Yo vi la foto

Alguna vez leí que Ronald Reagan, apenas tomó posesión de su cargo como presidente, dijo que quería conocer la Sala de Guerra del Pentágono. “Ya saben –añadió–, esa con el mapa del mundo”… “Ese lugar no existe, señor Presidente”, le contestaron. “Claro que existe –replicó Reagan–. Lo he visto en Dr Strangelove, la película de Kubrick”.

Todo el mundo recordará que hace unos años circuló la noticia de que, apenas llegado Kim Jong-Un al poder en Corea del Norte, ordenó la destitución de cierto funcionario de la vieja escuela; no contento con retirarlo de la vida pública, el alegre mozalbete Kim ordenó que lo ejecutaran echándoselo a unos perros hambrientos para que lo despedazaran al mejor estilo Game of Thrones, mientras un público de trescientos militantes escogidos contemplaba la gratificante escena. A falta de fotos del evento, en USA y otros países la noticia pasó por televisión ilustrada con una animación. Bueno, hace poco he visto un documental español, The propaganda game, de Alvaro Longoria, donde funcionarios occidentales destacados en Corea del Norte afirman que dicha ejecución nunca ocurrió –al menos, de esa manera– que lo de los perros lo inventó un bloguero y enseguida el resto del mundo dio su fábula por buena…

Hace unos días vi Gernika, una película española de Koldo Serra, donde se refleja, obviamente, el terrible bombardeo nazi a ese pueblecito vasco en 1937. Un periodista británico, George Steer, reportó para el Times londinense, y el mundo se estremeció con la noticia. Sin embargo, en la película el periodista, aunque conserva parte de la biografía de Steer, es norteamericano y trabaja para el New York Herald Tribune.

Nadie espera –nadie debería esperar– que el cine se atenga en detalle a la realidad histórica, que se guíe exclusivamente por los hechos comprobados; en ese caso no habríamos tenido Amadeus, de Milos Forman, sin ir más lejos. Pero las películas no son más que una parte pequeña –y la más excusable– de la marea audiovisual que cada día se nos echa encima desde la tele o el ordenador: verdades, omisiones, mentiras a medias, mentiras cabales, ilustradas con imágenes persuasivas y comentadas por voces conmovedoras. La televisión cubana no mencionó la masacre de Tiananmen en 1989; en 2003 los medios norteamericanos se quedaron roncos asegurando que Irak había desarrollado armas de destrucción masiva y por eso había que invadirlo. El mockumentary Opération Lune de William Karel cuenta que el propio Kubrick fue el encargado de filmar el falso paseo lunar de los tripulantes del Apolo 11… y yo vine a sospechar que aquella era una colosal jodedera como a la media hora de película.

Si un día descienden efectivamente los extraterrestres en nuestro planeta y lo hacen, pongamos por caso, en el desierto de Gobi, ¿cómo podremos estar seguros de que la historia que nos muestran por televisión es cierta? ¿No hemos visto acaso en películas de ficción, en mockumentaries, en Internet, un montón de falsos reportes sobre OVNIS, videos asombrosamente verosímiles? ¿Cómo sabremos dentro de cincuenta años cuáles imágenes son reales y cuáles retocadas o aun creadas por programas al alcance de cualquiera? Cómo discerniremos lo que es verdad histórica? ¿Tendrá sentido el concepto mismo, en un mundo que vive el momento y olvida lo que ocurrió la semana pasada? Quedarán algunos testigos, claro. Bueno, ¿y cuando mueran los testigos? Es más, ¿hasta qué punto serán fiables los recuerdos de personas ancianas, permeadas ellas mismas por el bombardeo informativo durante varias décadas?

No estoy contra el progreso ni contra joder con la historia; yo mismo he realizado un par de mockumentaries y escrito algunos apócrifos. Sólo digo que deberíamos pensar en eso. Alguien debería pensar en eso. Que luego le creamos o no es otra cosa.

No digo ahora en mis tiempos sí se sabía lo que era cierto y lo que no, pues nada sería más falso. Y esto es totalmente cierto.

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