El terror soviético y la memoria en el presente

El terror no es dominio exclusivo de las revoluciones. El terror presente en la Inquisición, en la esclavitud o en el fascismo y las “dictaduras de seguridad nacional”, está fuera de discusión, pero no han sido tratados como facetas de un mismo concepto de “Terror”.

Cartel propagandístico de Joseph Stalin. Tomado de ABC.

Montesquieu introdujo el término “terror” en el vocabulario político y lo consideró “la característica definitoria del principio rector del despotismo”. El concepto adquiriría su resonancia histórica hasta el presente a raíz de la revolución francesa, y cuenta con muchas discusiones contradictorias sobre qué entender por tal.

El terror, por supuesto, no es dominio exclusivo de las revoluciones. El terror presente en la Inquisición, en la esclavitud —el propio barco de esclavos es un dispositivo de terror—, o en el fascismo y las “dictaduras de seguridad nacional”, está fuera de discusión, pero no han sido tratados como facetas de un mismo concepto de “Terror”.

Algo similar pasa con el “terrorismo”, definible como “ataques deliberados contra civiles no combatientes en una situación de conflicto”, un tema que amerita tratamiento propio y diferenciado.

Voy a tratar aquí específicamente lo que ha sido llamado el “terror soviético”. Su presencia en el proceso soviético nacido de la Revolución de Octubre plantea una pregunta de fondo: cómo y por qué vías un evento —en este caso una gran revolución, como fue la de Octubre de 1917 —que promueve la libertad, la justicia y nociones modernas de tolerancia—, es capaz de albergar una espiral de sangre y terror.

Los historiadores coinciden en general en que el Terror, como política específica, comenzó con el asesinato de Sergei M. Kirov, jefe del comité del partido de Leningrado, en diciembre de 1934, y terminó con la destitución de Nikolai l. Ezhov, jefe de la NKVD, en noviembre de 1938. 

En todo caso, el uso histórico del “Terror” en la Unión Soviética (URSS) posrevolucionaria remite al periodo posterior a la victoria; su empleo fue vía para afianzar esa victoria. En el proceso, resulta una serpiente que se muerde la cola: los líderes parecen concebir que la Revolución no puede sobrevivir sin el “Terror”, a la vez que este destruye sus posibilidades de sobrevivir, sean las del proceso o las suyas propias.

Causas, orígenes y explicaciones: Stalin, y más allá

El “Terror” estalinista no es explicable según la genealogía “antidemocrática” de las ideas revolucionarias. El propio pensamiento de los líderes de la revolución soviética es motivo de controversia, acerca de si existe línea de continuidad entre Lenin y Stalin, o incluso entre este último y el socialismo. La distinción ha sido establecida con profusión, tanto dentro del bolchevismo originario como fuera, en general, del marxismo.

En el primer campo, Victor Serge afirmó la separación radical, en términos morales, filosóficos y políticos, entre el estalinismo y el socialismo “auténtico”. En el segundo, Hanna Arendt diferenció entre el terror “dictatorial” de Lenin y el “totalitario” de Stalin.

El terror soviético tiene nombres propios que enfatizan el papel de un líder, como sucede con los nombres de “terror estalinista”, o el de “Yezhovshchina” —“el tiempo de Yezhov”.  La mano de Stalin aparece en la planificación y desarrollo del “Terror”, y Yezhov lideró la NKVD desde noviembre de 1936 hasta noviembre de 1938 —el pico del “Gran Terror”—, pero sus figuras no deberían ser consideradas causas únicas de ese proceso.

Tampoco cabe explicar el “Terror” exclusivamente a través de las circunstancias, aunque estas hayan sido decisivas en la conformación del escenario.

Los enemigos del poder soviético no eran imaginarios. La realidad inminente de la Segunda Guerra Mundial confirió a las “operaciones masivas” de represión de 1937 y 1938 su “particular crueldad”.1 Las operaciones contra minorías étnicas situadas en zonas fronterizas buscaban evitar la conformación de “quintacolumnas” dentro del territorio nacional, que podrían aliarse con los agresores.

Ahora bien, en contra de la tesis de las “necesidades impuestas por las circunstancias”, se sabe que tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial el ”Terror” tuvo continuación (tras contar con ciertas suspensiones entre 1942 y 1945) y quedó firme la estructura totalitaria del estado soviético. Además de razones de tipo cultural ancladas en la historia rusa, otras causas de tipo estructural contribuyen, también, a explicaciones parciales del origen del terror: los trastornos de la industrialización y la colectivización provocaron tensiones sociales que fueron críticas para la propagación del Terror.2

La mentalidad y la “cultura de la conspiración” también son parte de la explicación. Los rituales de “desenmascarar” a los compañeros de trabajo “no confiables”, las revisiones internas, las acusaciones y las denuncias provocaron una espiral de declaraciones de culpables. Juzgar delitos comunes como crímenes políticos multiplicó la presencia de “enemigos del pueblo”.

El despliegue del Terror

Entre las explicaciones de las condiciones de posibilidad del ”Terror” soviético están los rasgos duros de ese sistema: dictadura del partido, propiedad monopólica estatal y economía burocráticamente dirigida.3

Gracias al primer rasgo, se obstaculizaban las respuestas políticas organizadas; por el segundo se consideraba “obra del enemigo” cualquier falla en la producción; por el tercero la burocracia se blindaba como poder decisor.

Las consecuencias de todo ello fueron devastadoras en todas las dimensiones, no solo para el campo de las ideas. En lo que respecta a la Ciencia, el sistema soviético, en diferentes momentos, no “se sintió a gusto con la física posteinsteiniana”, ni “sintonizó con las Ciencias Biológicas” al tiempo que se enfrentó con la genética.

Por lo mismo, consecuencias nefastas se experimentaron en terrenos tan “prácticos” como la producción agrícola.4

El nivel de educación en todo el aparato encargado de la represión hizo su parte. Entre 1929-1930, no más de una cuarta parte de los jefes de policía habían seguido el curso de formación de dos meses que todos estaban obligados a completar. 

En 1935, casi dos tercios de los investigadores de la Fiscalía no tenían formación jurídica. El 60 % no tenía educación más allá de la escuela primaria. La mitad de todos los jueces no tenían formación jurídica, incluidos cuarenta y uno de los cincuenta y seis del Tribunal Supremo de la República de Rusia.

Para Robert Thurston, tales características “endurecieron la actuación de la policía y el poder judicial, mientras que su ignorancia los inclinó a aceptar lo que les decían los altos funcionarios”.5

Esa política se hizo acompañar de una “máquina lingüística” represiva, que comunicaba en una “lengua extraña y misteriosa” los objetivos del poder. Ejercer esa política desde una “situación de autoridad” previamente considerada como legítima, facilitó el despliegue de la represión.

Las cifras del ”Terror” y los nuevos estudios tras la apertura de archivos

La apertura de los archivos soviéticos permitió revisar cifras y enfoques. Los números estimados de detenciones y ejecuciones durante el Gran Terror, manejados primero por autores como Robert Conquest en medio de la Guerra Fría, resultaron bien exagerados.

Las nuevas precisiones no relativizaban el sufrimiento, pero colocaban las cifras sobre un suelo realista. Si el estimado de las personas arrestadas antes se había calculado entre 7 y 20 millones, las nuevas cifras mostraron unos 2,5 millones de detenidos para delitos políticos y no políticos. Las ejecuciones, calculadas previamente en unos 7 millones, fueron estimadas entonces en 681,692, una décima parte de la anterior cifra. A la vez, la gama de grupos represaliados resultó ser mayor que la imaginada. En específico, las conocidas como “operaciones masivas” dieron como resultado la detención de 766.000 personas, de las cuales 385.000 fueron ejecutadas.6

La nueva historia construida sobre esos archivos confirmó el papel personal de Stalin. Hasta 1937 Stalin no parece “haber sido ni un ‘moderador burocrático’ ni un ‘cuidadoso planificador’”.7 Solo después de ese año se habría decidido por la represión y masacre en masa.

La hipótesis de bolcheviques “liberales” o “decentes” que intentaron detener sin éxito el plan de terror de Stalin se hizo menos sostenible y se cuestionó la noción de poder central total en el despliegue represivo. La represión masiva fue más que un medio para luchar contra los enemigos del Estado. Bajo Stalin, se convirtió en una parte constitutiva de la política estatal soviética.

La memoria del ”Terror”, y sus problemas

El papel crucial jugado por el pueblo soviético en la derrota del fascismo ha contribuido tradicionalmente a subrayar el legado positivo de la URSS, y con ello al silenciamiento del ”Terror”. No obstante, algunos procesos recientes han venido a complicar más ese relato, cuando se cuenta de modo acrítico.

En 2020, varias acciones del presidente ruso Vladimir Putin movilizaron debates críticos sobre el ”Terror” estalinista. Primero, el presidente publicó un texto que era “copia literal de la propaganda que [sobre la URSS] se remonta a la era de Stalin y Brezhnev.” No era la primera vez que lo hacía, pero el artículo fue considerado por el Instituto (ruso) de Memoria Nacional como un intento explícito de “revivir la visión estalinista de la historia moderna”.

Luego, inauguró un monumento en memoria a las víctimas de las purgas estalinistas, llamado “Muro del Dolor”, que disidentes de la etapa soviética consideraron un acto de cinismo oficial, por el ataque sostenido a las libertades civiles desarrollados bajo la actual administración.

En el proceso, Putin ha homologado críticas a Stalin con ataques contra la propia Rusia. En 2021, acaba de ilegalizar la ONG Memorial, que ha documentado represiones llevadas a cabo por los cuerpos soviéticos —el propio Putin formó parte de ellos en su día— tanto como la persecución contemporánea a la oposición en ese país. Según el gobierno, el objetivo de tales actos es proteger el país de la “influencia extranjera”.

Esa política tiene intereses específicos en la recolocación panrusa en el mundo actual, pero, más allá de ello, tiene gruesas consecuencias para las nuevas izquierdas globales. Según Enzo Traverso, “Stalin combinó el culto de la modernidad técnica con una forma radical y autoritaria de Ilustración: el socialismo se transformó en una “utopía fría”. Sin elaborar esta experiencia histórica, la nueva izquierda mundial no será capaz de ganar.”

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Notas y Fuentes consultadas: 

1 McLoughlin, Barry; McDermott, Kevin (2004): Stalin’s terror. High politics and mass repression in the Soviet Union. Houndmills, Basingstoke, Hampshire, New York: PALGRAVE MACMILLAN: 85–113. 

2 Goldman, Wendy Z. (2011): Inventing the enemy. Denunciation and terror in Stalin’s Russia. New York: Cambridge University Press: 306.

3 Gregory, Paul R. (2009): Terror by quota. State security from Lenin to Stalin: (an archival study). New Haven: Yale University Press (The Yale-Hoover series on Stalin, Stalinism, and the Cold War: 248–280).

4 Hobsbawm, E. J. (1999): Historia del siglo XX. Traducción castellana de Juan Fací, Jordi Ainaud y Carme Castells, Argentina: Crítica, Grijalbo, Mondadori.

5 Thurston, Robert W. (1996): Life and terror in Stalin’s Russia, 1934-1941. New Haven: Yale University Press.

6 Goldman, Wendy Z. (2007): Terror and democracy in Stalin’s Russia. New York: Cambridge University Press.

7 Getty, John Arch; Naumov, Oleg V.; Sher, Benjamin (2010): The road to terror. Stalin and the self-destruction of the Bolsheviks, 1932-39 (Annals of communism), Yale University Press; Updated and Abridged edición.

 

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