Ni una menos

En estos Martazos embarazados he sido violentada mayoritariamente por hombres anónimos, que responden con violencia a mi forma de pensar como si yo los agrediera.

Manifestación por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en Hungría. Miles de ciudades se sumaron a la conmemoración. Foto: Zoltan Balogh/MTI vía AP.

Manifestación por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en Hungría. Miles de ciudades se sumaron a la conmemoración. Foto: Zoltan Balogh/MTI vía AP.

Del 25 de noviembre al 10 de diciembre vivimos 16 días de concentrado activismo mundial, para prevenir la violencia contra mujeres y niñas. La fecha de inicio marca el asesinato de las hermanas Mirabal, ordenado por el dictador dominicano Rafael Trujillo. Las hermanas cometieron el delito de ser mujeres, mujeres luchadoras, mujeres bellas, según el gusto del tirano. Nosotras no las olvidamos y las convertimos en símbolos de nuestras batallas.

Luego está el 1ro de diciembre, Día Mundial de prevención del VIH/sida. Lloramos a nuestros muertos y festejamos a los amigos sobrevivientes. Y el cierre del 10 de diciembre nos recuerda que a los Derechos Humanos competen los Derechos Sexuales y Reproductivos. También, que el origen de todas las discriminaciones es el mismo, como reza el feminismo.

He contado en estos Martazos algunas de las formas de violencia que he vivido, y otras que han sufrido amigas y colegas. En estos Martazos embarazados he sido violentada mayoritariamente por hombres anónimos, que responden con violencia a mi forma de pensar como si yo los agrediera.

Mis amigas Luz y Sandra comentan sus temores sobre mi integridad física y mental. Luz llora con algunos comentarios. Sandra se faja y hasta los expulsa de este pedacito de ciberespacio. Yo intento el diálogo respetuoso, que cuesta. Hay tanto que desaprender.

Otras mujeres se solidarizan, me invitan a sus reuniones de amigas y me animan a seguir. He llegado a leer: “Tú eres mi voz, la voz que no tengo”. Otros hombres, conocidos y no, dejan mensajitos de agradecimiento, califican mi militancia de “contagiosa”, aun cuando no estemos de acuerdo.

Coincidiendo con mi gestación y el escándalo en torno a Quiero Hacer una Película, ha aparecido un ciberacosador que no me da treguas (ni al día siguiente del nacimiento de Nina). Llamadas a mi celular a cualquier hora, desde números extranjeros siempre diferentes, imposibles de rastrear.

He sentido miedo, por mí y por Nina, que sin saberlo ha sido agredida desde que estaba en mi pancita. Por Nina, que es mujer, que es mi hija, que tendrá que luchar contra todo ese patriarcado terco y violento. Me he sentido agotada, porque es una lucha constante en todos los espacios, y parece que no avanzamos mucho.

Pero me repongo. El temor lo enfrento con mi “corta verdad”, como me cantaba Jorge García. El cansancio, con un repaso de lo que sí hemos logrado, con los mensajes de ánimo y buenas energías para nosotras, con el amor que siento en el medio de la pancita vacía. Esos paliativos tienen que servirnos frente a legisladores machistas que se resisten a tomarnos en cuenta, a normar una ley para prevenir y enfrentar la violencia de género.

Vivimos en una isla con cifras de incidencia del VIH de las más bajas del planeta. Sin embargo, llevamos años alertando sobre el aumento en mujeres (incluidas las trans).  Vivimos en una isla donde las cifras de feminicidio –siempre sub registros– se manejan como secreto de Estado, incluso para sus instituciones y especialistas. Nos hemos tenido que conformar con “aunque fuera una sola mujer o niña la víctima, tendríamos que hacer algo”.

Aquí, la violencia simbólica apenas está a debate. Nos tratan de conformar con el impugnado Decreto Ley 349, a pocos días de entrar en vigor. En esta norma, por primera vez se incluyen castigos para esta forma de violencia, mientras se ilegaliza y censura el arte libre, la creación independiente. No nos dejemos contentar.

Aquí, la violencia psicológica no se reconoce. Aquí, hablar de violencia obstétrica es un pecado contra un sistema de salud gratuito. De ciber acosos se empieza a hablar muy recientemente, sin normas ni protecciones.

Aquí, hablar de Derechos Humanos es dar armas al enemigo. Desde hace poco más de una década, instituciones estatales comenzaron a relacionar –justamente– estos derechos universales e inalienables con los Sexuales y Reproductivos… sin que parezca impactar mucho en las políticas públicas.

Por eso finalmente no escribí hoy sobre colecho. Y pido leyes específicas, políticas públicas que nos contemplen y amparen, debates ricos y respetuosos, mejores condones y lubricantes. Me sumo a la petición de una #CubaSin349, del que exijo salvar los incisos no discriminatorios, con la filosofía de prevenir más que de castigar. Y grito fuerte: ¡Ni una menos! ¡Ya basta!

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