Colechar, mi filosofía de crianza

¿Cómo voy a enfrentar la maternidad una vez que nazca mi bebé? ¿Qué modelo sigo? ¿Por qué nos hemos alejado tanto de lo natural?
La verdad no he tenido tiempo de pensarme madre. Eso ya lo he confesado. Son estas unas preguntas más filosóficas, más ideológicas; que van más allá de las necesidades materiales, de carencias o ausencias.
He comulgado con la idea del colecho, compartir la cama con tu bebé con sus variedades, sus ventajas y sus riesgos –no te desesperes que ya explico.
Colechar es de mamíferos. Hasta el siglo XIX era una variante de crianza aceptada y algunas culturas la siguen practicando sin mayores inconvenientes.
En años recientes, esta fórmula ha ganado adeptos, a partir de la filosofía de responder a instintos, necesidades y demandas del bebé. Una vuelta a la madre natura que hemos abandonado con la filosofía de embarazos y crianzas totalmente medicalizadas, patologizadas.
Googleo en busca de referencias prácticas y de explicaciones desde la ciencia. Esta modalidad tiene tantos defensores como detractores.
Dormir con tu bebé garantiza, según ambos puntos de vista, que el bebé se sienta más protegido y seguro, que se creen relaciones de apego con la criatura –esas que agradeceremos todos cuando crezca–, y que la lactancia materna sea más sencilla, fundamentalmente en la noche. (La lactancia materna reduce el riesgo del síndrome de muerte súbita del lactante-SMSL, que tanto asusta a quienes estamos gestando, porque la madre está tan cerca que puede despertar si algo le sucede).
Un promotor de los colechadores es el Ministerio de Sanidad español que ha editado recientemente una guía denominada Cuidados desde el nacimiento. Recomendaciones basadas en pruebas y buenas prácticas.
El manual, además de defender el acceso libre de los padres a las unidades de neonatos, recomienda el colecho con cunas sidecar, desde que se está en las maternidades hospitalarias, para facilitar la lactancia materna, entre otros beneficios, sin riesgos para el bebé.
Contradictoriamente, la muerte súbita es el primer argumento de los detractores de colechar. Eso, junto a los riesgos de aplastamiento, los alarma y nos alarma.
Algunos, los menos drásticos, solo alertan a padres fumadores o que hayan consumido drogas como el alcohol que alteran sus percepciones, o que estén muy agotados. Y nos cuenta del inconveniente a la hora de que los padres quieran tener relaciones sexuales.
Con no poca polémica por el sesgo de su estudio, Robert Carpenter y un colectivo de autores publican en 2012 Colecho cuando los padres no fuman…, en el que aseguran una sustancial reducción de los riesgos de la muerte súbita, cuando los padres no comparten la cama con sus hijos.
El diario cubano, Granma, también se hace eco de los detractores, sin que haya matices en su nota fechada el 17 de mayo de 2017.
“En Cuba, 50 por ciento de las defunciones en menores de un año ocurridas durante el 2016 por accidentes, se debieron al colecho; y en el presente año (2017) las estadísticas muestran que –por esta causa– ha ocurrido una defunción cada 30 días”, refuerza el periódico.
El “peligro de asfixia por compresión toraco abdominal o incluso de aplastar al pequeño”, junto con la referencia a la “evidencia científica” sobre el aumento significativo del riesgo del Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (SMSL) en hijos de padres fumadores o que “ingieren alcohol, drogas o sedantes, especialmente si el bebé es prematuro o de bajo peso”, son las prevenciones de la doctora Milagros Santacruz, pediatra coordinadora del Programa de Prevención de Accidentes en menores de 20 años.
Santacruz, la periodista Lisandra Fariñas y Granma parecieran ser enemigos acérrimos de colechar.
“También en ella (la madre) se debe educar en la prevención de lesiones no intencionales que pueden ocurrir, como el colecho (evento fatal que ocurre cuando los padres asfixian al recién nacido al acostarlo con ellos)”. Al identificar colecho y accidentes se equivocan en su definición, en otra nota, del 11 de junio de 2017.
En una anterior publicación de la colega Fariñas, fechada el 7 de junio de 2015, la doctora Santacruz se refería a la muerte por aplastamiento como sinónimo de colecho: “queda terminantemente prohibido que duerma junto con los padres o hermanos mayores para evitar la muerte por aplastamiento o colecho”.
Casi un año antes, el 30 de junio de 2016, el trío opositor definía el colecho como la situación en la que “el niño/a es comprimido por adultos en la cama”.
Por suerte, desde hace unas tres semanas mis interrogantes, mis dudas, se resuelven con la ayuda de amigos que, en la práctica y amparados por otras visiones también desde la ciencia, han encontrado otras respuestas y sus soluciones: Alejandro me cuenta de su hermosa experiencia con su hija, mientras Gloria y Mauri nos regalan la cuna de colecho (Next2me o cuna sidecar) que el abuelo paterno de Tadeo hizo con sus propias manos. (Me emociono y lloro en la WiFi de contén, que es nuestra oficinita a la intemperie). Emilia y Tadeo gozan de buena salud, nunca han sido aplastados y son niños felices y amados.
Tomo una decisión: mi bebé y yo colecharemos responsablemente.

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