Ajedrez de alto riesgo

Nunca hubo tantos trebejistas de elite como en la actualidad, eso es un hecho. Hace rato que existen unos cincuenta jugadores con coeficientes de fuerza superiores a 2700, lo cual era impensable unas décadas atrás. Sin embargo, a la par que avanza el nivel teórico, se le recorta espacios a la imaginación sobre el tablero.

Por fortuna, siempre hay gente que no respeta guiones. Personajes de espíritu insurgente que se rebelan contra la rutina de los caminos trillados, y no temen a exponerse a la derrota en aras de demostrar que sus ideas gozan de suficiente filo.

Uno de ellos, acaso el más sobresaliente de estos tiempos –sin ignorar a Alexei Shirov, Judit Polgar y Veselin Topalov-, es el ruso Alexander Morozevich.

El Moro destacó tempranamente en los duros torneos de su país natal, donde todos notaron enseguida su estilo agresivo y repudio por los empates sin batalla. Una de sus actuaciones memorables de entonces la rubricó en el Open Lloyds Bank de 1994, en el que sumó 9,5 de 10 puntos posibles, con maravilloso performance de 2900.

Sin embargo, aquellos que le pronosticaron una escalada inmediata a lo más alto admitieron después haberse apresurado, pues el joven comenzó a cosechar una serie de resultados inestables, algo que ha sido el sello inconfundible de su trayectoria ajedrecística.

Así, en el segundo lustro de los años noventas debió batirse fuerte para recuperar el prestigio necesario que lo devolviera a los principales torneos internacionales. Y lo logró, hasta el punto de convertirse en un habitual en el selecto club de los diez primeros del escalafón mundial.

Lo dicen sus más enconados adversarios: cuando Morozevich está enchufado, cualquiera puede ser su víctima. Se trata de un amante de las aperturas en desuso (en el cotejo de hoy derrota a Vishy Anand con un Gambito de Rey), que se mueve a sus anchas en posiciones complicadas donde la creatividad sale a la palestra.

Él mismo define su juego como “arriesgado”, y muy poco le importa que su Rey esté frecuentemente al descubierto. Críticos no le faltan a su juego, ni enemigos fuera del tablero: digamos, Kasparov, a quien ha censurado en numerosas ocasiones, o Topalov, al que acusó de recibir ayudas exteriores en sus duelos por el Campeonato del Mundo.

Más allá de tales desencuentros, lo inapelable es que Morozevich es brillante, y que constituye uno de los últimos románticos que quedan en el reino de Caissa.

Blancas: A. Morozevich. Negras: V. Anand.

Grand Prix de Ajedrez Rápido, Moscú 1995.

1.e4 e5 2.f4 exf4 3.Ac4 Cf6 4.Cc3 c6 5.Ab3 d5 6.exd5 cxd5 7.d4 Ab4 8.Cf3 0–0 9.0–0 Axc3 10.bxc3 Dc7 11.De1 Cc6 12.Dh4

12

12.Ce5 Cxe5 13.Axf4 Dc6 14.Axe5 Ce4 15.Tf4 Ae6 16.c4 dxc4 17.Dxe4 Dxe4 18.Txe4 cxb3 19.axb3 Af5 20.Te2 Tfe8 21.Tf2 Ag6 22.c4 a6 23.Ac7 Te3 24.d5 Tae8 25.Taf1 f6 26.Tf3 Rf7 Charbonneau,P (2472)-Roussel Roozmon,T (2451)/Montreal 2004/CBM 103/1–0 (55)

12…Ce7 13.Axf4 Dxc3 14.Ad2 Dc7 15.Ce5 Cf5 16.Df4 Ae6 17.Ab4

17

17.Cg4!? Dd8 18.Cxf6+ Dxf6 19.c3

17…Tfc8 18.g4 Cd6 19.Tae1 Cfe4 20.c4 dxc4 21.Ac2 Cf6 22.g5

22

22…Ch5?? Una mala decisión. 22…Cd5 era mucho mejor 23.Dh4 g6 (23…Cxb4?? el negro debe dejar tranquilo al alfil 24.Dxh7+ Rf8 25.Cg6+ Re8 26.Txe6+ Rd7 27.Dxg7+-) 24.Axd6 Dxd6 25.Cxf7 Axf7 26.Txf7 h5 (‹26…Rxf7 27.Dxh7+ Rf8 28.Axg6 Dxg6 29.Dxg6 Tc5 30.Tf1+ Cf6 31.Txf6+ Re7 32.Tf7+ Rd8 33.Dg8#) ] 23.Df3+- g6? [23…Db6 24.Axd6 Dxd6 25.Axh7+ Rxh7 26.Dxh5+ Rg8+-] 24.Cxg6 hxg6 25.Axg6

25

25…fxg6 [25…Db6 26.Axd6 Dxd4+ (26…fxg6?? el alfil no debe tocarse 27.Txe6 Dxd4+ 28.Rg2+-) 27.Tf2 Cf4 28.Axf4 fxg6 29.Txe6 Tc6+-] 26.Txe6 Df7 [26…Td8 con desesperanzada esperanza 27.Txg6+ Cg7 28.Axd6 Txd6 29.Txd6 Dxd6 30.Df7+ Rh7+-] 27.Dd5 [27.Txd6?! es un intento inútil 27…Dxf3 28.Txf3 Tc6 29.Txc6 bxc6±] 27…Cf5 [27…Cg7 no puede deshacer lo que ya está hecho 28.Txf7 (28.Txd6?! es una mala alternativa 28…Dxd5 29.Txd5 Cf5=) 28…Cxf7 29.Te7+-] 28.Txf5!

28

La estocada mágica. 28.Txf5 gxf5 29.g6 Dxe6 30.Dxe6+ Rg7 31.h4+-  

1–0

LA FRASE: “El ajedrez no es mi vocación, sino sólo una ocupación temporal, uno de los métodos de desarrollar mi inteligencia”. Alexander Morozevich.

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