Lo que me queda

Embarazo de Marta María Ramírez. Siete meses.

Embarazo de Marta María Ramírez. Siete meses.

La idea de trasladar estos Martazos en forma de periodismo gonzo de mis redes sociales a OnCuba fue de las editoras de la revista. Me invitaban a dialogar con mi cuerpa o cuerpo –como prefieran leer– embarazada, sobre lo que me ocupa o preocupa, desde mis vivencias, desde mi ideología: mi bebé y yo como fuentes.

Sin embargo, la mayor parte de las motivaciones las han aportado los lectores-comentaristas de esta columna. Si antes me ocupaban las posiciones de mandarme a mudar de país o a censurarme, ahora quiero escribir sobre el comentario que un tal Roberto dejó en la nota Hablemos de violencia obstétrica.

Lo cito: “… solo te falta decir que vas a dar a luz en casa, con una partera, que sea todo natural y tener control total sobre tu cuerpo y tus decisiones”.

Elegí a nuestra ginecobstetra (o ella a mí) hace más de 15 años, cuando no pensaba que iba a ser mamá, cuando ella –iniciada en los estudios de Medicina– ya planeaba ser ginecóloga.

A Mónica y a mí nos unió la música, como muchas de mis buenas relaciones. El maestro Leo Brouwer homenajeaba a su abuelo recién fallecido, el gran Edgardo Martín con unos conciertos memorables en su ciudad natal, Cienfuegos. La música –reitero– y la mar cienfueguera nos hicieron amigas hasta hoy. Esa hermandad se selló en las buenas y las malas.

Hace unos siete meses ella, devenida especialista de las buenas, confirmó mi embarazo de cuatro semanas y ha sido mi apoyo, más allá del sistema de atención primaria a embarazadas de Cuba. Ella será la que nos asista en esta aventura de dar a luz a la criaturita que se mueve inquieta en mi vientre mientras escribo.

Entonces, según mi biblia para embarazadas*, había vencido el primer paso importante tras la concepción: elegir al “tercer miembro del equipo de gestación”, después de padre y madre (no solo los heteronormados), claro está.

Además de mis razones afectivas y de la medicaza en que se convirtió mi amiga, y siguiendo a mi libraco de cabecera, necesitaba a un médico que me viera como “socia” y tomara decisiones basándose en su experiencia, sin dejar de incluirme en el proceso. Así, Mónica me garantizaría el parto natural que quiero, pero no dudaría en practicar una cesárea, si nuestras vidas estuvieran en juego.

La verdad, me habría gustado parir en casa –probablemente en la bañadera, asistida por el padre de la criatura, una partera junto mi médica ginecosbtetra, con las características que antes sugerí para nuestras seguridades.

Me habría encantado que ya hubieran rendido fruto las luchas de algunas colegas contra parir en camillas horizontales que no solo retan a la ley de gravedad, sino que la suplen por un médico que empuja presiona tu panza para lograr la magia del alumbramiento, por el fin de las episiotomías brutales –muchas veces innecesarias–; por la inclusión de padres en el proceso de pre, parto y posparto –limitado por medidas machistas que se refrendan, según directivos de Salud, en decisiones de otras mujeres–; porque, antes de poner a nuestros hijos en cuneros estériles, lejos, los coloquen sobre nuestros pechos para reconocernos, entre otros asuntos que también se nombran “violencia obstétrica”.

Pero eso no será del todo así. Y yo no tendré “control total” sobre mi cuerpo –cuerpa–, como parece criticarme Roberto a secas, ni acceso a formas alternativas para parir, como los cuidados enfocados a toda la familia o la silla para dar a luz, el Sistema Leboyer, el parto bajo el agua o en casa.

Por lo pronto, me centro en lograr la mejor relación con todos nuestros doctores para no cederles toda la responsabilidad ni asumirla yo, rotunda.

Les dejo algunos extractos de las recomendaciones del texto que me guía sobre cómo conseguir una buena relación con mis especialistas:

⇒Haga una lista resumen antes de cada visita al médico. La encomiendan como la única manera de estar segura de recordar todas las preguntas y todos los síntomas, de no perder tiempo ni hacérselo perder al facultativo. Esta lista debe incluir hasta los efectos secundarios de un tratamiento.

⇒No tenga miedo de que sus inquietudes, aunque parezcan tontas. Esté preparada para ser muy específica respecto a los síntomas.

⇒Manténgase informada. Pero también tenga en cuenta de que no se puede fiar de todo lo que lee (incluidos estos Martazos y sus comentarios). Consulte con su médico y, si sospecha que este puede estar equivocado en algún punto, lo mejor es decírselo.

⇒Pida todas las explicaciones.

⇒Diga toda la verdad. Nunca de informaciones falsas ni a medias.

⇒No deje de lado los ultrasonidos recomendados, los exámenes o las medicinas, a menos que tenga una razón médica o personal. Discuta sus motivos con su médico.

⇒Si tiene alguna queja sobre la relación con su médico, deberá airearla.

⇒Si nada de esto funciona, todo estará mejor buscando un reemplazo.

 

 

*Qué esperar cuando se está esperando, editado por el Grupo editorial Norma, tiene más de 10 millones de copias vendidas y se ha convertido en mi «biblia», aliada de cabecera.

Salir de la versión móvil