¿Seré una madre antivacunas?

¿Qué has hecho tú con tus hijos? ¿Qué harías de estar en mi lugar?

¿Qué has hecho tú con tus hijos? ¿Qué harías de estar en mi lugar?

Tengo un malestar provocado por la reactivación de la vacuna toxoide tetánico. Febrícula de unos 37 grados Celsius, un cansancio atroz, desgano. Soy blandita por 48 horas. Soy dependiente. Mi bebé se mueve molesto, imagino que por mi indisposición.

Me ha ocurrido lo mismo con las dos dosis de esta vacuna reglamentaria para mujeres embarazadas en Cuba, si no las has reactivado en 10 años.

Se trata de inmunizarte al inocular la toxina bacteriana del tétanos, atenuada por procedimientos químicos, como productos o calor, una práctica de principios del siglo XX (1909 para ser exacta), para prevenir una enfermedad grave producida por un bacilo que penetra, usualmente, por heridas y ataca al sistema nervioso, entre 6 y 25 días después de entrar al organismo.

Los síntomas de la enfermedad son horribles: fiebre, contracción dolorosa y permanente, dolor de cabeza y crisis convulsivas. Una vez enfermos, la primera manifestación es una contractura muscular que impide abrir la boca hasta la posibilidad de una muerte por asfixia.

Para prevenir el tétanos, se traza un calendario de vacunación para la madre (también para nuestros hijos). Además de otras vacunas previstas y garantizadas por el sistema de salud cubano, como la antigripal, que decidí no reactivar ante la alerta de mujeres embarazadas cercanas con gripes fuertes tras la vacunación.

Pero no quiero escribir sobre tétanos o gripes, sino del creciente movimiento mundial antivacunas. Aclaro que aún no me he situado en ninguno de los dos bandos, aunque comienzo a valorar los argumentos a favor y en contra de la vacunación.

Si las vacunas comenzaron a proliferar tal como las conocemos a inicios del siglo XVIII, el movimiento antivacunas primigenio está relacionado con las iglesias anglicanas, luego de que el científico británico Edward Jenner descubriera esta solución para la viruela, erradicada totalmente 70 años después del descubrimiento de la vacuna, según declaración oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Sin embargo, los primeros grupos antivacunas organizados surgieron en Reino Unido, a mediados del XX, en respuesta a la obligatoriedad de la vacunación, establecida por medio de leyes punitivas para los padres que no quisieran someter a sus hijos al método preventivo.

Hoy, si bien no es homogéneo, se sabe que el movimiento antivacunas está más arraigado en unos países que en otros. En países desarrollados está liderado por familias con un nivel cultural superior a la media.

Algunos de los grupos más radicales alegan razones ideológicas que se relacionan con estilos de vida naturistas en tipos de crianza, dietas y costumbres.

Otros, rechazan algunas vacunas o aspectos relacionados con la vacunación, como el empleo de timerosal en los preparados; o la obligatoriedad de esta práctica en los países que, como Cuba, lo tienen legislado.

Los motivos de tales oposiciones van desde las creencias religiosas hasta la percepción creciente de falta de transparencia de la industria farmacéutica, de gestores políticos y expertos, la crisis de institucionalidad circundante; así como dudas sobre la eficacia, riesgos y consecuencias de la vacunación.

Otra vez no consigo datos cubanos para documentar esta polémica. Así que, según encuesta a 4,000 padres estadounidenses, 72% vacunan a sus hijos como está establecido, 28% expresan dudas. Entre los dudosos, 9% acepta la vacunación a pesar no estar seguro de haber hecho lo correcto, 13% la atrasa y 6% la rechaza.

Una pesquisa electrónica entre pediatras europeos revela que 93% estima que el rechazo total a las vacunas se da en menos del 1% de los padres. El rechazo parcial lo ubican entre 1% y 5%.  La respuesta de estos médicos es de enfoque conciliador para tomar decisiones compartidas en 69%.

¿Qué hago, entonces? No lo sé. Siento que tengo poco tiempo para tomar esta decisión. Aunque, en mi balanza, las reacciones de mi propio cuerpo, mis conceptos más naturistas de vida, mi descreimiento en la institucionalidad, mi fobia a la imposición, me hacen propensa a ser una madre antivacunas.

¿Qué has hecho tú con tus hijos? ¿Qué harías de estar en mi lugar? Dos preguntas que buscan auxilio. Y, también –por qué no–, abrir este debate en nuestra isla.

Solo me queda, a manera de coletilla importante, recomendarles a mujeres que planean ser madres y no están en el bando radical contrario, que mantengan su hoja de vacunación al día, para que sus efectos secundarios no provoquen malestares ni en ellas ni en sus criaturas.

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