Ser honrado y bailar bien

Ricardito

Ricardito

De Facebook  -como de la televisión o hasta de los aviones en los primeros años de la consolidación de sus respectivos imperios- se usa hablar mal a veces para pasar por muy intelectual o por persona singular y a contracorriente. Yo reconozco sus peligros o excesos pero me gusta porque acompaña, porque (como de los buenos bares de “la vida real”) uno pude entrar y salir sin que casi nadie le pregunte por dónde  andaba y tal vez sobre todo me complace que en esta red social se puede sugerir o proponer un libro, una película, una canción.

Si antes me quedé como tres veces sin el casette –palabra del siglo pasado si las hay- de Pedro Luis Ferrer por prestarlo apasionadamente, ahora somos unos cuantos los que ponemos sus canciones y en estos últimos días hemos recordado las fechas  de su breve gira por España. Gracias a Facebook hemos sabido también en este abril de 2013 que Gema Corredera, nuestra formidable cantante, ha actuado en Estados Unidos junto a su maestra –y la de más de una generación- Marta Valdés.  Gema –con eficaz dramaturgia en ese equilibrio de buen gusto que es promocionarse sin ser pesa’o – ha puesto algunas de sus canciones del nuevo disco y se le agradece, es algo (como el título de una de las preciosas interpretaciones) “chévere”.

El que más disfruto de los amigos- la cursiva viene de que, como a muchos otros, a este formidable artista no lo conozco personalmente-  es a Ricardito. Sí, ¡Ricardito, el de Los Latinos! Ahora anda por Europa –da conciertos a menudo desde Amsterdam hasta Mallorca-  y, sin abrumar y con humildad, pone algunas de sus canciones. Esta semana confesaba que le costó encontrar su propia copia de ese clásico que se titula “Ando buscando una novia”. Y fijándome –ahora sin grupo de amigos maravillosos pero gritones alrededor, sin pista de baile de pueblo de tierra adentro artillada de muchachas de todos los colores-, adentrándome en la voluntariamente simple pero fresca y hasta candorosa letra de la canción, me reconcilio con varias certezas. En un momento de machacona politización Ricardito, desde su voz límpida y graciosa, está pidiendo una novia y le ofrece cosas humanas, sencillas, entrañables como ser honrado, trabajador y bailar bien.

Recuerdo cuando –siguiendo una tendencia que iba del oficialismo rancio a la envidia común- algunos criticaron, en la arrancada de los noventa, que los músicos ganaran mucho dinero en una Cuba azotada por la crisis económica. Entonces rememoré en debates directos y en las páginas de La Gaceta de Cuba los años en que estos esenciales responsables de nuestro sudor- no heroico pero sí sano de las ruedas de casino o las fiestas caseras- vivían en humildes albergues, se transportaban en ómnibus de cualquier categoría o lentitud y se perdían buena parte del mercado internacional por coyunturas políticas exteriores y limitaciones mentales internas.

Agradezco de nuevo haber contado en tiempos en que la épica y la propaganda nos rodeaban por todas partes -como el mar en la realidad geográfica y el inmenso poema de Piñera-, con la complicidad de los que, como Ricardito, ponían la pausa de tanto “teque” para jugar con aquello de “te digo ahorita”; ofrecer argumentos tan sólidos como candorosos a la posible novia, encender, en medio de la noche de las urgencias laborales y sociales  una antorcha de  íntima alegría.

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