Tornado sobre La Habana

Doloroso ritornelo de una ciudad mutilada.

Foto: Otmaro Rodríguez.

Foto: Otmaro Rodríguez.

El 27 de enero

llegó a La Habana un tornado.

No un ciclón, ni el ya esperado

huracán, ni el majadero

rabo de nube ligero

que a veces llega y se asoma.

Llegó un tornado: carcoma

etérea, una enfermedad

que ha dejado a la ciudad

(o una parte de ella) en coma.

 

Corta la respiración

ver fotos y reportajes,

comentarios o mensajes

glosando la destrucción.

Tristeza. Desolación.

Impotencia. Desconsuelo.

Doloroso ritornelo

de una ciudad mutilada.

Gente otra vez obligada

a vivir a contrapelo.

 

Un vecino en overol

y una vecina llorando.

Los árboles preguntando

cuándo va a salir el sol.

Hoy no hay música ni alcohol,

ni risas ni desparpajo.

Todo es angustia, trabajo,

qué hago, en qué puedo ayudar.

Y un perro intenta ladrar

pero tose, cabizbajo.

 

La Virgen de Regla llora.

¡Un tornado! ¡Un F4!

Frío y dantesco teatro

parece La Habana ahora.

Los kilómetros por hora

del viento siguen doliendo

en los que están recogiendo

escombros, raíces, tejas.

Y un sordo coro de quejas

pone música a lo horrendo.

 

“Parecía que un avión…”

“Nunca he visto nada igual”

“Un ruido raro, infernal”

“Parecía una explosión”.

Todas las palabras son

fotogramas del espanto.

“Virgen de Regla”, “Dios Santo”.

“Virgen de la Caridad”.

El cuerpo de la ciudad

ahogado en su propio llanto.

 

Qué forzoso maridaje

el de un tronco derribado

y un cable del alumbrado

entre cascotes. Paisaje

desolador. No hay voltaje.

No hay techos. No hay más que asombro.

Llanto entre escombro y escombro.

Rabia entre charco y concreto.

Y un vecindario completo

echándose el miedo al hombro.

 

Una muchacha camina

sobre el fango, entre cascajos,

Raíces, pedruscos, gajos

y una ruina y otra ruina.

Parecen de cartulina

tus paredes, Luyanó.

No, de cartulina no,

de papier maché mojado,

de fibrocén malogrado,

de un kleenex que Dios usó.

 

Una madre carga en brazos

a su bebé, envuelto en mantas.

Y no está sola, unas cuantas

se mueven entre pedazos

de antiguas casas, retazos

de hogares a la deriva.

El viento traga saliva.

La luz baja la cabeza.

Boca abajo la tristeza

de una ciudad boca arriba.

 

Veo tus tripas, ciudad.

Vigas rotas. Cables rotos,

vecinos haciendo fotos

desde la incredulidad.

Veo la calamidad

De tus seres infelices.

El grito de las raíces.

El crujir de la madera.

Los restos de una escalera

entre tonos ocres, grises.

 

Jeroglífico de ramas.

Laberinto de encablado.

Y un cielo duro, enfadado,

como con pétreas escamas.

Restos de sofás y camas

en pose exhibicionista.

Antena malabarista.

Ventanas de golpe abiertas.

Casas que no tienen puertas.

Puertas que no tienen vista.

 

Oh, San Miguel del Padrón.

Oh, Luyanó, Diez de Octubre.

Cuánta tristeza los cubre

y cuánta resignación.

Oh, Regla, barrio y panteón,

ciudad rota y macilenta.

Dicen que desde el 40

un tornado no azotaba

a La Habana y la golpeaba

de manera tan violenta.

 

Todas esas calles rotas

me parecen conocidas.

Y todas esas heridas

y esos guantes y esas botas.

Me aguanto las palabrotas.

Me sulfuro. Me incomodo.

Un perro husmeando en el lodo.

Un chevrolet bocarriba.

“¡Ni donde amarrar la chiva!”

“Lo he perdido todo, ¡todo!”

 

Tramposa naturaleza.

No ha sido un rabo de nube

Ni “una gran ira que sube”

Ni un “barredor de tristeza”.

Ha sido, eso sí, dureza

de “un torbellino en el suelo”,

inesperado desvelo,

que “lo feo” lo dejó,

lo incrementó, lo grabó

como llanto en un pañuelo.

 

Corta la respiración

ver fotos en Internet.

No hay wifi, no hay intranet,

no hay móvil, no hay conexión.

Leo con resignación

Twitter y Facebook. Pregunto.

Indago. Pienso. Barrunto.

Todo llega a cuentagotas.

Y hay muchas familias rotas.

entre doliente y difunto.

 

Enciendo el televisor.

Crónicas y reportajes

siguen mandando mensajes

y fotos desde el horror.

Los tiñosas del dolor

planean en la distancia.

Son los barrios de mi infancia.

mis barrios pobres, mi tierra.

Siento de pronto, y me aterra,

el grito de una ambulancia.

 

Corta la respiración

ver tantas viviendas rotas

y el dolor de compatriotas

ante la devastación.

Ahora toca más unión.

Ahora toca humanidad.

Toca solidaridad.

Juntar todos energías

e intentar en pocos días

recuperarte, ciudad.

 

Vamos, mi Habana, tú puedes.

Vamos, vecinos, paisanos.

Juntemos todas las manos,

Hagamos humanas redes

para levantar paredes,

para recoger escombros.

Echémonos en los hombros

los restos de la ciudad.

Provoquemos, de verdad,

un maremoto de asombros.

 

Que haya un tornado de brazos

y de espaldas y de hombros

para acarrear los escombros

de esa Habana hecha pedazos.

Que haya un tornado de lazos

sanguíneos y vecinales.

Que entre patios y portales

nuestros esfuerzos se trencen.

Solo con amor se vencen

los desastres naturales.

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