poco más de un año, invitados por Silvio, actuaron en el legendario Luna Park, de Buenos Aires. Pensaban que irían de teloneros. Nada de eso. “¿Tú crees que ese hombre tenía alguna necesidad de ponernos en medio de un concierto suyo? Cuando dijo al público, sencillamente: ahora los dejo con Lien y Rey, yo casi me muero.” Los ojos de Lien brillan al contarlo.

“Cómo habrá sido aquello que, cuando terminamos, salimos con los músicos que llevamos y fuimos caminando hasta Palermo, una tirada larguísima, a ver cómo metabolizábamos aquel estado de exaltación. La gente que salía del estadio nos reconocía por la calle y nos decía bravo, bravo. Son cosas que pasan muy pocas veces en la vida –dice Rey, filosóficamente–, si es que te pasan”.

Al día siguiente estaban programados para actuar en la Casa Nacional del Bicentenario. Cuando se aproximaban al lugar observaron una larga cola. Habrá por aquí un supermercado o algo así, especularon mientras se abrían paso: permiso, permiso. “Resulta que eran personas que venían a vernos, increíble.”

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Desde los cuatro años comenzaron a estudiar música. Ensayan cada semana y eso a sus músicos les parece perfecto. No son de irse a descargar en un parque, en una sala de casa, aunque lo hagan, ocasionalmente, para los amigos cercanos. Así prueban las canciones que les van saliendo.

Lien cursó años y años de piano, luego vino el chelo en serio –a los quince tocaba en la Sinfónica–, hasta que decidió que su instrumento iba a ser otro: “Sentí que tenía cosas que expresar, no sabía si buenas o malas, pero que tenía que ser con la guitarra.”

Rey se recuerda, en prescolar, en su primer matutino, acompañando “La bayamesa”, de Castillo-Céspedes-Fornaris. El tres llegó pronto a sus manos, y hasta el sol de hoy. Ha explorado sus posibilidades con temeridad y las sigue explorando; pedal, slide, la distorsión a la manera roquera… Detrás de tales atrevimientos, además de talento, hay mucho estudio y disciplina. El actor Luis Alberto García comentó: “No tienen el menor talento para ser mediocres.”

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En las canciones de sus primeros tiempos parecía que sentían ansiedad por demostrar cuanto habían aprendido en la academia y cuánto propio tenían (necesitaban) que decir en las letras, en la música… vertiginosamente, como si contaran poco tiempo para ello.

“Me sorprendo escuchando aquellos primeros discos y me digo ‘verdad que estábamos locos’, aunque me deslumbro un poco, también. Yo le dije a Lien: vamos a ponernos en el lugar de espectadores; si aparecen de pronto dos locos con esas velocidades uno dice: pero ¿qué es esto? Eso les ocurrió a algunos. Era difícil de entender la propuesta. Es verdad que teníamos 17 y 19 años cuando arrancamos.”

Lien, Rey y algunos de sus músicos habitales: Ronier Rosquete (bajo), Johann Medina (batería) y Pepe Gavilondo (teclados). Foto: Johann Trujillo.
Lien, Rey y algunos de sus músicos habitales: Ronier Rosquete (bajo), Johann Medina (batería) y Pepe Gavilondo (teclados). Foto: Johann Trujillo.

Me parece que Rey está siendo levemente severo con los aquellos muchachos serios, un poco desgreñados, de los primeros años dos mil que dejaban a todo el mundo boquiabierto. Comenzó a correr la voz por Cuba: “hay un dúo en Matanzas que canta y toca muchísimo”, y la gente viajaba hasta allá para conocerlos.

“Pero aquel desbordamiento, aquella locura, nos trajo hasta este punto, que puede llamarse reposo, madurez –como nos dices– o como quieras. En aquel momento necesitábamos el alboroto con la guitarra, es una parte fuerte que está en nosotros que somos ante todo instrumentistas; necesitábamos caerle a palos a la canción, elaborar mucho las introducciones, demostrar cosas.

“Cuando empezamos a tocar juntos sentíamos los dedos un poco oxidados, queríamos poner todo lo que teníamos. ¡Con todo lo que habíamos estudiado no íbamos a tocar cuatro noticas nada más! A los músicos que tenemos ahora, que ya llevan con nosotros quince años, le damos su momento de libertad, de ‘destaque’. Creo que por eso nos duran.”

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Con la compañía Teathre Spiralle, de Ginebra, hicieron temporada en Suiza –unas ochenta funciones– de la obra Les larmes des hommes, de Patrick Mohr en la cual no solo compusieron la música, que interpretaban en vivo, también actuaban, en español y francés. Esta experiencia de 2014 sirvió de mucho: trabajar en el teatro, dicen, es de lo mejor que les ha pasado.

“Antes nos concentrábamos en el concepto guitarra-tres y tener cabeza para las canciones, ahora pensamos en el escenario; vamos a caminar por aquí, vamos a cantar esta otra por aquel lugar… Cada vez más concebimos los conciertos como un todo, como lo que son, una puesta en escena.

“Componer, primero pensando en uno, pero también en las personas que van a vemos y dejan de ver una película, que van a dejar de ver una obra de teatro, ir a una cena, qué se yo, por ir a un patio colonial con tremendo calor a estar con nosotros. En eso andamos.

Lien y Rey. Foto: Johann Trujillo.
Lien y Rey. Foto: Johann Trujillo.

“Por ejemplo, en el Mirón Cubano cantamos sentados entre el público, ahí, sin audio, y se consiguió muy buen efecto. Yo creo que un día el Espíritu del Teatro nos empezó a decir: “Lien, Rey ¡qué cheos están ustedes!” y menos mal que lo escuchamos. Eso nos hizo mirarnos dentro y buscar otras formas para expresarnos.

“Esa canción que te gustó –“Sé de las flores”– la hacíamos con guitarra y pasaba casi inadvertida, hasta que un día la cantamos a capella, aprovechando la acústica que tiene el Mirón después que lo remozaron, y a los mismos amigos que la habían oído varias veces les pareció nueva. Desde entonces la cantamos sin acompañamiento. Ella hace una clave tradicional, con las palmas, y como la cantamos a contratiempo, a veces paso tremendo apuro.

“Como los dos somos tímidos, hay que sobreponerse, pero tenemos tremendas compensaciones. Creo que el modo de ser de Luna, que por suerte es tan extrovertida, nos ha ayudado en eso. Mira, tú le cantas cerca a la gente y cuando te ponen una carita así… uno dice: ay, qué rico.

Entonces Lien sonrió y cerró sus lindos ojos un momento.

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