Nunca te irás del todo

Foto: Gabriel Dávalos

Hace unos días, mientras visitaba La Habana, vi en una de las redes sociales de Internet, a la que ya más de medio mundo tiene acceso, una hermosa foto que me causó una emotiva reacción que culminó con sudor en mi ojos, por no decir lágrimas.

La imagen —tomada por casualidad por el fotógrafo Gabriel Dávalos— nos relata la despedida de una joven que se va del país y decide, junto a sus amigas, caminar por La Habana por última vez. Sus cuatro compañeras se suben al muro del Malecón, espaldas al norte y la sorprenden ondeando una sábana blanca donde se lee en azul: “Nunca te irás del todo”.

Días más tarde, de este lado del jardín (Miami), donde ya tengo raíces y he regado semillas, una persona me preguntó, sin previo aviso, a qué se debe que escriba siempre sobre Cuba y por qué en todos mis escritos la describo como la última maravilla del planeta, la única rosa colorida en un deshojado rosal: “Así, lindo —me dijo—, como si nada malo existiera, entonces ¿por qué la gente se va?… Acaso no te fuiste tú” —me reprochó con tono rudo y regañón.

Avezado a responder estos “casi” justificados desbordes de ira que en ocasiones me emboscan, esta vez quedé taciturno, el “te fuiste”, sonó como un campanazo al oído… ¿Me fui?, me pregunté desazonado. ¿Te fuiste, nos fuimos?, me puse a elucubrar sobre el tema…

Es posible que sí nos hayamos ido, o al menos eso sentimos cuando decidimos emigrar. Para los que nos hemos “ido”, irse, no creo que sea una opción, más bien siempre ha sido una provocación. No obstante, pienso que quienes tomamos la triste y dolorosa decisión de emigrar —no importa la razón o el motivo que la provoca—, jamás abandonamos a Cuba, no nos vamos del todo, porque no importa el destino final, la tortuosa gestión de comenzar de cero lejos de nuestra tierra, familiares y amigos, adaptarse a un nuevo idioma, una nueva cultura y cambios de clima, Cuba emigra con nosotros, Cuba está siempre presente, como la rosa más colorida entre todas las rosas de un rosal.

Hoy ya no es como ayer, pero tampoco como quisiera que fuese, no obstante, espero con estoicismo y sin encono, una señal de aviso que me permita regresar, no para molestar o para imponer, es simplemente donde quiero estar, trabajar, contribuir, descansar, vivir y, posiblemente, morir.

 

Salir de la versión móvil