El capitán que “mató” a su dama

George Henry Mackenzie fue militar y ajedrecista. Escocés como el buen whiskey, supo matrimoniar su pasión por los trebejos con aquella vocación marcial que, con el tiempo, lo mandó a los campos de batalla en Irlanda, la India y Estados Unidos.

Allí llegó a mandar un regimiento en la Guerra Civil, una vez ascendido a capitán. Pero su sino era espinoso, y alguna misteriosa razón lo llevó a desertar. Cumplió entonces dos años de cárcel, y a partir de ese instante decidió dedicarse a tiempo completo a los tableros.

No demoró en darse a conocer. Batió en un match al afamado sacerdote MacDonnell, y después ganó un torneo en Londres por delante del formidable Adolf Anderssen. Luego se proclamó campeón de los Estados Unidos, y su prestigio se regó como la pólvora.

Hacia los años 60 y 70 del siglo XIX, se le consideraba uno de los jugadores más temidos del planeta. Invencible en el gran país del norte americano, su ajedrez también cotizaba al alza por tierras de Europa, donde el estilo del guerrero Mackenzie –influido por el juego fantasioso de Anderssen y Morphy- causaba furor con resonantes sacrificios y combinaciones.

Fue en 1878 cuando legó a la historia su obra maestra a expensas del irlandés James Mason, un talentoso ajedrecista que –afirman los expertos- no pudo subir los ochomiles del reino de Caissa debido a su afición incontrolable por la bebida alcohólica. Una cosa está clara: Mackenzie aplica aquí mucho de lo aprendido en los manuales militares, llevando sus tropas a un ataque continuado donde cada movimiento responde a propósitos bien definidos.

Se trata de un cotejo espeluznante. De esos en los que la entrega de la dama colma de tensiones cada escaque, alarma al público y termina por humillar a su captor. La idea que se oculta tras el sacrificio (cortar la retirada del monarca negro vía f8-e8 o f8-e7) seguramente habrá dejado mudo a Mason, quien al término de la partida debe haber encontrado consuelo en la botella. Nunca con más razón que entonces.

Blancas: Mackenzie. Negras: Mason.

1.e4 e6 2.d4 d5 3.Cc3 Cf6 4.exd5 exd5 5.Cf3 Ad6 6.Ad3 O-O 7.O-O Cc6 8.Ag5 Ce7

Una jugada débil. Era mejor 8…Ag4 9.Te1 con igualdad.

9.Axf6 gxf6 10.Ch4 Rg7

10…c6 habría sido una idea interesante.

11.Dh5 Th8 12.f4

No 12.Cxd5 debido a 12…Cxd5 13.g3 Ce7.

12…c6 13.Tf3 Cg6 14.Taf1

14.Ce2 Cxh4 15.Dxh4 h5.

14…Dc7?

14…Db6 habría mantenido vivas las esperanzas del negro.

15.Ce2 Ad7

15…Te8 16.f5 Ad7 17.fxg6 (17.Cxg6 hxg6 18.Dg4 Axh2+ 19.Rf2 c5-+) 17…Axh2+ 18.Rf2 hxg6 19.Axg6.

16.Cg3 Tag8??

El error final. Debió jugar 16…Rg8, a lo que seguía 17.Cgf5 Axf5 18.Cxf5 Af8.

17.Dh6+!!

Precioso. Fulminante.

17…Rxh6 18.Chf5+

18.Cgf5+ Rh5 19.g4+ Rxg4 20.Tg3 Rh5 21. Ae2 mate.

18…Axf5 19.Cxf5+ Rh5 20.g4+ Rxg4 21.Tg3+ Rh5 22.Ae2# 1–0

LA FRASE: “Quien no asume un riesgo nunca ganará una partida”. Paul Keres.

 

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