País de viejos

Foto: Amílcar Pérez Riverol

Foto: Amílcar Pérez Riverol

Atrás, muy atrás va quedando la imagen de la abuelita amorosa rodeada de muchos nietos. Mi abuela, por ejemplo, que tuvo 12. Ella misma tuvo siete hijos, así que calculando mal y rápido supongo que mi bisabuela debió tener más de veinte nietos. Hoy por hoy, mi madre tiene -y por lo que parece, va a tener- solo dos nietos. Y ninguno de sus hermanos pasa de cuatro.

Está visto: vamos en camino de ser un país de viejos. De viejos con pocos nietos.

Algunos dicen que la gente no quiere tener hijos porque la cosa está muy mala, porque apenas alcanza para vivir dignamente, porque un hijo, ahora mismo, es una complicación…

Está claro que la situación económica influye muchísimo. Yo me pongo en el lugar de mi hermano y veo el trabajo que pasa para que sus hijos tengan todo lo que necesitan. Afortunadamente mi familia es muy unida. Yo mismo estoy fuertemente comprometido con el bienestar de mis sobrinos.

Que la vida esté difícil influye, pero no determina. Mis abuelos tenían peor situación en los años cuarenta del siglo pasado y así y todo tuvieron siete hijos, como ya les conté.

La principal cuestión, digan lo que digan, es cultural. Casi todo el mundo en este país sabe que hay vida más allá de la maternidad y la paternidad. O sea, que tener hijos no tiene que ser el centro de la existencia. Y criar un hijo, eso lo sabe sobre todo el que lo tiene, es una empresa muy difícil.

Gracias a los métodos anticonceptivos, gracias al condón y el aborto seguro y gratuito, muchas de nuestras mujeres tienen, a lo sumo, dos. Y una buena parte se conforman con uno o con ninguno.

Es su derecho inalienable, nadie lo está poniendo en cuestión. Pero es una serpiente que se muerde la cola. Seguramente ya han escuchado las proyecciones: dentro de veinticinco años habrá más viejos que niños, que miren como lo miren es una situación anómala.

En el contexto latinoamericano desentonan hasta cierto punto nuestros indicadores: parecen cifras de país desarrollado. Otra más de las muchas paradojas de nuestro día a día, pero no voy a meterme mucho en el tema.

Solo les diré algo: me preocupa mucho el futuro de este país. Si ahora mismo tantos jóvenes no quieren trabajar (no tienen incentivos, dicen; aunque está claro que tienen gente que los mantiene o ellos mismos se buscan la vida de mil maneras “informales”), ¿qué será cuando haya más ancianos que personas en edad de trabajar?

Lo estaba comentando con una amiga que, por cierto, no tiene hijos y me llamó la atención su distancia del problema:

—Pobres ancianos los del 2045, van a pasar más trabajo que un forro de catre…

—¿Tú estás consciente de la edad que vas a tener en 2045?

Me miró espantada.

—¡Sesenta y cinco años! ¡Yo también seré una anciana!

¿Se dan cuenta, jóvenes de ahora mismo, de la importancia de la situación? Hay que tener más hijos, señores y señoras. Anímense, por favor…

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