La Habana, lista para el encuentro

La Habana vista desde el Norwegian Sky.

La Habana vista desde el Norwegian Sky.

Eran las 11:00 am cuando llamaron mi nombre. Éramos muchos, cientos de hombres; de todos los tamaños, edades, colores… Solos. Hombres de familia, de estudio, de la calle y de prisión. Yo más bien era un hombrecito que apenas sabía qué hacía y cómo llegó allí. Recién cumplía 16 años y estaba a punto de abordar un yate con destino a un lugar desconocido: Miami.

Era mayo 15 de 1980, fecha de despedida. Episodio triste que ha pasado a la historia como “éxodo del Mariel”. Fue el día en que salí de Cuba, mi país.

Hoy es mayo 2 de 2017. Recuerdo el día que antes describo por dos razones: es mayo, y regreso a Cuba –mi país– por mar. No a bordo del yate de un desconocido, no como “marielito”, no con hombres solos. Regreso como pasajero del crucero Norwegian Sky, acompañado por más de dos mil pasajeros ¡Dos mil pasajeros ansiosos por conocer mi país!

Mientras recorro los pasillos del barco, rumbo a La Habana, siento el entusiasmo, respiro nervios, noto un desborde de curiosidad. Muchos no tienen ni idea de quiénes somos, son ajenos a mi historia. Conocen o han escuchado de la Revolución cubana, de Fidel, la Crisis de los Misiles… pero no tienen idea de la realidad de Cuba y su gente… Quiero interrumpir, dar charla, llevarles mi experiencia; pero no digo nada, sé que eso cambiará en unas horas.

5:30 de la mañana. Abro la puerta de mi balcón para divisar las luces de la ciudad. No soy el único, hay muchas cabezas asomadas. Ahí está La Habana, bostezando, abriéndose, ancha, larga, hermosa, lista para el encuentro.

Se me hace un nudo en la garganta y se me empaña la vista. Parece que no soy el único, siento sollozos: “Mira José, mira mi amor, La Habana”, se escucha a una mujer desde un balcón cercano. Lo dice en español, con un acento bien cubano. Y continúa: “Cómo me hubiera gustado que mami pudiera estar aquí, que hubiera tenido la oportunidad de regresar antes de morir”. Escucho su llanto. “Ella está, mi amor…”, dijo el hombre. “Ella te espera allí, en el puerto”.

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