Despedida sin final

Cuando llega la hora de poner pausa a estos Martazos, quiero agradecer a todas las personas que nos han acompañado hasta aquí en este exorcismo-desaprendizaje.

Nina y Marta al atardecer.

Nina y Marta al atardecer.

Me he despedido tantas veces y aún no me acostumbro. Nina cumplió sus 6 meses de vida fuera de mi panza. Así, la invitación de OnCuba para estos Martazos llega a su fin.

No puedo hacer recuentos cuantitativos, como me planteé unas semanas atrás. Sin embargo, quiero agradecer a todas las personas que nos han acompañado hasta aquí en este exorcismo-desaprendizaje, incluso a los violentos que me han permitido diagnóstico no científico de lo mucho que le queda a la sociedad cubana para ser justa con sus mujeres, con sus madres (y también con los padres). Necesito agradecer a OnCuba y a sus editoras, Milena Recio y Mónica Rivero, por su respaldo. Y sobre todo a Nina y su papá por apoyarme en esta aventura de columnista gonzo.

Como no soy buena despidiéndome, voy a escribir sobre lo que me ha ocupado la última semana. Empecé por entender que Nina está alistándose para comer otros alimentos, además de la leche materna que le proveo sin restricciones para su sustento físico y emocional.

Nina no se sienta aún. Pero tiene dos dientes (el segundo del centro abajo acaba de salir) y ya sigue con la vista nuestro cubierto, del plato a la boca, y salivea, traga en seco. Ahora probaremos si puede agarrar los alimentos, llevárselos a la boca y masticar sin atragantarse, el paso que confirma que realmente están listos y que su estómago los acompaña.

Le ofreceré la teta antes de darle acceso a mi plato con algún alimento adecuado, la dejaré comer sola, a ver qué sucede. Confío en que, si no está preparada para comer, jugará con la comida y que controlará la cantidad que necesite. Volveré a proponerle la teta al terminar.

Estudio el libro El Paso a los alimentos, de la Liga de la Leche, que me va llegando de a poco, gracias a las amigas voluntarias argentinas de esta organización, Marcela Jurquiza y Vale Irala que han entendido nuestra preocupación por alimentar a Nina lo mejor posible, más en un contexto de crisis alimentaria.

En el texto recomiendan empezar con frutas, blandas o en pedazos que quepan en la mano del bebé (aguacate, manzana pelada rallada o ligeramente cocida, melón, plátano); carnes magras cocinadas deshilachadas o en rodajas para roer; arroz pastoso… Además de evitar algunos alimentos en el primer año, como el maní y la mantequilla que se produce con él, los cítricos como naranjas, limones y toronjas, así como la clara de huevo, mariscos, trigo y sus derivados, leche de vaca y productos lácteos, miel, sal y azúcar.

Mientras Naghim Vázquez, Loannia Marimón y Ariel Uz me pasan desde Puerto Rico, Cuba y Suecia, recetas y maneras en las que alimentaron a sus criaturas en esas etapas, busco alimentos más saludables y planeo que mi bolsillo nos provea de estos orgánicos. Sueño y lucho.

“Si el bebé manda, la madre se relaja. Espere a que cumpla los 6 meses y siga sus instrucciones. Así habrá menos desorden en la mesa, menos preocupaciones, menos dinero gastado, menos vigilancia y mucha más diversión para todos”, leo en el texto que me guía. Quiero que nos la pesemos bien, lo mejor posible.

El otro asunto de la última semana es que he menstruado otra vez. Lo que me sitúa entre 65 por ciento de las mujeres que ven venir su regla a los seis meses de haber parido. Vino fuerte, no en flujo, sino con migrañas tremendas, como las de la adolescencia. Elegí no medicarme ni con lo permitido. Así que fueron dos días duros. Volví a la copa menstrual que promuevo para que el Estado cubano venda y subvencione para mujeres que no pueden pagarla.

Entre las múltiples ocupaciones, comencé a hacer mi banco de leche materna, que tanto me ha recomendado Rosario. Aunque hasta aquí me haya negado a sustituir el amamantamiento por motivos de trabajo, si fuera necesario, habrá leche para Nina en el congelador. Me ordeño en las noches para garantizar las dosis que pueda almacenar.

Por otra parte, he vuelto a ser tía postiza. Mi amiga ginecóloga Mónica Meluzá acaba de alumbrar a Diego. Reviví mi parto, que he olvidado (quizá la manera en que la naturaleza garantiza que podamos volver a pasar por esta experiencia) y la acompañé, desde casa; no como hubiera querido.

El próximo domingo todo se prepara en la isla para “celebrar” el Día de las Madres, una festividad más comercial que real, cuando gestar es patologizado; alumbrar, violentado, y maternar placenteramente y empoderadas sigue siendo el gran reto en nuestra sociedad que envejece.

Yo nos festejo todos los días en nuestras luchas, a Mónica y a todas las madres que han pasado por aquí con sus historias y sus vidas, a mis lectoras. Para todas, estos Martazos que volverán a donde nacieron, a las redes que he tejido gracias a ustedes.

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