Panchito Riset: 70 años en el cuartico

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

1.

Hace siete décadas que una línea de bolero de victrola se convirtió en dicharacho popular. Tantos años después de haber pasado de moda perdura por sólo cuatro palabras de su letra: El cuartico está igualito. La frase es jovial, dígase en el tono que se diga, aunque su manejo y significado último dependen mucho del contexto. En cuestiones políticas puede significar inmovilismo, por ejemplo.

“El cuartico” apenas se canta o se escucha, salvo cuando aparece Panchito Riset en uno de esos programas del recuerdo que la radio cubana sitúa a horas imposibles. El disco fue grabado en Nueva York y distribuido a partir de 1947 por todo el Caribe. Aunque en La Habana era un perfecto desconocido su manera de cantar conquistó enseguida a radioyentes y asiduos de bodegas y cantinas.

Aquel hombre de timbre agudo –que empleaba un largo y oscilante vibrato en cada final de frase– sabía interpretar dolores, desengaños y esperanzas de amor. Por otra parte, el entorno que aportaba el conjunto acompañante, raso, en el cual mayorean altas y medias frecuencias, resulta fácil de descifrar para quien estaba acodado en una barra cavilando lo suyo en medio del ruido proveniente de la calle y de la conversación del bar.

Las historias que contaban aquellos boleros –con nudo y desenlace incluidos–alcanzaban si acaso tres minutos.

2.

Panchito nació en el barrio de Atarés en 1910. Cuando a fines de 1933 subió al vapor hacia Estados Unidos ya había pasado por varias academias de son, desde el sexteto Cauto al mismísimo septeto Habanero. Días antes de partir actuaba en el cabaret Edén Concert con el Caney de Fernando Storch, quien también decidió por esa fecha poner agua por medio. La situación en Cuba era convulsa, el presente y futuro de los músicos asomaba con cara de muy pocos amigos –ambiente que antes y después se torna cíclico– y como tantos otros se fue a probar suerte en el norte. En la Antobal’s Cubans de Nueva York sustituyó a Antonio Machín, nada menos.

A su llegada lo vistieron de guarachero y salió al escenario interpretando una conga, ritmo entonces de moda. Mal no le fue, al contrario. Por el camino su apellido se transformó de Riser en Riset por un error en la etiqueta de un disco y así se quedó.

En 1937 todavía actuaba con Antobal, aunque para entonces había cantado con medio mundo latino-newyorkino. Hizo varios discos con las orquestas de los sagaces catalanes Enric Madriguera y Xavier Cugat que reinaban en buenos cabarets y sitios chic.

Con el cuarteto Caney –que en realidad era un sexteto, al menos en estudio– grabó entre 1936 y 1937 sones, guajiras y guarachas como “Carmelina” (Bienvenido Julián Gutiérrez); “Cincuenta pesos” (Gonzalo Roig); “Volví a querer” (Marcelino Guerra); “Buscando la melodía” (Guerra y Blanco); “Bruca maniguá” (Arsenio Rodríguez), además de un grupo de estupendos boleros soneados que luego regrabaría: “Flores negras” (Sergio de Karlo); “Si me pudieras querer” (Bola de Nieve); “Flor de ausencia” –como rosa que pierde su aroma, así era mi vida…– (Julio Brito) y “Abandonada” (Manuel Romero-Agustín Acosta).

Ya por esos días Panchito era Panchito: su estilo estaba maduro. Un estilo intemporal, dice Cristóbal Díaz Ayala en su colosal Discografía.

3.

Desde que llegó a Nueva York hizo amigos entre músicos puertorriqueños. Integró el cuarteto de Pedro Flores con el cual grabó, entre más de una docena de boleros y boleros-sones, “Sin bandera”, una canción de añoranza por la independencia de la Isla del Encanto: Si mi patria tuviera su propia bandera desplegada al sol

Más tarde a través de las victrolas, aquellos esforzados tocadiscos automáticos accionados por monedas, consiguió los mayores éxitos de su vida con el conjunto del tresero boricua (hay quien dice tresista, últimamente) Luis Lija Ortiz. En primer lugar, sin duda, “El cuartico”, de Mundito Medina.

Panchito Riset pegó a través de las victrolas de bares y cantinas bolero tras bolero, casi todos de inefables letras: “Qué extraño es eso” –No me escribiste ayer, qué extraño es eso– (Bienvenido Julián Gutiérrez); “Feliz viaje” –Mucho me alegra lo que tú has hecho / te vas en busca de porvenir– (Arsenio Rodríguez); “Blancas azucenas” –andas sin son llena de colorete y Ponds / el brazo de cualquier varón al talle– (Pedro Flores); “Qué noche aquella” –Qué noche aquella, noche de orgía– (Augusto Tariche;  “Así eres tú” –Eres perversa pero no maldita / eres coqueta pero no altanera– (Claudio Ferrer); “Allí” –bajo aquel flamboyán, allí te esperaré– (Héctor Flores Osuna)  y “Respeta tu amor” –Procura respetar a quien te quiera / evítate un problema en el amor– (Baudelio Valenzuela), que desde la Sierra Maestra el Quinteto Rebelde parodiaba a finales de los años cincuenta en la radio clandestina con una letra que decía: Procura respetar al Che Guevara / evítate un problema con Fidel. 

4.

En 1938 grabó “Por Corrientes va una conga” de Lecuona y “La comparsa de Camajuaní” de un autor de apellido Dihigo, junto con otros números movidos de Eliseo Grenet y Rafael Hernández.  En el crédito aparece como Panchito Riset con su orquesta La Conga, nombre del cabaret donde se presentaba entonces.

Cuando Estados Unidos entró en la II Guerra Mundial Pachito fue llamado a las filas del ejército norteamericano. Nombrado asistente del cuerpo médico destacado en el frente fue condecorado por sus servicios con tres medallas de bronce. En Gran Bretaña, entre otras muchas actuaciones que realizó durante la guerra, se presentó para los soldados en el Town Hall, de Southampton.

En 1945 reapareció en el escenario del cabaret Versalles de Nueva York en el cual actuó por espacio de dieciocho años. Entre ese año y 1948 realizó grabaciones a dúo con Marcelino Guerra “Rapindey” con los conjuntos Batamú y Cubanakán. En La Habana habían cantado juntos, muy jóvenes, con Ismael Díaz en un trío que bautizaron Fantasma.

Panchito fue de los primeros en trasladar tangos al planeta Bolero: “Cantando” (Mercedes Simone); “Arrepentida”, (Rodolfo Sciammarella); “Niebla del riachuelo” (Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo); “Cristal”, (José María Contursi y Marianito Mores); “Te odio y te quiero” (Reinaldo Yiso y Enrique Alessio), conversión que aprovecharían una década más tarde Blanca Rosa Gil y Pacho Alonso.

En mitad de los cincuenta surgió un cantante en La Habana que recordaba mucho su estilo inconfundible: Domingo Lugo quien era capaz de remedar, casi exactamente, su interpretación de “De cigarro en cigarro”, de Luis Bonfá.

Como compositor Riset firmó algunos boleros como “Son cosas del alma”, “El reloj de la vida”, “Mírame a la cara”, “Sin rumbo” y un “Canto guajiro”. Poco más.

Entre sus últimas grabaciones destaca un larga duración con orquesta de cuerdas dirigida por el gran pianista cubano René Hernández, quien arregló delicadamente para él “Si te contara” de Félix Reina, “Yo sé de una mujer” de Graciano Gómez- Sánchez Galarraga y otro tango bolereado, “Quiero verte una vez más” de Contursi. En 1988 el cantante cerró los ojos para siempre en Nueva York, ciudad en la cual residió durante cincuenta y cinco años.

5.

No conozco otro intérprete con audacia suficiente para enfrentar la insuperable ridiculez de “El cuartico” y salir airoso; sólo Panchito, que grabó al menos dos versiones del número, siempre con el conjunto de Luis Lija Ortiz. Comienzan ambas grabaciones con una risa estentórea de mujer y una pregunta del abandonado y a la vez, burlado inquilino: ¿Por qué ríes así si no tienes razón / para amargar mi corazón? A partir de ahí arranca, con el tres y el bongó, la marchita viva del bolero-son amenizando la cursilería: Tú sabes que te espero / y en el cuartico espero llorando por ti… Y tras una pausa, el clímax de la perreta: ¿Por qué no vienes a mí?

Gracias a que tanto ha prosperado y prospera la desmemoria colectiva de la música cubana creo que no mucha gente sabe a quién pertenece esa voz –de requinto de coro sonero, penetrante y trémula– que bosqueja esta especie de estampita de pareja humilde la cual conoció alguna forma de dicha en un cuartico, que he imaginado siempre en un solar de la ciudad vieja o edificio del centro de La Habana, como en el que vivo yo, de apartamentos de una sola pieza cuando un aparato de radio era tesoro inapreciable:

El cuartico está igualito como cuando te fuiste.

La luz a medio tono, la cortina bajita como tú la pusiste.

Tu retrato con flores porque aquí tú eres Dios

y en ese altar sagrado siempre te espero yo.

La radio está en el sitio donde tú la quisiste

¿te acuerdas? junto al nido donde mi amor te di.

El cuartico está igualito como cuando te fuiste

Y siempre estará así como te gusta a ti.

 

6.

Para enviar estas cuartillas por correo salí por Reina en dirección al sitio wifi de Galiano y San Rafael. En los portales venden discos quemaos. Tienen tantos que casi llegan a la calle. Nunca me pongo a mirar las muestras, sospecho lo que encontraré y el reguetón no me hace gracia. Pero tuve que detenerme, ahí estaba él, con la sonrisa de medio lado y su cara de gordito buena gente. Cogí el disco del estante improvisado con unas tablas en forma de atril y unos cordeles de pescar: Pachito Riset 80 grandes éxitos.

–¿Vendes mucho esto? Pregunto a la muchacha, como si me importara poco.

–Hay que reponerlo a cada rato. Eso es tradicional, tú sabes, a mucha gente le gusta. ¿Lo vas a llevar? Son veinticinco pesos.

–¿Tú lo has oído?

–Sí, niño, sí, aquí todos los discos se oyen perfecto.

Y entonces su cara se llenó de risa.

Salir de la versión móvil