El cuento de la semilla de papá

Tengo un amigo de apenas 3 años de edad. Se llama Kaleb Pérez Matienzo, un nombre muy grande cuando se es tan pequeñito. Kaleb da saltos de alegría cuando le dicen que vendrá a visitarme y cuando nos encontramos siento que es feliz y me hace feliz.

Me cuenta de su día, en una jerigonza que aún no comprendo entera, y cuando le confieso que no lo he entendido, me repite con calma hasta que logro descifrar el mensaje. Kaleb es de los pocos amigos que me tiene una paciencia infinita.

Con Kaleb he aprendido mil y una cosas, incluso de mí, de mi capacidad de amar. Pero Kaleb nació cuando yo cumplía los 40 y, aunque tenderemos a incomunicarnos, por aquello de las diferencias generacionales, es mi amigo más pequeño. Y la amistad es cosa seria.

Hace unos días me devolvió su pregunta en forma de respuesta sobre la noticia de mi embarazo: “Martica, masticaste bien y te tragaste al bebé que tienes en tu barriga”.

Confieso que no estaba lista para este momento. Mis sobrinos –casi todos adoptivos– son grandes y ya entienden de sexualidades, con más precisiones y libertades que yo, que toda mi generación. Para rematar alguien cercano a él, en un juego, le dijo: “Me comí la computadora”.

Pensé en la confusión de Kaleb y me di a la tarea de elaborar una respuesta para él, con la ayuda de amigos con experiencias en estas lides y de expertos, en mi vida y en Internet.

Comparto con ustedes mi modesta investigación, válida para familias que esperan otro bebé.

Para los expertos es claro que, por lo general, los niños comienzan a hacer preguntas acerca de la sexualidad alrededor de los 3 años, por la observación de sus cuerpos y de los que lo rodean. Y se recomienda responder siempre con un vocabulario propio.

Según varias de las voces consultadas, la historia de la semilla plantada por el padre en el vientre de la madre, junto al cuento de las cigüeñas parisinas encargadas de depositar al bebé en casa, son las más comunes.

Los niños suelen estar satisfechos con estas respuestas. Sin que pregunten quién los asigna a cada familia, de dónde salen estas cigüeñas, dónde queda París o dónde compraron la semilla, cómo se planta en la barriguita de mamá.

Hay otras historias míticas que, como la conclusión de Kaleb, pueden dejarlos un poco “aterrados”: “El bebé está cerca de la caca, en las tripitas, y sale con ésta”.

Como algunos padres pueden sentirse avergonzados (en mi caso, responsable por no haberlo previsto) de hablarles sobre penetraciones, vaginas, penes y deseos, o contrariados frente a óvulos y espermatozoides, quienes han estudiando estos temas nos recuerdan que los niños carecen de nuestros prejuicios.

También que cuando ellos crecen pueden sentirse traicionados por la mentirita que sus padres o familiares les contaron. (Nunca perdoné a los míos por el ridículo que hice en preescolar cuando la maestra preguntó cómo se produce la lluvia y yo respondí lo que ellos me habían inventado para que yo pudiera “entender”, por ejemplo).

Otro de los aspectos señalados es que pensar en abstracto no es una de las capacidades cognitivas de los niños pequeños. Por lo que se trata de facilitarles una explicación lo más concreta posible.

Está muy recomendado apoyarse en libros escritos para la infancia. Creo que esta será mi solución para la próxima visita de mi amigo Kaleb.

Si sus padres están de acuerdo, le leeré Mamá puso un huevo, que puede descargarse gratis y en PDF aquí. Quien lo necesite puede pedírmelo a mi email especificando título en el asunto: martamar77@gmail.com. El libro se refiere a todos los tipos de familias, aun cuando no estén legitimadas legalmente, y en la adopción como otra forma de tener un bebé.

Lo que recomiendan los expertos:

-Eligir el momento y lugar adecuados para responder esta pregunta. Mejor hablar en la casa, tranquilos.

-Hacer que el niño se sienta feliz de pedir explicaciones, de preguntar.

-Alrededor de los 3 años se le puede decir al niño que para hacer un bebé, mamá y papá se dan un gran abrazo y empieza a formarse el bebé. Por lo general, no necesitará nada más.

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