Síndrome del político sordo

Foto: Escuela Cheng Ming de Argentina

Foto: Escuela Cheng Ming de Argentina

Por más de cincuenta años mi país adoptivo, EE.UU., ha sometido a mi país natal, Cuba (y más triste y tenebroso aún, a su pueblo, mi pueblo), a un extenuante, injusto e inhumano embargo y bloqueo económico… En lo personal, es como si mis manos –derecha e izquierda– no se comunicaran entre sí, como si no se reconocieran.

No bastando la inmerecida golpiza, EE.UU. tiene a Cuba en la lista de países auspiciadores del terrorismo, lo que imposibilita no solo que le pueda pedir asistencia económica (algo que no hará), sino que pone a prueba derechos y soberanía de personas y países, e impide al mundo de la banca internacional establecer relaciones comerciales con Cuba sin el sometimiento a un penoso y obcecado escrutinio.

La encuesta recién realizada por el Atlantic Council demuestra un cambio en el sentir y pensar de los ciudadanos norteamericanos en cuanto a la incoherente y anacrónica política de EE.UU. hacia Cuba. Los resultados hablan por sí solos. La mayoría de los norteamericanos, demócratas y republicanos, favorecen la normalización de las relaciones entre los países vecinos. Aún más relevante, en la Florida y aquí en Miami, donde reside la comunidad de cubanos emigrados más grande del país –entre ellos los responsables de redactar, propulsar y promover esta nefasta postura–, el 63 % de los floridanos apoyan el cambio, las relaciones diplomáticas y comerciales, el levantamiento de las restricciones de viaje a los ciudadanos norteamericanos no cubanos, y la exclusión de Cuba de esa lista negra con malos propósitos, donde nunca debió estar.

Hace unos meses La Habana fue sede de la cumbre de la CELAC, donde presidentes de casi todos los países de América Latina y del Caribe, y también el Secretario General de Naciones Unidas, discutieron asuntos de interés regional. Recientemente, la Unión Europea emprendió negociaciones con La Habana para aumentar el diálogo y la colaboración en los campos de las inversiones, el comercio y los derechos humanos. Tal parece que el mundo se alinea para emprender relaciones amistosas y cordiales con Cuba, y EE.UU. permanece inerte y aislado.

Entonces, con todos estos elementos, y la opinión pública ahora a su favor, ¿por qué el presidente Obama no actúa? ¿No fue él mismo quien, durante su primera visita al exterior como presidente, dijo que el embargo a Cuba era una medida obsoleta, impuesta antes de que él naciera? El presidente Obama, al parecer, sufre un mal que afecta a muchos líderes de Estados que en la cima del poder pierden sensibilidad y dejan de escuchar a su pueblo: el síndrome del político sordo.

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