La Nochevieja cubana

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

La Nochevieja cubana

en ambos lados del mar

cumple el ritual de tirar

la casa por la ventana.

Como la nostalgia gana

en ese festivo ambiente

yo propongo a nuestra gente

–si no es demasiado lío–

poner un plato vacío

por cada pariente ausente.

 

 

Muchas veces la remesa

que mandan los familiares

determina los manjares

que se ponen en la mesa.

Cada familia sopesa

platos baratos y buenos,

sabores propios y ajenos,

y con “lo que hay” cenamos

(menos los que allí no estamos

que con más, tenemos menos).

 

 

¿Lo que más echo de menos

cuando un año se termina?

El trajín en la cocina,

la música, los amenos

comentarios con los buenos

amigos del vecindario.

Por ejemplo, el comentario:

“Te estás haciendo mayor”,

Y el típico: “Sí, mi amor,

yo soy tu héroe culinario”.

 

 

¿Lo que más echo de menos

cuando un año se termina?

Al niño que no imagina

papá Noeles ni renos.

Al niño que no echa frenos

a su mente ensoñadora.

A ese que ríe y no llora

y si alguien besos le pide

el velocímetro mide

más de 100 besos por hora.

 

 

¿Lo que más echo de menos

cuando un año se termina?

El dominó de rutina

contra tres vecinos buenos.

Las palmas en los terrenos

aledaños a mi hogar.

Y el poder improvisar

con mi familia completa

cuando hasta el perro es poeta

y toda la casa es bar.

 

 

La noche del 31

haciendo festivos guiños

“uno más” dicen los niños.

Y los viejos “menos uno”.

Es el momento oportuno

para el resumen anual.

Y entre el patio y el portal

toda la familia pasa

tornando la humilde casa

en vivienda señorial.

 

 

La noche del 31

de diciembre –fiesta inmensa–

ni el 31 comienza

ni termina el día 1.

Casi desde el 21

Cuba “peina” su alacena.

Primer alto en Nochebuena,

en Nochevieja el segundo

y hasta el 4 todo el mundo

sigue de rumba y de cena.

 

 

La noche del 31

nadie por nada pregunta

y al familión se le junta

la cena y el desayuno.

O casino o son montuno,

O bachata o reguetón.

Cervezas frías o ron,

tostones o mariquitas

anfitriones o visitas,

“paquete” o televisión.

 

 

31. Mantel nuevo.

Vajilla muy poco usada.

Bandeja con ensalada.

Palabra prohibida: “huevo”.

¿No bebes? Claro que bebo.

Trae la botella y que beba.

¿Cómo estás? ¿Esa es tu jeva?

Brindemos por los difuntos.

Qué bueno que estamos juntos.

Año nuevo. Ropa nueva.

 

 

Improvisadas parrillas

Platos llenos de buñuelos.

Fiesta de nietos y abuelos,

de “tembas” y de “pepillas”.

Ríen las nuevas vajillas

en Guantánamo, en La Habana,

y mientras Cuba engalana

su fiesta de Fin de Año,

cubos de agua contra “el daño”

se lanzan por la ventana.

 

 

Y como lúdico anexo

la roja ropa interior

para atraer el amor

y si no el amor, el sexo.

El alcohol como un anexo

en toda celebración.

Y se quema el muñecón

del año viejo (¡candelaaaaa!),

porque según cada abuela

es antigua tradición.

 

 

Y las líneas colapsadas

desde Oriente hasta Occidente.

Y el móvil inteligente

que estrena video-llamadas.

Las familias separadas

(pues no hay familia uni-membre)

para que no las desmembre

Cronos, habla por los codos

y ETECSA, a costa de todos,

hace su agosto en diciembre.

 

 

Cierto que hay pocos turrones.

No champanes. No caviar.

Pero el amor familiar

suple tantas privaciones.

Las nuevas generaciones

bailan a diestro y siniestro

y haciendo caso al ancestro

en vez de comer turrón

cada uno bebe “su ron”,

tu ron, mi ron… el ron nuestro.

 

 

Y claro, el 1 de enero,

en nuestra isla larga y flaca

el que no está de resaca

está muerto: el cocinero,

el que bailó el día entero,

el del agua en la ventana.

El del campo, el de La Habana.

Y hasta el que al final del día

con la maleta vacía

da vueltas a la manzana.

 

 

Todo un país de resaca.

y un puerco sobreviviente

cabizbajo e impotente

por no haber nacido vaca.

Enero llega y atraca

a diciembre, lo somete.

Y toda Cuba promete

conseguir alternativas

ante las expectativas

de este 2017.

 

 

¿Qué expectativas? Hay ruidos

falsos y otros verdaderos.

Deben llegar más cruceros

de los Estados Unidos.

Más inversores venidos

de otras (u otra) geografía.

Debe seguir la energía

positiva en nuestra gente.

Debe necesariamente

despegar la economía.

 

 

Debe seguir siendo azul

nuestro cielo azul eterno.

Y habrá cambio en el gobierno

(último año de Raúl).

Entre Pyonyang y Seúl,

entre el Bill Gates y Guevara,

¿seguirá nuestra “isla rara”,

única e in-diferente

jugando a contracorriente?

¿Cara y cruz, o cruz y cara?

 

 

En el 2017

Trump toma el mando en el Norte.

y ni él (ni su cohorte)

sabe a qué se compromete.

¿Más turismo? ¿Más billete?

¿Recrudecerá el bloqueo?

Yo no creo. Yo sí creo.

Es un hombre de negocios.

¿Enemigos siendo socios?

¿Qué dice Oggún? No lo veo.

 

 

Dicen que habrá más turismo.

más inversión extranjera.

Más gente yendo pa’ fuera

y a la vez más socialismo.

Que crecerá el Fidelismo,

que nada se desintegra.

Y hay quien sufre. Y quien se alegra.

Pero ahora que Trump arranca

ojalá la Casa Blanca

no se haga la “Cosa Negra”.

 

 

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