No es libre la mujer que, por no “trabajar en la calle”, depende del marido para vivir cada día. No importa que su compañero sea un “buen marido”, y que ella confíe en que él custodia los intereses de la familia. No importa que el “buen marido” le entregue su salario íntegro, porque ella lo administra como nadie. No importa que ella crea que por llevar-tan-bien-la-casa, tiene poder para negociar y decidir. No importa que, en efecto, él no intervenga en lo que ella compre o no compre, cambie o no cambie en su mundo privado.
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