Mi madre contra el Zika

Este asunto del virus del Zika tiene a mi madre ansiosa, hasta el punto de creer que no nos están diciendo toda la verdad.

Hace unas semanas, antes de que declararan el primer caso, tuve que sentarme con ella a explicarle algunas características de la transmisión, porque la picó un mosquito y ya se sintió enferma.

—Estamos en peligro, yo te digo que ese mosquito que me picó era un Aedes.

—Pero mami, si todavía no hay Zika en Cuba. ¡Tú no vas a ser la primera!

—¡Del diablo son las cosas! Por lo pronto deberían fumigar todos los días.

Cuando en el Noticiero hablaron de la primera enferma, se inquietó más:

—Yo creo que esa doctora no es la primera. Seguramente hay más casos y no lo dicen para no asustar al pueblo.

Y tuve que sentarme otra vez para decirle que el asunto era tan serio que las autoridades no iban a permitirse ocultar información con tal de no asustar.

—De todos modos, todo el mundo tiene que poner de su parte— dice ella, que se toma muy en serio las medidas preventivas contra el agente transmisor.

Ojalá que todo el mundo se las tomara igual, pero no. Hay vecinos que no abren la puerta a la hora de la fumigación. El de abajo, por ejemplo. Y en el patio común hay una fosa abierta hace siglos.

Mi madre mata un mosquito y lo guarda para que yo lo vea cuando llegue del trabajo:

—¿Viste? ¡Es un Aedes! Mira las patas rayadas. ¿De qué vale que yo fumigue si nadie controla los mosquitos que entran por las ventanas?

Me encojo de hombros y ella se da cuerda solita:

—¡Esto tendría que ser una tarea de la policía! ¿No quieres abrir la puerta? ¡Una multa y que te abran la puerta! ¡Es más! ¡Esta tendría que ser una tarea de las Fuerzas Armadas!

—Bueno, mami, las Fuerzas Armadas ya están participando.

—Pero que vengan uniformados, con los grados puestos, a ver si se impone respeto.

La semana pasada quería hacerles merienda a los fumigadores.

—Pobrecitos, llevan medio día sin comer nada. El CDR tendría que darles por lo menos un vaso de refresco.

Un día sí y un día no tengo que vaciar la bandeja del refrigerador.

—Mami, si todavía no tiene agua para botar…

—Tiene que estar sequita sequita…

Y así.

Si dieran certificados a los vecinos destacados en la lucha contra el Aedes Aegypti, ella lo recibiría entre los primeros.

El otro día estaba hablando por teléfono con mi hermano:

—Tapa bien los tanques, no dejes agua de un día para otro en las vasijas de los animales…

Parece que aquel le dijo algo que no le gustó, porque replicó severa:

—¡Haz lo que te digo! Si te enfermas con el Zika no quiero tener que decirte “te lo dije”. Y si ves un mosquito con las patas rayadas, mátalo sin compasión, que ellos no tienen compasión contigo.

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