La ley de Morphy

Si no fuera porque hubo un Capablanca, a Paul Morphy todavía lo consideraran el mejor ajedrecista natural de cualquier época. Es más: ciertos maestros, pese al genio cubano, y a Fischer, y a Kasparov, insisten en decir que nunca ha habido un jugador más grande.

Morphy nació en una familia aristocrática que desde muy pequeño le inoculó los virus de la música y el ajedrez. Con nueve años, el chiquillo ya imponía su talento sobre los trebejistas más renombrados de New Orleans, y tan solo contaba una docena cuando batió al respetable húngaro Johann Lowenthal en tres partidas sucesivas.

Es en 1858 que recibe una invitación para participar en el Torneo Internacional de Birmingham, a raíz de lo cual se decide a emprender una aventura que acabó con Europa a sus pies…

Maestro tras maestro, Morphy venció a todos y cada uno de los caudillos del Viejo Continente, excepción hecha de un esquivo y cauteloso Howard Staunton. En su lista de víctimas se contaron Owen, Boden, Medley y Harrwitz, pero también el mítico Adolf Anderssen, literalmente avasallado con score de +7 -2 =2.

Luego, empeñado en apuntalar su prestigio, jugó en Francia e Inglaterra una serie de exhibiciones de simultáneas a la ciega, derrotó a ocho rivales a la vez, y esa demostración de integralidad competitiva dejó clara su estirpe de monarca. El mundo ya lo proclamaba su campeón, y él validaba el calificativo concediendo ventajas materiales y lidiando contra varios maestros al unísono.

Al año siguiente de cruzar el Atlántico, regresa a su país y desafía a cualquier ajedrecista del planeta –léase bien, a cualquiera- a enfrentarlo en un match ¡con peón y salida! Pero nadie se llenó de valor para encarar el reto, y Paul Morphy abandonó definitivamente el juego.

Durante el lustro 1858-63, el norteamericano no conoció adversario alguno. Tanta fue su superioridad que enseguida la falta de ambiciones lo minó, y a partir de su alejamiento del tablero se incrementaron las depresiones y sus manías persecutorias. Cuentan que su salud mental llegó a ser una ruina, que Morphy terminó en sombra de Morphy, y que murió en julio de 1884 a causa de una embolia derivada de una ducha fría.

En el único torneo que lidió en aquella breve y brillantísima carrera (el Congreso Americano de 1857), le ganó –o más bien, le asestó- este cotejo al poderoso germano Louis Paulsen. Una obra de arte, aseguraron tipos como Steinitz y Lasker. Suficiente.

Blancas: Paulsen. Negras: Morphy.

1. e4 e5 2. Cf3 Cc6 3. Cc3 Cf6 4. Ab5 Ac5 5. 0-0 0-0 6. Cxe5 Te8

El negro sacrifica un peón en busca de agilizar su desarrollo.

7. Cxc6 dxc6 8. Ac4 b5 9. Ae2

La aparentemente lógica 9. Ab3 falla por 9…Ag4 10. De1 (si 10. Ce2 Txe4, ganando material) 10…b4, y si 11. Ca4 Txe4 termina atrapando a la dama.

9…Cxe4 10. Cxe4 Txe4 11. Af3 Te6 12. c3?

Lo correcto era 12. d3.

12…Dd3! 13. b4 Ab6 14. a4 bxa4 15. Dxa4 Ad7 16. Ta2??

La jugada del blanco echa todo por tierra. En vez de eso, 16. Da6 mantenía las cosas en orden, seguido por 16…Dc2 17. Ag4. Ahora existe la amenaza de mate con 17…Dxf1+. Paulsen responde entonces al intento atacante, pero pasa por alto un sacrificio mucho más fino y arriesgado.

16…Tae8 17. Da6 Dxf3! 

Apenas doce minutos demoró Morphy en hacer este movimiento. Su contrario, en cambio, pensó más de una hora en optar por la toma de la dama.

18. gxf3 Tg6+ 19. Rh1 Ah3 20. Td1??

Nada queda por hacer.

20…Ag2+ 21. Rg1 Axf3+ 22. Rf1 Ag2+

La “pasiva” 22…Tg2! habría ganado más rápido.

23. Rg1 Ah3+

Si 23…Ae4+ 24. Rf1 Af5 25. De2 Ah3+ Re1 Tg1 y mate.

24. Rh1 Axf2 25. Df1

Absolutamente forzado.

25…Axf1 26. Txf1 Te2 27. Ta1 Th6 28. d4

Si 28. Rg2, entonces 28…Ab6+ 29. Rf3 Texh2 30. Re4.

28…Ae3 0-1.

El resto era evidente: 29. Tf2 Txf2 30. Axe3 Tfxh2+ 31. Rg1 Th1+ 32. Rf2 Tf6+ 33. Rg2 Txa1.

LA FRASE: “El ajedrez ha de ser primordialmente una recreación y no debe practicarse en detrimento de otras y más serias actividades”. Paul Morphy.

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