El cubano David

David es mucho más joven que yo, baila mejor (mejor que yo baila cualquiera), fuma y conoce de puros cubanos tanto o más que yo. Su colección de música cubana es más extensa que la mía, y no porque sea –o se crea– más cubano que yo, es que sencillamente David ama a Cuba y, sin abstención alguna, ama todos sus derivados.

Me cuentan que antes de aprender a saltar, a correr y a nadar, ya bailaba música cubana, y cuando aprendió a hablar lo primero que dijo fue: ¿Y por qué no nací en La Habana? Bueno, casi, y si no lo dijo, lo pensó.

David “no” es cubano. Bueno (espera/wait), sí lo es, no legalmente, porque David no nació en Cuba (nació en Miami) y, a pesar de que sus padres son cubanos, Cuba aún no le extiende la ciudadanía a los hijos de cubanos nacidos en EE.UU., ¡y como hay!… Pero esto a David no le molesta, no lo atormenta, no lo desafina, no le resta cubanía. David huele, viste y calza a Cuba y cuando habla (español-cubano), es tan hijo de Cuba como la palma real, como el son y la guaracha.

Los padres de David hace muchos años que residen en Miami; no han regresado a Cuba, no por no querer o no poder, más bien porque les cuesta trabajo olvidar las razones que los obligaron a dejarla, lo que al parecer, no se supera con un suspiro. Esto David lo comprende pero no lo asume, no lo hereda y está bien que así sea, es como debe ser.

Les dijo a sus padres que iría a Cuba, que deseaba ver, mirar, observar, palpar, vivir por sí mismo todo lo que ellos le decían, lo bueno y lo malo, lo colorido y lo gris… David quería descubrir, le urgía brujulear, seguir las huellas, la sombra de sus padres y abuelos, reclamar su herencia, sus raíces, y zapatear La Habana. Indagar, preguntar, conocer finalmente a aquellos primos lejanos (His Cuban cousins) y, ¿por qué no?, bailar rumba. “La rumba derrumba”, me dijo en La Habana, vestido de blue jeans, mocasines sin medias y guayabera.

David ya ha ido a Cuba varias veces, y convenció a su madre para que lo hiciera. Ella fue, y el remordimiento quedó en el olvido cuando pisó tierra cubana; los malos recuerdos sucumbieron, se desvanecieron entre besos, abrazos y los agradecimientos por su regreso.

David es un DJ de música cubana (DJ Melao), muy bien cotizado y conocido. Su trabajo es promover la música cubana por cada rincón del planeta. Quise dedicarle este texto a mi amigo David, sin interés alguno, más bien por admiración, por merecerlo…, por su inexplicable y contagiosa pasión por Cuba.

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