De cómo nos convertimos en cifras buenas

Por onceno año consecutivo Cuba mantiene su tasa de mortalidad infantil por debajo de 5 por cada 1000 nacidos vivos.

Nina y Marta.

Nina y Marta.

Nina aparece como un número en la cantidad de nacimientos ocurridos en Cuba en 2018: 116 320, reportado como dato preliminar por el diario Granma a inicios de este año.

Así, ella engrosa la parte buena –mayoritaria– de las estadísticas mostradas durante décadas por la isla: las cifras de nacidos vivos.

La humanidad insiste en mostrar el indicador en negativo, como tasa de mortalidad infantil, quizá porque sigue siendo un problema en el mundo en vías de desarrollo. Y ahí Cuba se luce junto a países llamados desarrollados, como Canadá. Nuestra isla, en 2018 ha tenido, por segundo año consecutivo, la más baja tasa de mortalidad infantil de esta historia: 4,0 por cada mil nacidos vivos, lo que representa cuatro muertes menos respecto al período anterior, según Granma* (la fuente no precisa las causas de estos fallecimientos que me estrujan el alma).

El resultado se achaca al Programa Materno Infantil, conocido por sus siglas PAMI, que he ido describiendo en Martazos anteriores, desde mis experiencias como mujer embarazada. Sin embargo, trataré de listarlo lo más preciso posible aquí y ahora:

-Consulta de captación, como se llama a la primera visita al médico de la familia que nos corresponde, prevista antes de las 12 semanas. Sumarán más de 10 consultas en toda la gestación. El médico a cargo nos indicará, además de reconocernos clínicamente, análisis de laboratorio trimestrales y la actualización de nuestro esquema de vacunas. También se encargará de emitir un certificado para que podamos acceder a los alimentos previstos para la venta subsidiada en la canasta básica.

-Luego somos remitidas con ginecóloga del área de salud, genética, nutrición, medicina interna, psicología y estomatología, que se mantienen regulares cada uno de los trimestres del embarazo y, si lo requerimos, por algún evento particular. También nos envían a discreción con un especialista en trabajo social.

-Los centros municipales de genética se encargan del seguimiento por ultrasonidos de la criatura y de pruebas como la electroforesis y alfafetoproteína, que detectan anomalías en su desarrollo.

-De ahí nos podrían derivar, como en mi caso, a consultas especializadas, como la de tiroides en el embarazo, del Instituto Nacional de Diabetes, y, si hay riesgo genético, a Genética Provincial para amniocentesis y otros procedimientos. Además de los seguimientos a la diabetes gestacional, hipertensión en el embarazo y anemia por deficiencia de hierro, que afecta a 40 por ciento de las gestantes, según las estadísticas citadas por la Revista Cubana de Medicina Integral.

-Se debe garantizar gratuitamente en cada consultorio las dosis de ácido fólico y de las tabletas prenatales cubanas, compuestas por fumarato ferroso en bajas dosis (100 mg de la sal, aproximadamente 35 mg de hierro), 150 mg de ácido ascórbico y 2 000 UI de vitamina A. La fórmula incluye, además, 250 mg de ácido fólico. (En mis consultorios había disponibilidad, aunque supe que en otros lugares estuvieron en falta).

El PAMI enfatiza en el diagnóstico precoz y prevención del crecimiento intrauterino retardado, nacimientos prematuros, bajo peso al nacer, trastornos hipertensivos del embarazo, diabetes gestacional y enfermedad hemolítica del recién nacido, entre otros puntos que aportan a la morbilidad y mortalidad infantil, también a la materna.

Ya lo he escrito antes: nuestros médicos fueron buenos en humanidad y preparación, aunque estuvieron estresados hasta el final. Sostuvieron procedimientos que apuntan a la llamada violencia obstétrica por la falta de debate sobre un programa como el PAMI, con logros visibles –que una agradece en países como el nuestro– pero con protocolos unificadores, que anulan nuestras particularidades como mujeres gestantes, que no incluyen a las figuras paternas y que hacen que cursar un embarazo en Cuba pueda ser sinónimo de “problema” para nuestros doctores, o de “enfermedad” para nosotras y nuestras familias.

Del diálogo honesto con mis médicos todos (los que me entendieron y los que no), y de mis posiciones firmes contra la medicalización de este evento fisiológico y la violencia obstétrica, junto a todos los demás temas que pueden influir en un buen embarazo, nació la saludable Nina y se convirtió en parte de este número-escudo. Nosotras estamos bien, más allá de las estadísticas.

 

*Por onceno año consecutivo Cuba mantiene su tasa de mortalidad infantil por debajo de 5 por cada 1000 nacidos vivos.

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