De vírgenes inmaculadas a putones feministas

A riesgo de parecer un “putón feminista”, término que tomo prestado de Dossie Easton y Janet Hardey en su Ética promiscua, dedicaré esta columna a las sexualidades de nosotras, las mujeres embarazadas.
Empiezo definiendo putón. Según las autoras estadounidenses que me descubren las sexólogas hermanas Miren Larrazábal y Cecilia Peregrina: “es una persona de cualquier género que ensalza la sexualidad de acuerdo con la idea radical de que el sexo es agradable y que el placer es bueno para ti. Los putones pueden elegir tener sexo a solas o tener sexo con un regimiento. Pueden ser heterosexuales, homosexuales o bisexuales, activistas radicales o vivir pacíficamente en barrios residenciales… Los putones comparten su sexualidad al igual que las personas filantrópicas comparten su dinero”.
Feminista es un adjetivo vilipendiado en estos tiempos –o desde su nacimiento como ideología de vida– al que echamos mano por necesidad de justicia e, incluso, por moda. En el que yo milito, hace algún tiempo, incluye la felicidad como resultado de la equidad entre los géneros plurales construidos culturalmente. Aquí nadie pierde nada, aunque le parezca. Todos ganamos en autonomías y en felicidad, insisto.
Pero ni los putones feministas ni nuestros médicos ni nuestros gurús hablan mucho sobre las sexualidades de las mujeres embarazadas; menos sobre las de embarazadas solteras.
Desde que confirmamos nuestro embarazo, nos convertimos en extremos de una cultura trituradora, si de cuerpos, placeres y sexualidades de la madre se trata: de vírgenes inmaculadas, seres asexuados que debemos dedicarnos al completo cuidado de nuestra gestación (luego del bebé), a apáticas miedosas, a devoradoras de hombres –casi siempre un único hombre: el padre de la criatura y siempre parte de una fantasía también patriarcal.
Hay mujeres a las que no les apetece tener relaciones sexuales durante el embarazo y hay otras cuya libido se dispara, entre otras variantes que no son estos extremos. Hay parejas –hombres o mujeres (en el caso de relaciones lésbicas)– de todo tipo: a los que la panza embarazada les resulta erótica, los que sienten rechazo o miedo, los que prefieren no hacer nada o marcharse –y no solo por las prácticas sexuales, sino por los pánicos a ser responsables; otros que deciden regresar…
Pero concentrémonos en nosotras por un momento.
A partir del primer trimestre del embarazo estamos más seguras de la viabilidad de nuestro bebé. Nuestra panza no es tan grande y los temores dejan más espacio al placer, a la imaginación.
En el segundo trimestre el bebé es más presente. Con sus movimientos, sus hipos… tomamos cada vez más consciencia de su existencia diminuta. Aunque los temores de afectarle de alguna forma regresan, sabemos que, si practicamos sexo seguro, nuestra criatura está a salvo.
Hacia el tercer trimestre nuestras condiciones físicas parecieran hacer más complicadas nuestras relaciones sexuales. Nos toca negociar posiciones cómodas durante la penetración. Para mí las mejores son aquellas en las que mi barriga queda libre de roces y presiones.
Para las mujeres que no estamos en pareja durante este período, recomiendo el autoplacer (masturbación incluida), que nos sirve para reconciliarnos con nuestras cuerpas y nuestras mentes, para restaurar nuestras autoestimas agobiadas por masculinidades en fuga. Esta variante la confío también a las acompañadas, para efectos similares.
Además, podemos reconectar con nuestra red de amigos sexuales o negociar con la figura paterna, si nos ofrecen garantías de prácticas sexuales seguras, y hasta salir a buscar peleas por las esquinas, siempre que nos sintamos a salvo.
Desde mi experiencia puedo dar fe de que una de las maneras naif de relacionarnos mi bebé y yo está vinculada a mis orgasmos: mi útero se contrae durante mis éxtasis para relajarse al ratico, junto con mi cuerpa entera. Me vuelvo más liviana y descanso, descansamos mejor. Mi mente se despeja de nubarrones.
Se trata de respetar nuestro deseo sexual y consensuar con la o las personas con la que estableceremos relación, porque, como en todo, comunicarse es vital. Si no funcionara bien, busque ayuda profesional para el acomodo. No sienta pena.
Ser un putón o no, feminista o no… quizá solo se trata de ser mujeres gestantes –gestoras– felices, de estar felices con nuestras cuerpas, con nuestras éticas.

Mitos sobre la sexualidad en el embarazo

El pene golpea al bebé y le puede dañar la cabeza.
El semen intoxica al bebé. (Es altamente recomendable el uso del condón).
Las relaciones sexuales al inicio del embarazo provocan abortos.
Las relaciones sexuales provocan sangrados placentarios.
La masturbación provoca partos prematuros.
La vida sexual durante el embarazo seca la leche.
Las relaciones sexuales provocan malformaciones en el niño.
Aquí se pueden encontrar 15 cómodas posturas sexuales para la mujer embarazada en una relación heterosexual.

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