Editorial: Un mejor acuerdo… para quién

Foto: Luis Gabriel.

Foto: Luis Gabriel.

Cuando Donald Trump ganó las elecciones en noviembre pasado, todos sentimos que vendrían cuatro años de mucho trabajo. Las escasas declaraciones hacia Cuba del hasta entonces candidato presidencial no eran precisamente alentadoras. En todo caso, la variable Obama en el proceso de normalización había sido determinante. Y esa variable estaría desde ese momento fuera de la ecuación.

Los meses que siguieron fueron de blindaje para la cooperación bilateral. En octubre ya Obama había firmado una directiva presidencial para una “apertura a Cuba irreversible”. En los últimos días de su gobierno se formalizaron más de veinte acuerdos entre los dos países. Intercambio marítimo, preservación de áreas protegidas, gestión ambiental de estas…

Sendas embajadas, una comisión bilateral de trabajo, intercambios técnicos sistemáticos, vimos a Raúl Castro con Obama en Nueva York y a Barack Obama caminando por las calles de La Habana. El renacer anunciado el 17D estaba en plenitud. La creciente cercanía entre estadounidenses y cubanos, el incremento de los viajes entre los dos países y de los encuentros entre científicos, artistas, académicos y hombres de negocios, abría nuevas posibilidades de desarrollo. El signo generalizado era el del optimismo.

Ahora, si bien aún no sabemos cuánto, todo eso está en peligro.

Al llegar a la Casa Blanca, Trump ordenó una revisión de lo impulsado por su antecesor, en sintonía con lo dicho por él durante la campaña presidencial, aun cuando los vínculos no se cortaron. El número de visitantes estadounidenses a Cuba continuó creciendo en lo que va de año, al igual que el interés de diferentes compañías por hacer negocios en la Isla. Nuevos viajes de cruceros han sido planificados incluso para 2018, el contacto se ha incrementado, mientras ha ganado fuerza en el Congreso el respaldo a proyectos de ley que permitirían a los estadounidenses mayor libertad para viajar y comerciar en la Isla.

Hoy grandes compañías como Google, Airbnb, American Airlines y Norwegian Cruise Line están presentes en Cuba, al tiempo que empresarios, artistas, políticos y militares de los Estados Unidos han declarado abiertamente su apoyo al acercamiento. Motivos económicos, culturales, y hasta de seguridad nacional han impulsado a los defensores del engagement.

Al mismo tiempo, los cubanos han sido sensibles a este contacto. En particular, son visibles los beneficios reportados al creciente sector privado cubano y las relaciones de todo tipo entre ciudadanos de ambos países. Familiares de un lado y otro del estrecho de la Florida puedan estar más cerca, física y afectivamente.

Como es lógico, persisten perspectivas divergentes en más de un tema, pero a través del diálogo se muestran resultados concretos, impensados poco tiempo atrás. Los acuerdos firmados y las posibilidades de ampliar la colaboración evidencian la importancia de concentrar los esfuerzos en lo que acerca a ambas naciones y no en lo que las separa.

El presidente Trump había dicho que haría retroceder las políticas obamistas si Cuba no ofrecía “un mejor acuerdo”, más ventajas en la negociación. Nunca dijo más ventajas para quién. Pero la ola de reacciones que ha provocado tan solo la posibilidad de una marcha atrás, demuestra para quiénes esto no sería un mejor trato.

Retroceder con Cuba no sería un mejor acuerdo para los ciudadanos comunes de Cuba y de Estados Unidos, no sería un mejor acuerdo para las familias repartidas en los dos países, no sería un mejor acuerdo para las empresas estadounidenses que han iniciado negocios en Cuba, favorecidas por una flexibilización del embargo, no sería un mejor acuerdo para la colaboración científica y artística ni para las miles de personas que hoy trabajan para y en las dos orillas del estrecho de la Florida. No lo sería tampoco para los políticos estadounidenses, que han declarado su apoyo bipartidista al acercamiento con Cuba.

La lista es mucho más larga. Quienes la engrosan se van sumando con cada nueva alerta. Todos coinciden en una pregunta retórica: ¿Para quién un retroceso con Cuba sería mejor? El único beneficiado podría ser el pasado. Y todos, cubanos y estadounidenses, vivimos en el presente. Permítasenos trabajar para el futuro.

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