Exóticos

Katy Perry en La Habana.

Katy Perry en La Habana.

Yo he estado en sitios raros: en la Isla de Pascua, en una caverna de sal no lejos de Salzburg, en el sitio donde presuntamente Guillermo Tell saltó a tierra desde la barca de Gessler en plena tormenta –a los suizos no parece preocuparles el detalle de que Tell sea un personaje ficticio–, en el Parque de los Monstruos de la familia Orsini en Bomarzo. Son lugares extraños, emparentados con la literatura y la leyenda, y en consecuencia atraen a un montón de visitantes… aunque la gente que vive cerca diría que no es para tanto.

Un rapanui ha vivido toda la vida acostumbrado a antropólogos y turistas (nosotros también) sólo que en su isla los fotógrafos retratan los moais que han resistido el paso del tiempo, en tanto que por acá retratan lo que se ha derrumbado o está a punto de hacerlo.

La isla comunista del Caribe, la utopía tropical. La tierra de los habanos, la salsa y las mulatas. No digo yo si muchos extranjeros se mostrarían interesados. Antes éramos exóticos por lo que se decía de nosotros. Ahora pueden venir a verlo. Lo curioso es que muchos sólo parecen ver lo que esperaban encontrar. Por lo regular, los turistas alquilan habitación en el Vedado y Playa pero toman fotos en Centro Habana. Andan por ahí cazando el ángulo más pintoresco, el tipo humano más raro o más típico según su parecer, tienen un orgasmo si logran fotografiar a un policía mirando atravesado a alguien. Si quieren entrevistarte o fotografiarte buscan un muro ruinoso o un auto americano clásico para el fondo. Es más fácil encontrar al monstruo de Loch Ness que imágenes de Miramar o Nuevo Vedado en un documental sobre Cuba.

He conocido turistas que creen que la manera de hablarnos es en la cuerda “compañeros, sigan resistiendo heroicamente, estamos con ustedes” y otros que dan por sentado que todos queremos largarnos al precio que sea. Si no bailas salsa y te ríes de tus desgracias, si no estás sexualmente disponible todo el tiempo, muchos reaccionan casi como si los traicionaras, o en todo caso como si no fueras un cubano cabal, vaya, de raza.

Te miran y escuchan como si el comunismo se nos notase en la cara.

Y es que ya es bastante incómodo vivir en un entorno insólito, para encima ser considerado raro tú mismo por el mero hecho de morar ahí. Volviendo a los rapanui, no dudo que estén orgullosos de sus ancestros y su cultura –hasta el punto de que muchos quieren la independencia de Chile– pero apuesto a que más de uno tendrá los cojones llenos de tanto ser visto como el indígena que debe bailar danzas antiguas y vender moais en miniatura para ser tenido en cuenta.

Claro que, así como precios, también hay recompensas. No es menos cierto que turismo significa prosperidad. Sin extranjeros jugando a hacerse los antropólogos, el rapanui sería muy digno, pero no le interesaría a nadie.

Por otra parte, la verdad es que estamos tan prejuiciados como ellos. Durante décadas el sistema nos mantuvo aislados, a varias generaciones se les inculcó que los extranjeros eran entes peligrosos con intenciones poco claras. Recuerdo que cuando llevé a casa por primera vez algunos colegas europeos, allá por 1994, mi padre les soltó más o menos la misma conferencia sobre economía y sociedad cubanas que a cada rato lo llamaban a impartir a contingentes de simpatizantes con Cuba que venían por un par de semanas y se alojaban en campamentos agrícolas. Para el viejo, esa era la forma de hablar a los extranjeros, no le salía tener una conversación normal sobre cine, deporte, mujeres, lo que fuera. Y ahora, para mucha gente un yuma es un cajero y una visa.

Cada vez hay más extranjeros en La Habana. Aunque hace dos décadas largas que empezaron a llegar turistas al país, hace un año y pico se sumaron los vecinos del norte, especialistas en hacerse notar. La Fábrica de Arte se parece a las Naciones Unidas. No me quejo, todo lo contrario; sólo digo que acostumbrarse toma lo suyo.

Sólo en los últimos meses han pasado por acá, y es una lista incompleta, los músicos Beyoncé, Katy Perry, Mick Jagger, Billy Gibbons, Ozzy Osbourne, Simon Kirke, los actores Ethan Hawke, Don Cheadle, Ian McKellen… Cabe preguntarse cuánto durará esto, si seguiremos siendo un destino de moda en un par de años, si la gente de Hollywood vendrá regularmente a filmar aquí y qué Cuba necesitan para desglosarla en locaciones. Lo cierto es que nos hemos convertido en un país escenográfico nosotros solitos, pero la idea ha de ser volvernos paulatinamente un país normal, ¿no? Si por definición lo exótico es diferente, ¿queremos seguirlo siendo? O, interrogante todavía más incómoda, ¿nos conviene seguirlo siendo?

¿No será peor cuando dejemos de ser interesantes?

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