On-Décimas: Los nuevos precios

Salgo a la calle. La gente / solo habla de la inflación / y la precarización / de la vida en el presente.

Foto: Kaloian.

Salgo a la calle. La gente 

solo habla de la inflación 

y la precarización 

de la vida en el presente.

Lo miro todo. El ambiente 

está un poco enrarecido,

deprimente o deprimido.

Pienso en la gente de a pie.

En mi familia. Y no sé 

qué decir. Estoy perdido.

 

Voy a comprar al mercado 

de la esquina de mi casa.

Pero qué precios. ¿Quién tasa

los productos que he mirado?

Todo caro. Demasiado.

Carísimo. Impresionante.

El señor que va delante 

coge un hígado, lo pesa,

y otra vez se lo regresa

sin comprar al comerciante.

 

Por cierto, ¿a los vendedores 

cubanos qué les sucede?

¿La mala cara es adrede? 

¿Gratis los malos humores?

Miran a los compradores

con abulia y apatía.

Enseñan la mercancía 

como si fuera un favor.

El mundo al revés. Qué horror.

¿Es gratis la antipatía?

 

Es como si nos dijeran, 

“si no compras, no me importa”.

¿Luz larga contra luz corta?

¿No se inmutan, no se alteran?

Es como si no sufrieran

por el sufrimiento ajeno.

¿Que todo está caro?, bueno…

¿No tienes?, ¿pa’ qué te metes?

Ah, y el fajo de billetes 

es casi porno, es obsceno.

 

Bueno, a lo que iba (o voy).

Los precios están altísimos.

Productos caros, carísimos.

No sé en qué país estoy.

Los precios en Cuba hoy

parecen de otro país.

Los bolsillos en un tris

rotos, vueltos del revés. 

Todo el mes es fin de mes.

¿Esto es Madrid o París?

 

Precios. Inflación. La vida.

Economía. Salarios.

Broncas diarias. Sustos diarios.

Gente enfadada, dolida.

Los servicios, la comida,

los taxis… ¿re-ordenamientos?

¿Anti-des-re-ordenamientos?

¿La vida al mejor postor?

Pero la parte peor

es la de los alimentos.

 

Un mango a 150.

Un aguacate a 200.

—¿Son “panudos” o “aguachientos?

—¿Esto es venta o es reventa?)

—Bróder, no me da la cuenta.

—Bróder, qué fuerte, qué duro.

—Bróder, qué pena, qué apuro.

—Asere, cállate un poco.

—¿A mil? —Que te calles, loco.

—¿Y a cuánto vende el futuro?

 

Todos son duros excesos. 

Ya no hay productos baratos.

Una bolsa de boniatos 

A 150 pesos.

600 cañas dos quesos.

Un pan redondo, 50.

Libra de malanga, 80.

Orégano, 25.

Vinagre, 75.

Comino y bijol a 30.

 

Hice mis “reordenamientos”,

pero la cuenta no sale.

Un cartón de huevos vale 

entre 1000 y 1500.

Bolsas de pan a 200.

Mazos de cilantro a 20. 

Ristras de ajo a 120

y una cabeza de ajo

a 25 (¡carajo!:

no hay sueldo que no reviente).

 

La vida se ha triplicado.

Cuadruplicado. Es tremendo.

Se me ha vuelvo un tour horrendo

ir de compras al mercado.

Los precios se han disparado

y el salario sigue igual.

Y la luz cara (mensual).

Y el agua también subió.

¿Y en la tienda? Digo yo. 

¿Y en el mercado o estatal?

 

La Tarea Ordenamiento

(según la televisión)

ha dejado una inflación

de hasta el  60 %

(horrible en los alimentos

y el comercio minorista).

Tengo huecos en la vista.

Me duelen radios y húmeros.

Pero sigo con los números,

que la inflación me despista.

 

En el mercado estatal

es del 60 %

¡y del 6.900 

en el mercado informal!

Una situación letal

para el cubano de a pie.

40 (o más) un café.

1.000 la botella de ron.

A 500 el jamón.

¿Y el pescado? Yo qué sé.

 

Arroz, frijoles, malanga,

lechuga, mango, tomate,

calabazas, aguacate, 

plátano, yucas… ¡de ampanga!

Murió la palabra “ganga”.

Murió la palabra “oferta”.

La voz “rebaja” está muerta.

La palabra “gratis”… ¡queeeeeeee!

—Asere, juega un parlé,

ponte pa’l juego, despierta.

 

El cerdo (lomo, bisté,

costilla o hígado, da igual)

ya parece otro animal.

El carnero ni se ve.

¿El pescado? ¡Eso qué e’!

¿El conejo? —Ay, corazón,

¿y los conejos qué son?

Aunque ya estoy algo viejo

aquí el único conejo

es Bad (el del reguetón).

 

Ya no hay bolsillos tranquilos.

Todo el mercado es hostil.

¿Pollo? De 1.000 a 6.000

(dependiendo de los kilos).

Ay, qué nervios. ¡Dame tilos!

¡Regálame un diazepán?

Diazepán acaba en “pan”,

así que olvídalo… ¡ño!

Regalado se murió.

Qué ladrón. Qué camaján.

 

Y el que es borracho se embarca:

ningún sueldo es suficiente.

¿Cerveza? De 120 

hasta 200 (por marca).

(Hatuey las cejas enarca.

Bocoy frunce el seño y cuenta).

Un vino: entre 180

y 600 (el barato).

—Me dieron con el zapato.

—No, con el cinto, Pimienta.

 

Leche (en polvo) 1200.

Cebolla a 160

(el mazo). —¡Suma, Pimienta,

para que no te hagan cuentos!

Los números son violentos.

enormes, estrafalarios.

Sin contar los gastos diarios

(la bodega, el agua, el gas,

el transporte…) ¿Alguien capaz 

de vivir con su salario?

 

Litro de Aceite a 600.

El hígado a “tres setenta”

El  lomo a “cuatro noventa”.

Leche (en polvo) a 1.200.

Una pizza a 400. 

Y suma y sigue. Qué triste.

No quiero meme ni chiste 

que esto es serio. Es un calvario.

Si en comer se va el salario,

¿la gente con qué se viste?

 

Frijoles a 180.

Plátano fruta no hay.

Un jugo a 20 (¡ay, caray!)

Arroz criollo a 70.

Una lechuga 60.

Un aguacate a 200.

La col cambia por momentos.

Tiene un precio en Luyanó 

y otro en El Vedado (¡oh, no!),

¿esto encaja en los por cientos?

 

La guayaba está a 70

la libra. Y la calabaza

a 30. ¡Pero qué pasa!

Tomate en fruta a 60

(y hasta a 70 y a 80).

Tomate en lata, 200.

Los vendedores contentos 

Y los compradores tristes.

Y más memes. Y otros chistes. 

Y vengan broncas y cuentos.

 

Me parece extraordinario 

(lo digo y trago saliva)

que la gente sobreviva

(o viva) de su salario.

Este es un problema diario.

El peor de nuestros males.

¿Cómo lo hacen mis iguales,

si en todo el coste se eleva?

Vamos a hacer una prueba

con los salarios actuales. 

 

Si gano 2.500

y entro a comprar al mercado:

Carne de puerco es pecado.

¿Huevos? Olvídalo. Inventos.

Trapicheo. Experimentos.

Magia. Trampa. ¿Truco o Trato?

Me alcanza para boniato

malangas y frutas (tres).

¿Y para el resto del mes?

El hambre sale barato.

 

Si mi salario es 3.000

y entro a comprar al mercado:

en un lomo (mal pesado)

ya se me fueron 2.000.

En fruta y vianda, otros 1.000.

En un taxi a casa, 100.

Hasta aquí voy por 1.100.

Me quedan 1.900.

Pago la luz: 400.

Quedan 1.500. ¡¿Bien!?

.

Si mi sueldo es 5.000

y entro a comprar al mercado

en viandas (no demasiado)

y hortalizas… ya van 1.000.

Sumo la carne: 2.000.

Y van 3000 (sin recibo).

Los mameyes los esquivo,

pero si compro ensalada 

(otros 500). Y más nada.

Quedan 1.500. ¿Vivo?

 

En fin, esta situación 

parece una distopía,

Una fantasmagoría

de gastro-ciencia-ficción.

¿Cómo sobreviven con?

¿Cómo sobreviven sin?

La inflación llena de hollín 

el presente y el futuro.

¿Solución? No estoy seguro.

Final ruso. Koniec. Fin.

 

POSDATA:

 

Hice una investigación 

social, un experimento

y aquí viven “del invento”

(la vacuna anti-inflación).

“La búsqueda” (solución

informal que no me explico).

El garaje. El merolico.

La remesa cada mes.

Súper Market-23

Venta en FaceBook. Revolico.

 

Pero lo que me sorprende 

es que la gente en la cola

habla en grupo o habla sola,

protesta frente al que vende,

se malhumora, se ofende,

critica al reventador,

niega al especulador,

pero como buen cubano,

no pierde, jabita en mano,

el sentido del humor.

 

Y llegan memes y cuentos,

bromas y chistes burlones,

de todas las situaciones,

hasta de los alimentos.

¿Jodidos pero contentos?

Hembras duras. Hombres recios.

Inteligentes y necios. 

Hasta que oigo a Mari Lola: 

—¿El último de la cola

para hablar mal de los precios?

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