On-Décimas: ¡Vivan los mangos!

Hoy el mapa nacional / es arboleda olorosa, / fuente de fruta fibrosa / y de sublimes colores.

Foto: Canva.

Hoy mi crónica es frutal.

Frutal y de temporada.

Cada palabra va untada 

de dulzura tropical.

Hoy el mapa nacional 

es arboleda olorosa,

fuente de fruta fibrosa

y de sublimes colores.

¡Vivan los mangos, señores!

¡Nuestra fruta más sabrosa!

 

Cuando estoy lejos de Cuba 

como duraznos, manzanas,

fresas, sandías (muy sanas)

y ramilletes de uva.

Si es en Colombia, la uchuva.

En Italia, ¡oh, pera amada!

Frutas hasta en ensalada 

(práctica muy saludable)

pero nada es comparable 

al mango de temporada.

 

Hay frutas de muchos rangos

(no hay ninguna fruta mala)

pero, amigos, nada iguala

la ricura de los mangos.

La lengua improvisa tangos 

y boleros al sabor.

La boca se hace el favor 

de untarse por todas partes.

Entre tantas Bellas Artes 

comer mango es la mejor.

 

Hay maneras diferentes 

de practicar el “manguismo”.

Pero a mí me da lo mismo 

con cuchillo o con los dientes.

Son frutas inteligentes 

(rojas, verdes, amarillas)

populares y sencillas.

En este época no es grave 

saber a qué huele y sabe

la mayor de las Antillas.

 

Hoy fui a comprar al mercado 

y me tuve que aguantar.

Qué forma de salivar

mucho antes de haber comprado.

Una señora a mi lado 

babeaba literalmente.

Y un joven que estaba al frente 

solamente repetía:

—Nagüe, esta fruta es la mía. 

¡Estoy que le meto el diente!

 

Cuando no estoy en mi hogar

(en mis lluvias y mis fangos)

echo de menos los mangos 

como a hijos del paladar.

Puedo en cualquier parte estar.

El reino de la manzana.

O de la fresa (liviana)

el melocotón, la pera.

Pero pienso: ¿Quién pudiera 

comerse un mango en La Habana?

 

Manga blanca o amarilla.

Mango jobo o filipino.

Mango Jay (siempre tan fino).

Mango mamey (maravilla).

En esta mayor Antilla

el mango es el fruto Rey.

Puede ser mango-mamey,

mango jobo o bizcochuelo. 

Mas no hay mango en este suelo 

como el mango del Caney.

 

Comer mangos y embarrarse.

Sentir fibras en los dientes.

Comer mangos diferentes 

sin saber con cuál quedarse.

Comer mangos y enviciarse.

Sustituir la comida.

Sí. Come. Embárrate. Olvida

tantos higiénicos credos.

Quien no se chupa los dedos 

no sabe lo que es la vida. 

 

Hoy un mango me miró 

como si me conociera.

Y yo dije a la carrera:

“Quien te conoce soy yo”.

“¿Me da un selfi?” “Cómo no”.

“Me da un autógrafo?” “Dale”.

“¿Y la libra cuánto vale?”

“Se vende por unidad”.

“Ay, ¡qué bien huele!”. “Verdad”.

“Mi aroma no hay quien lo iguale”.

 

“¡Yo soy mejor!” (la guayaba).

“Yo soy más rico” (el anón).

“Yo, más raro” (el marañón).

“Yo, más duro” (un coco hablaba).

“Yo, más dulce” (se enojaba

un mamey muy consentido).

“Yo soy mejor en batido”

(la fruta bomba, molesta).

Y el mango: “¡Qué envidia es esta!

¡Yo soy el que siempre he sido!”

 

“Yo soy fruta de alto rango 

Y muy utility también.

Si hay que coger la sartén, 

¿por dónde es? ¡Por el mango!

Cuando llueve me ‘re-mango’.

Soy marca de poderío.

Y en todo el terruño mío

(verde y fértil plataforma)

si hay enredos, ¿qué se forma?

un ‘arroz con mango’ (un lío)”.

 

Y el mango siguió charlando,

exponiendo sus virtudes.

“Soy en estas latitudes

la fruta que tiene el mando.

Por eso si están hablando 

de un hombrón o un mujerón,

no dicen “fruta-bombón” 

ni “mameyón” ni “anonazo”.

Te miran y en todo caso 

dicen: “Tremendo mangón”.

 

Cuando el hambre nos desmembra

el mango es muy socorrido: 

en fruta, en jugo, en batido.

Sea o no época de siembra.

Y si está buena una hembra 

o está soberbio un varón 

no dicen “qué guayabón”

ni “qué caña” ni “qué uva”. 

En cualquier rincón de Cuba

todos dicen: “¡Qué mangón!”

 

Por eso mi enamorada 

(y yo le doy la razón)

dice que soy “su mangón”,

“su mango de temporada”.

Que sirvo pa’ mermelada.

pa’ postre y pa’ aperitivo.

Y yo, que todo lo escribo, 

ahora usaré sin esfuerzo 

“El Mangui-Temba del Verso”

como seudónimo activo.

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