Mujeres prodigio

Abrió su enorme cartera y puso sobre la mesa del café un legajo impreso en letra pequeña: tremenda injusticia para cualquier lector. “Quiero que eches un ojo a estas cuartillas, anda. Voy a estar pocos días en Cuba, así que debes apurarte.” Pasaba de cuatrocientas páginas, apenas con espacios en blanco: letra de arriba abajo, párrafos y párrafos. “Cualquier apunte, lo haces en los márgenes.” ¿Qué márgenes?, pensé.

Lo leí de punta a cabo, en el sofá, en la cama, en el carro de alquiler. Me costaba soltarlo. En tres días terminé de leer el manuscrito y me puse contento, como dice un bolero de Touzet. Una mañanita de Centro Habana salí con el propósito de desayunar con Mayra A. Martínez, devolverle la voluminosa copia de su nuevo libro y decirle, en cuanto abriera la puerta: “Impresionante, gracias.” Entonces nos dimos un abrazo.

El caso es que quienes escribimos acerca de la música popular cubana del siglo XX nos hemos aprovechado, y nos aprovechamos tarde o temprano, de sus entrevistas con cantantes, instrumentistas, compositores y directores de orquesta reunidas en Cubanos en la música, publicado en Cuba, primero, en 1992, cuando se radicó en el distrito federal mexicano, y ampliado en la edición de Unión, el año pasado.

Cubierta del libro.
Cubierta del libro.

Ella sabe muy bien qué y cuándo preguntar, la manera de introducir temas álgidos, en qué punto insistir, qué asunto polémico necesita claridades, precisar qué cifra, demoler qué ficción, desechar cuál tontería. Su intención siempre ha sido documental, dialogue con músicos de academia, un sonero, una rumbera o una estrella del Pop. Es una fuente de información de primera mano, confiable, versátil, y por si fuera poco, amena.

Algunos (muchos, en realidad) saquean una y otra vez sus pláticas con Jorrín, Frank Emilio, Adalberto, Frank Domínguez, Tata Güines, la Burke, Chucho Valdés o Isolina Carrillo –entre tantos y tantos otros–, para firmar artículos, guiones, booklets de discos o contenidos de blogs, sin mencionar la fuente. Y aunque no creo que tal cosa le quite el sueño, ella, como todo el mundo siente alegría cuando citan su trabajo, que es lo decente (se decía antes) y como debe ser.

Hace pocos meses editó por su cuenta, en Miami, Cuba en voz y canto de mujer (eRiginal Books), panorama que inician las nebulosas Micaela y Teodora Ginés –de origen dominicano, por cierto– en el Santiago de Cuba del siglo XVI y se detiene, prácticamente, hoy mismo. Apostó por hacer justicia a cubanas prodigiosas en el canto, la composición y la conducción de agrupaciones musicales. Más que hacerlas visibles en obra y vida consigue demostrar la trascendencia y el volumen decisivo de numerosísimas mujeres en el devenir de la tradición sonora –bailable y cantable– desde que la isla comenzó a ser Cuba en la Música.

La autora con Ela OFarrill en México.
La autora con Ela OFarrill en México.

Hay capítulos en el libro dedicados a Merceditas Valdés, Esther Borja y Celia Cruz; a las inefables rumberas que hicieron época en el cine mexicano, a Celina González, Rosita Fornés, Olga Guillot, Elena, Omara, Juana Bacallao, La Lupe, Marta Valdés, Teresita Fernández, Sara González, Gloria Estefan, Malena Burke, Xiomara Laugart… con datos que Mayra, en la mayor parte de los casos, obtuvo de las propias artistas. No faltan amplias referencias a auténticas leyendas como Chalía Herrera –primera voz latinoamericana en llegar a la fonografía–, Rita Montaner y María Teresa Vera.

Se trata de un estudio ancho, ambicioso, repleto de referencias y exactitudes, el más completo y desprejuiciado que ha aparecido hasta la fecha con ese contenido. También es un libro de conversaciones. Si bien Mayra es periodista e investigadora meticulosa, primero, es conversadora tenaz. Por eso en estas páginas hay tanto diálogo como horas de lectura, pesquisa y consulta: la mitad del libro está compuesta por entrevistas recientes, hasta ahora inéditas, a artistas de la isla realizadas en La Habana, Miami y México. Por esa razón recorre el libro un aliento de intimidad, de confidencia.

La autora con las Diego en Miami.
La autora con las Diego en Miami.

Entre los testimonios valiosos de Cuba en voz y canto de mujer se encuentran, por mencionar solo dos ejemplos, el de la soprano Alina Sánchez, desde hace muchos años radicada en Madrid, que dio vida a una Cecilia Valdés de leyenda, la última instruida por el maestro Gonzalo Roig, y el de Ela O’Farrill, desde México, quien afrontó incomprensiones e injusticias por sus canciones –“Ni llorar puedo ya”, “Adiós felicidad”– en La Habana de inicios de los años sesenta. A través de sus palabras nos asomamos no solo a sus trayectorias individuales, también a la escena lírica –la zarzuela, la ópera, los conciertos– y al desaparecido ambiente de los night-clubs de El Vedado que trajo tantas buenas nuevas para la canción cubana.

Lourdes Torres –Los Modernistas–, Teresa García Caturla –Las D’Aida– y Farah María –Los Meme– ilustran el periodo más dichoso que conocieron los cuartetos vocales del país y también los fastuosos shows de cabaret –Tropicana, Capri, Havana Riviera–, tema sobre el cual giran las entrevistas a Gina León y Ela Calvo.

Intérpretes que conocieron enorme arraigo en el público de la Isla y luego continuaron sus carreras en la emigración –Annia Linares, Mirtha Medina y Maggie Carlés–, aportan matices significativos para comprender años poco estudiados y peor comprendidos de nuestra música popular: los setenta y ochenta, a los cuales aluden los diálogos entre Mayra A. Martínez con Beatriz Márquez, Las Diego, Albita, Tanya… y el caso de la compositora Concha Valdés Miranda, quien desarrolló su carrera fuera de Cuba y creó desafiantes boleros y baladas como “La mitad”, “Aburrida”, “Orgasmo”, “Cómo es posible”, “El que más te ha querido” y “El viaje” de quien poco se sabe en su país, aunque sus canciones se canten y se graben.

La autora con Beatriz Márquez.
La autora con Beatriz Márquez.

Para escribir Cuba en voz y canto de mujer Mayra A. Martínez leyó, consultó periódicos, revistas, libros, escuchó cientos de discos, intercambió e-mails, se sumergió en la web, asistió a conciertos, peñas, descarguitas… hasta llegar en su relato hasta nuestros días, o casi. En la brevísima introducción nos advierte: tengo la seguridad de que este proyecto no termina con esta primera entrega.

Estoy seguro que la faena que ha concluido por el momento, resultado de décadas de su entusiasmo y atención, será leída, citada, aprovechada y saqueada también, como sus libros anteriores. Como los piratas atracaban a un barco con tesoros. Vivir por ver.

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