Un cubano en Nueva York

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

I

 

Es curioso. En Nueva York

todos me son conocidos.

Todos han aparecido

en algún filme. El señor

del traje multicolor.

La señora negra y cana.

El ferroviario. La enana

que toca el banjo en el metro.

En cada rostro penetro

con llave hollywoodiana.

 

 

Todos son tan familiares

que a nadie nada le extraña.

¿De Cuba? ¿De Omán? ¿De España?

Larga cita de lugares

que aquí parecen vulgares

por la voluptuosidad

y espectacularidad

de la urbe neoyorquina.

¿De México? ¿De Argentina?

¿Del Bronx? ¡Qué casualidad!

 

 

Por eso nadie se mira

con asombro. Todo el mundo

observa un solo segundo

al otro. Y sigue la gira.

Todo parece mentira.

Tramoya. Atrezzo. Maqueta.

Otro golpe de claqueta

deja a Demi Moore desnuda

y Salma Hayek saluda

desde lejos al poeta.

 

 

Allá van Harrinson Ford,

Halle Berry y Al Pacino.

Broadway contrató al Padrino

para –con su look de Lord–

interpretar a John Ford

en el papel de De Niro.

Y De Niro dando un giro

a su fama de hard man

prefiere ser Peter Pan

con una gorra de Ishiro.

 

 

Pero De Niro es cubano

y Al Pacino de Ecuador.

Harrinson de mi color

y Jonh Ford dominicano.

Halle Barry canta al piano

con acento fajardeño.

Demi Moore habla en limeño.

Salma Hayek en francés.

Aquí nada es lo que es.

«What short is World!» ¡Qué pequeño!

 

 

Bad City. Yes. Very Bad.

And bad boys todos nosotros.

Los turistas serán otros.

Somos tu hijos, ciudad.

Harlem tiene la mitad

de los colores que Queens.

El Bronx parece Berlín

pero imitando a Botswana.

New York parece La Habana

en época de Errol Flynn.

 

 

-«What short is World!» -¡Qué pequeño!

Qué chica es la Gran Manzana.

De pronto, llegan mi hermana

y mi padre. Les enseño

los edificios de ensueño,

las tiendas, las avenidas.

Cuántas caras conocidas.

Qué feliz anonimato.

Toma, New York, tu retrato.

Un collage de nuestras vidas.

 

II

 

Yo debo ser el peor

turista que ha visitado

Nueva York. No me he comprado

ni un mapa de Nueva York.

Mi guía es el estupor.

Ando sin rumbo. Transito

entre el barullo infinito,

los cláxones, la mirada

estrábica de la Nada

y el “ahora qué visito”.

 

 

Pasar por la Gran Manzana

yo, guajiro de El Vedado,

es dar un viaje al pasado:

Ferry Nueva York-La Habana.

En una esquina cercana

me encuentro a Humberto Arenal

(siempre elegante y jovial)

hablando con Orson Welles.

Y de pronto, farewells,

Martí le escribe a Casal.

 

 

En Quinta y 42

“rompe el cuero” Chano Pozo

y Capablanca, nervioso,

echa un rapid trance con Dios.

Celia Cruz alza la voz

y canta “Guantanamera”

con Paquito de Rivera,

mientras Lam y Pérez Prado

extrañan tanto El Vedado

que ponen cara extranjera.

 

 

La Gran Manzana no sabe

que es grande ni que es manzana.

Ha oído hablar de La Habana

y se cree inferior (¡qué grave!)

Narcisista pero suave,

la Gran Manzana se mira

entre los cristales, gira

en los mármoles, aplaude.

Y dice: ¡nada de fraude!

Yes, we can! ¡Todo es mentira!

 

III

 

Buenos días, Nueva York.

Good Morning, New York. Despierto

anclado en el desconcierto,

cada mañana peor.

Yesterday I told you four

times my surprise, oh, Manhatthan,

but today tus luces atan,

tus rascacielos engullen.

Los turistas de-construyen

tus escaparates, tratan

de entenderte, Nueva York,

pero es imposible. Somos

hormigas bípedas, gnomos

con nombre propio. Es mejor

hacer fotos. Bajar por

5ta Avenida sin rumbos.

Por Madison dando tumbos,

cámara al hombro, felices.

Todos de tantos países.

Peterpanes. Mickies. Jumbos.

Transeúntes reducidos

a peatones. Viandantes

vueltos simples caminantes

de nuestros propios sentidos.

Todos somos abducidos

por tus luces, por tus trajes.

Todos fuimos personajes

de un cómic que Dios escribe.

Y Dios dibuja, Y Dios vive.

Y Dios cuenta en mil lenguajes.

 

 

Andamos por un plató

de cine, en una gran serie

que se rueda a la intemperie.

Aquel del fondo soy yo.

Nueva York nos convirtió

en muppets humanizados.

Sombras en los decorados

del granito y del cristal,

del plástico y del metal,

de los charcos coloreados.

 

 

Good morning, taxista hindú.

Good morning, turista inglesa.

Good morning, china-irlandesa.

Good morning, and who are you?

Hoy, suchis en el menú.

Hoy, mojito en la bebida.

Hoy, John Lennon se suicida

y culpa al capitalismo.

“¿Me prestas fuego?”, “Ahora mismo”

Thank you. Au Revoir. ¡Qué movida!

 

 

Hay alarma en Nueva York

(amenaza terrorista).

Y el ébola se entrevista

con Kennedy en el Airport.

Sirenas al por mayor

y flashes al menudeo.

¿The New York Times? Un tebeo.

¿CNN? Una historieta.

¿Appel? ¿Google? ¡Qué poeta

hizo este guion? Yo creo

que New York se lo inventaron

John Dos Passos, John Updike

Sinatra y Warhol… ¡Strike!

(¡A Woody Allen lo poncharon!)

Que a Orson Welles lo contrataron

para que nos convenciera

y se fue por la escalera

de incendios del gran Empire

gritando, entre risas, ¡Fireeee!

(y Bogart fumando afuera).

 

 

Me he pasado todo el día

haciendo fotos “de oído”.

Nueva York ni se ha movido,

no le importa qué yo hacía.

En cada fotografía

sale el mismo personaje:

un hombre negro con traje

de hombre blanco disfrazado

de hombre amarillo… Y al lado

un plató de alunizaje.

 

 

Buenas tardes, Nueva York.

Buenas noches, buenas, buenas…

Todas las pupilas llenas

del mismo tinte exterior.

¡Cuántos vatios de color!

¡Cuántos vatios de sonido!

Good evening! (sin sentido)

Good night! (sin mucha importancia)

En New York todo es distancia.

Todo el que está aquí ha venido.

 

 

Mas New York también es esto:

Grandes bolsas de basura

en la acera, y en la altura

un largo andamio dispuesto

a eternizar cada gesto

del negro limpia-cristales

(antigravitacionales

copias de una vieja foto).

Y un charco. Y un banco roto.

Y sirenas policiales.

 

 

Nueva York también respira

humo de alcantarillado,

un vaho recién planchado

que le parece mentira

al turista que lo mira.

Nueva York también se atreve

a inundarse cuando llueve.

Nueva York también se asusta,

y se altera y se disgusta.

Mar de piedra que se mueve.

 

 

Las nubes en Nueva York

son turistas que han estado

viendo desde el otro lado

mi hambre de hot dog and pork.

(Pienso rimas: “pitchfork”, “cork”

pero parecen forzadas).

Las nubes, acostumbradas

al ritmo de la ciudad

tienen tal velocidad

que escapan a las miradas.

 

 

Otra observación curiosa:

No hay perros en Nueva York.

Perros “satos”, sin valor,

perros de raza dudosa.

Ni gatos. Claro, qué cosa:

son tan altos los tejados,

tan altos, tan inclinados,

y anda tan rauda la gente

que un gato New Yorker siente

que Egipto está en otros lados.

 

 

Radio City. Empire. MoMA.

Broadway. Central Park. Hard Rock.

Siempre son las siempre o’ clock.

Siempre una cámara doma

la luz en cualquier idioma.

Soho. Harlem. Chinatown.

Yo también haciendo el clown

con una cámara al hombro.

Maremágnun del asombro.

Poeta Uptown y Downtown.

 

 

Fiesta del opturador.

Tortículis del turista

Mutismo del repentista.

Ok, tú ganas, New York.

Me voy. Flash. Good bye. Mejor

no intentar decirte nada.

Adiós, ciudad dibujada.

Ciudad de papier maché.

Un día regresaré

a rescatar la mirada.

 

 

New York… New York… oh, New York!

Sinatra sigue cantando.

Lennon sigue protestando.

Marilyn ya está mejor.

Woody toca en “yo menor”.

Warhol pinta todo el rato.

Parker quiere ser mulato.

Beyoncé quiere ser rubia.

El humo quiere ser lluvia.

El pie quiere ser zapato.

 

 

Esto eres, ciudad de atrezzo.

El plató en que todos quieren

ser otros y te sugieren

que lo consigas. Por eso

ya me voy pero regreso.

Si alguna vez, digo yo,

miras al cielo (quién no)

y ves una sombra oscura

que vuela a tremenda altura

no es Batman, New York, soy yo.

 

IV

 

Todo el mundo, New York, mira hacia arriba.

Todo el mundo, New York, quiere tus fotos.

Los cuellos estirados, medio rotos.

Los párpados con ropa deportiva.

Yo pensé que tendría alternativa

Y aquí estoy, uno más, cámara en mano.

Intentar ser persona es inhumano.

Todos somos de vidrio y de cemento.

¿Un selfie? perversión del movimiento.

¿Otro selfie?: Bye, brother. Thanks, hermano.

 

 

Enorme pasarela: y desfilamos.

Enorme circo de cristal y luces.

Cuidado con el otro que te cruces,

seguro eres tú mismo, y dices “vamos”.

Los focos y los flashes son los amos

y nosotros los bípedos sumisos

que dejamos internos compromisos

por estar en el álbum de otra gente.

La ONU nos contempla indiferente.

Y chocan los excuse me y los permisos.

 

 

Cintillos noticiosos en la gafas

de todo el que pasea en Time Square.

Cintillos noticiosos de otro affaire,

Obama y Star War, bancos y estafas.

Te sientes un white horse, pero no piafas.

Un yelow submarine, pero no flotas.

Te sientes Berry Finn con buenas notas.

Betty Boop con diez euros en las ligas.

Mas si algo te disgusta no lo digas.

No gustan en New York las cartas rotas.

 

 

Hagamos una foto panorámica.

Fundemos nuestra gran pinacoteca.

Fumémonos el ron que no hay Ley Seca,

seamos lo que somos: de cerámica.

Es fácil si seguimos la dinámica

de todos los newyorkers connotados.

¿El último en la cola de asombrados?

¿El último en la cola del psiquiatra?

¿El último imitante de Sinatra?

¿El último que empeña sus pecados?

 

 

Mirad: una gaviota en limusina.

Mirad: Hannibal Lecter toca el piano

(dicen que se metió a vegeteriano,

dicen ahora es Clarice su concubina).

Mirad: un musulmán con gabardina.

Mirad: un sacerdote en un sex-shop.

Y Forrest Gump viajando en autostop.

Y Paris Hilton visitando el Hilton.

Y un graffiti en la cara de Will Clinton.

Y… [pon un verso que termine en “–op”]

 

 

Si la foto es de todos, pon tus versos.

Se llama selfie-poems, poetry-wiki.

Mirad: baja por Broadway la Kom-Tiki.

Mirad: la Warner Bros regala almuerzos.

¿Los poetas que narran son conversos?

¿Quién narra sin metáfora es marica?

Mirad: ¡qué colorido está el Guernika!

Mirad, que picassiana Sor Citroën.

¿Boy Dylan no le habla a Leonard Cohen?

Es New York, Nueva York, todo se explica.

 

 

Mirad: un rascacielos pide ayuda.

Dicen que sufre por el “mal de altura”.

¿Se llama selfie-poems? ¡Qué locura!

¿Y qué nos pega más: Whitman, Neruda?

¿Será que Nueva York es sordomuda

y por eso parece tan lejana?

Mirad: hay Central Park… ¡como en La Habana!

¡Quinta y 42! ¡Quinta y 70!

Y negros y mulatos… ¿Se dan cuenta?

En plagio a otras ciudades, ¿quién nos gana?

 

 

Las fotos panorámicas son cool.

Tienen un no se qué de Robert Capa.

De pronto, pasa Korda y nos atrapa

pero yo en blanco y negro salgo azul.

Cielo de PVC. Sol de pladul.

Paredes de cartón y poliespuma.

Stiegliez mira a Korda y no se suma.

Westton le quita ropa a la Modotti.

Que se pongan Madonna y Pavarotti.

Que salga Chano Pozo, ¡esto es la Yuma!

 

 

Las fotos parorámicas son largas.

es decir, menos altas, más estrechas.

A veces quedan crudas, poco hechas,

movidas o borrosas, cuasi amargas.

Después llegas a casa y las descargas

en tus dispositivos o “esmarfones”,

Y entonces todos son preocupaciones.

¡Quién carajo es el negro que me mira!

¡Pero si no soy yo, todo es mentira!

¡Qué tramposo el New York de los cojones!

 

Casi siempre en las fotos panorámicas

se cuelan personajes panorámicos,

católicos con rezos para islámicos,

islámicos con hijas piel-balsámicas.

Son fotos algo orgiásticas, dinámicas,

con cierto sex-appeal disimulado.

New York lo sabe bien y se ha prestado

porque en lo panorámico se crece

mientras el Cada Cual desaparece

en favor del Yo Fui fotografiado.

 

 

Así que no se muevan: todos quietos.

Mirad fijo a la cámara y disparo.

Vivir en Nueva York es menos caro

si se enseña después algo a los nietos.

Ahora todos serán y están sujetos

en la objetividad del objetivo.

La foto panorámica que escribo,

mi selfie-wiki-poem panorámico

es un alexifármaco balsámico

adaptable a cualquier dispositivo.

 

 

Perfecto para Twitter, Facebook, bares.

YouTube, LinkedIn, Xing, Vimeo, cuartos.

Previene la diabetes, los infartos,

los hongos en los pies, quejas lumbares.

Perfecto para amantes regulares

y para inconsecuentes del amor.

Y cuando todo acabe (lo peor),

cuando llegue el final (la vida es corta)

siempre te queda lo que más importa:

la foto de tu paso por New York.

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