Torre fugaz

Si Carlos Torre Repetto no fue un genio del tablero, cerca estuvo de serlo. Pero su paso por el estrellato resultó tan efímero, que siempre quedará la incertidumbre de hasta dónde nos podía asombrar el mexicano.

Nacido en 1904 en Mérida, Torre se trasladó a New Orleans en plena adolescencia, donde el maestro Edwin Ziegler Adams advirtió su potencial y lo aceptó como discípulo. Pronto empezó a ganarse un nombre: triunfó en el Campeonato de Louisiana (1922), en el de New York (1923) y en el torneo de la Western Chess Association (1924).

Europa le abrió entonces las puertas. El muchacho debutó con un décimo puesto en Baden-Baden (por delante de Reti, Spielmann, Tarrasch, Colle, Nimzowitsch…), y a seguidas partió rumbo a Marienbad, donde acabó empatado en los escaños tres y cuatro, a un solitario punto de los vencedores.

Combinaciones fulgurantes, ajedrez ofensivo… esa era la receta de Torre para que los simpatizantes del juego comenzaran a rendirse a un talento que luego dejaría una actuación inolvidable en Moscú 1925, evento en el que se ubicó 5º-6º (aventajando a Reti, Spielmann, Sämisch, Rubinstein, Yates…), y con una victoria sonada sobre el campeón del universo, Emanuel Lasker.

En dicho cotejo el azteca apeló a un espléndido recurso denominado El Molino –consistente en una acción combinada de alfil y torre sobre el rey contrario-, el cual se cita a guisa de modelo en numerosos textos ajedrecísticos. Sin embargo, su opinión de la inmortal secuencia no fue precisamente la mejor: “No la considero una buena partida, ambos cometimos varios errores; esa fue una de mis peores partidas y también la peor de Lasker”.

En el propio 1925, Torre obtuvo el título de su país natal, pero un tiempo después, en octubre de 1926, el destino se cebó en su cerebro cuando una crisis nerviosa lo forzó a retirarse de por vida, con apenas 21 años cumplidos. A partir de ese momento debió ganarse el pan como tendero, y muchas veces se especuló con su probable vuelta a los tableros, pero ello no llegó nunca a concretarse.

Reconocido como inventor de una apertura, el Ataque Torre (1.d4 Cf6 2.Cf3 e6 3.Ag5 o 1.d4 Cf6 2.Cf3 d5 3.Bg5), el prodigio mexicano recibió en 1977 la distinción de Gran Maestro, algunos meses antes de morir.

Lo dejo con el famoso duelo versus Lasker…

Blancas: Carlos Torre. Negras: Emanuel Lasker.

1.d4 Cf6 2.Cf3 e6 3.Ag5 c5 4.e3 cxd4 5.exd4 Ae7 6.Cbd2 d6 7.c3 Cbd7 8.Ad3 b6 9.Cc4 Ab7 10.De2 Dc7 11.0–0 0–0 12.Tfe1 Tfe8 13.Tad1 Cf8 14.Ac1 Cd5 15.Cg5 b5

15...

16.Ca3 b4 17.cxb4 Cxb4 18.Dh5 La casilla h7 atrae el fuego cruzado 18…Axg5 19.Axg5 [19.Dxg5!? definitivamente debe considerarse 19…f6 20.Db5=] 19…Cxd3 20.Txd3 Da5 21.b4 Df5 22.Tg3

22

22…h6 [22…f6 23.Cc4 Te7 (23…fxg5 es la alternativa menos atractiva 24.Cxd6 Dg6 25.Dxg6 Cxg6 26.Cxb7) 24.Cxd6 Dd5–+] 23.Cc4 Dd5? [23…hxg5!? pudiera ser una alternativa viable 24.Cxd6 Dg6 25.Dxg6 Cxg6 26.Cxb7 Tab8=] 24.Ce3± Db5?? Error craso. 24…Dxd4 25.Td1 De4 (25…Dxb4?? ese peón es un cebo mortal y causará al negro graves problemas 26.Af6 Cg6 27.Txg6 fxg6 28.Dxg6+-) 26.Axh6 Cg6+- 25.Af6!! 

25

El ataque sobre g7 y sobre la dama colgada no permiten otra respuesta.

25…Dxh5 26.Txg7+ El rey queda encerrado bajo el fuego del alfil y la torre. 26…Rh8 27.Txf7+ Las blancas recuperarían la dama con Tg5+, pero antes de ello comen lo que hay por la séptima. 27…Rg8 28.Tg7+ Rh8 29.Txb7+ Rg8 30.Tg7+ Esta maniobra lleva el nombre de El Molino. Rh8 31.Tg5+ [31.Txa7+! lo haría todo más fácil para el blanco 31…Rg8 32.Tg7+ Rh8 33.Tg5+ Rh7 34.Txh5 Rg6+-] 31…Rh7 32.Txh5

32

La ventaja es decisiva y lo siguiente es cuestión de técnica.

32…Rg6 33.Th3 Rxf6 34.Txh6+ Rg5 35.Th3 Teb8 36.Tg3+ Rf6 37.Tf3+ Rg6 38.a3 [38.Tb1!? y el blanco puede ir relajándose 38…Cd7+-] 38…a5 39.bxa5 Txa5 40.Cc4 Td5 41.Tf4 Cd7 [41…Rg7+- un último esfuerzo por resistirse a lo que parece inevitable] 42.Txe6+ Rg5 [42…Rh7 es la última apuesta 43.h4 Cf8 44.Txd6 Txd6 45.Cxd6 Td8+-] 43.g3

43

43.g3 Cf8 44.h4+ Rh5 45.Te7+-  

1–0

LA FRASE: “Las más admirables combinaciones de los grandes maestros son la culminación de planes directos y simples”. Carlos Torre.

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