Obama desde mi balcón

Estábamos en la oficina de La Habana, parte del equipo esperando para fotografiar la caravana presidencial, otros en la redacción y otros más emplazados por toda la ciudad, cámaras y micrófonos en mano.

En cuatro años hemos reportado acontecimientos especiales pero, ahora, nuestro equipo llevaba varios meses preparándose intensamente. La oficina parecía un enjambre. Estábamos pendientes de la señal en directo, vimos el largo recorrido del avión por la pista cubana, personas de un lado, se escuchaban las voces de los fotógrafos… hasta que finalmente se abrieron las puertas del Air Force One y alguien en la oficina dijo: “Obama está en Cuba”. Fue como si me diera cuenta en ese momento.

El Presidente de los Estados Unidos visitando la Isla invitado por Raúl Castro… Era 20 de marzo y llovía en La Habana, y se percibía un ambiente de tranquilidad, de normalidad y de alegría. Ni en su propio país Obama podría sentirse más tranquilo, estoy seguro.

Cuando desde el balcón de la oficina pude ver la famosa “bestia” desplazándose por el malecón habanero no pude dejar de pensar en tantas personas que han trabajado mucho, durante tantos años, para llegar a un momento como este.

Entre otras cosas porque la comunidad cubana en Estados Unidos ha cambiado también, y la inmensa mayoría desea una relación normal con su país de origen. Defender las relaciones con Cuba desde los propios Estados Unidos ha implicado riesgos e incomprensiones de todo tipo; en las personas que a pesar de eso fueron persistentes durante muchos años pensaba yo cuando, desde mi balcón, vi pasar a Obama.

Que el Presidente de Estados Unidos visite Cuba marca un antes y un después, y es absurdo no reconocer la trascendencia de este suceso. Que el después sea fructífero para ambos pueblos dependerá en gran medida de lo que hagamos los cubanos, dondequiera que vivamos, los cubanos que deseamos para nuestro país un futuro próspero y digno.

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