Nosotras paramos

Nina ya ha empezado a experimentar lo que significa haber nacido mujer en un mundo patriarcal.

En Cuba amamantar en público no va contra la ley.

Hace algunos años vi un falso documental sobre un día en la vida en Estados Unidos sin mexicanos. Pensé en cómo sería si el planeta se viera sin sus mujeres. No hice nada más que comentar mi idea con algún que otro amigo, y seguir hablando de cine, de ese género poco explotado en la isla.

Hace casi tres años, mis colegas argentinas me invitaron a su primera convocatoria de la Huelga Mundial de Mujeres. El principio era el mismo que saboreé antes: “1 día sin mujeres”, sin lo que somos, sin lo que aportamos en cualquiera de los espacios en los que participamos. Ahí me uní a esa fuerza que no es solo de brazos caídos, de ausentarnos, sino de salir a las calles a demandar nuestros derechos y desenmascarar nuestras realidades en el patriarcado.

Hace 1 año, cuando aún no sabía que una niña se gestaba en mi pancita, escribí un Martazos en mis redes sociales sobre mis motivos (42, uno por cada año vivido) para incorporarme al paro internacional desde Cuba, donde la huelga sigue siendo inconstitucional.

Mujeres de 50 países se sumaron al primer llamado, en 2017. En el segundo fueron más mujeres, más países. Cuba no figuró en ninguno de los registros. Yo paré sola aquí, y eso no significa tanto: soy independiente desde 2005 y parar en casa es más simbólico que efectivo.

Me voy a detener en recordar cómo llegamos a conmemorar este día de marzo como nuestro: La primera vez fue el 19 de marzo de 1911, en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, un año después de que la política y activista alemana Clara Zetkin hiciera la propuesta en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, para no olvidar que el 8 de marzo de 1909, un incendio originado en una fábrica textil de Estados Unidos ocasionó la muerte de 129 mujeres.

El objetivo fundacional de la conmemoración sigue teniendo vigencia: promover la igualdad de derechos de nuestro género –incluso la participación de mujeres en los sufragios es tema pendiente en algunos países.

Cuba se sumó en 1931, en un evento organizado por la Central Nacional Obrera de Cuba y la Federación Obrera de La Habana. Luego del triunfo de Fidel Castro, las mujeres lograron algunos de sus reclamos: acceso al trabajo, espacios para el cuidado de los hijos de madres trabajadoras, igualdad de salario por la misma tarea que los hombres, acceso al aborto en condiciones hospitalarias seguras, gratuitas y sin distinciones. A partir de ahí no más protestas.

Nina y yo heredamos esas victorias. No tuvimos que luchar por ellas, porque fueron libradas por mis abuelas, ambas “amas de casa”. Pero hoy –en nombre también de mi hija– demando su actualización y reformulación, así como la inclusión de otros derechos no conquistados y vitales en la vida de las mujeres cubanas, que listo en el Martazos de hace 1 año.

Nina ya ha empezado a experimentar lo que significa haber nacido mujer en un mundo patriarcal. No usar aretes, hasta que decida o no abrirse los huecos de las orejas, y vestir de azul, que le queda tan hermoso, son temas recurrentes de debate sobre cómo la estamos criando.

Nina tiene que haber sentido en mi útero y a través de mis tetas mi pena, ante los ataques de algunos comentaristas de esta columna, frente a su disenso con mis experiencias, mis opiniones, y otras arremetidas machistas en mis espacios laborales.

Por ella también este Martazos y por nosotras, para que dejemos de regocijarnos este día. El Día Internacional de las Mujeres no es para felicitarnos por pertenecer a este género, sino para que pensemos en nuestros pendientes, nuestras demandas a nuestras familias, colegas, legisladores para vivir en casas, centros laborales, ciudades y países amables con nosotras y nuestras hijas.

Este no es un día de las feministas, es de las mujeres todas para recordar lo que valemos. Es un homenaje a aquellas obreras que murieron en el incendio de Nueva York hace poco más de un siglo, a Clara, Rosa y tantas ancestras luchadoras. Eso le cuento ya a Nina.

Hace un año una colega mexicana añadía a mi lista el punto 43: la tipificación del femicidio. Ahora Sumo una exigencia más, la 44, por el año que estoy a punto de empezar a transitar: Que no se plebiscite el Código de Familia (Familias, en plural).

¡Ah! Y no nos felicites, que nosotras paramos este 8 de marzo.

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