Vivas nos queremos

Aunque no hay estadísticas precisas sobre feminicidios, sabemos que en 2017 cada 2,8 días murió una mujer a causa de un homicidio en Cuba.

Ilustración: María Tatumba.

Ilustración: María Tatumba.

Según estimaciones globales, aproximadamente una de cada tres mujeres (35%) ha sufrido violencia física o sexual de pareja, o violencia sexual por terceros, en algún momento de su vida. Si usted es mujer y no le ha pasado, tiene alta probabilidad que le suceda en lo adelante, o le habrá sucedido a la que está dos puestos más allá.

En Cuba las cifras son bastante similares. Los datos más recientes dicen que el 39,6% de las mujeres encuestadas en un estudio nacional, aseguró haber sufrido algún tipo de violencia por parte de su pareja en “algún momento de su vida”.

La violencia puede ser más cruenta en situaciones de empobrecimiento, para las mujeres rurales, racializadas, mujeres trans, sexualmente diversas, mujeres migrantes. Las violencias de género no son solo física o sexual. Son múltiples: patrimonial, psicológica, laboral, digital y otras. Teniendo en cuenta todo el espectro, la cifra aumentaría.

Somos baratas

La violencia hacia las mujeres y las niñas atraviesa toda la sociedad. Según el último informe de la ONU, América Latina y el Caribe es la región con mayores índices de agresiones a mujeres. Su expresión límite es el asesinato, calificado ya como feminicidio en una parte importante de las legislaciones contemporáneas. Con el término se da cuenta de que la muerte de una mujer se ha producido por el hecho de ser mujer, y no en circunstancias neutras al género.

Según la CEPAL, el pasado año al menos 2 mil 795 mujeres fueron asesinadas en el continente en claro gesto feminicida.

La violencia hacia las mujeres y las niñas es, lo sabemos, un problema social, político, económico, y de salud pública. Para hacerle frente, entre 2014 y 2018, 52 países reforzaron su legislación al respecto. Y 18 países latinoamericanos modificaron sus leyes para que el crimen de feminicidio sea tipificado, y agravada la pena.

En Ecuador, alrededor de 600 mujeres murieron a causa de violencia machista desde 2014. Y los datos actualizados hablan de un feminicidio cada tres días.

En Colombia cada 28 minutos una mujer es violentada, y solo en Cali cuentan 30 feminicidios en lo que va de 2018.

En Guatemala, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) ha realizado de enero a octubre de este año, 5 mil 623 evaluaciones psicológicas a mujeres mayores de 18 años, por el delito de violencia contra la mujer y violencia sexual; y ha efectuado 6 mil 257 evaluaciones clínicas por delitos sexuales a mujeres y niñas.

En Argentina, en 2018 hubo 260 feminicidios.

En Brasil se comenten 4 de cada 10 feminicidios de la región, según datos de la CEPAL. El Salvador presenta una tasa de 10.2 ocurrencias cada 100 mil mujeres, y Honduras 5.8.

Cuba no cuenta con datos de feminicidios. Los asesinatos de mujeres califican en la categoría general de homicidios, en ausencia de investigación sobre si fueron o no feminicidios. No hay cifras específicas, pero se saben algunas cosas. Se conoce, por ejemplo, que 130 mujeres fueron asesinadas en 2017 en el país. O sea, una cada 2.8 días. No puede asegurarse que todos esos casos son feminicidios, pero es un dato importante, para empezar.

Desde 1999, la ONU declaró el 25 de noviembre el Día Mundial Contra la Violencia Hacia las Mujeres y las Niñas. La fecha reconoció como un crimen de Estado al asesinato de las hermanas Mirabal, en República Dominicana, bajo la égida del dictador Trujillo. En ese mismo país, las cifras de feminicidios continúan siendo alarmantes. República Dominicana tiene una tasa de 2.2 feminicidios por cada 100 mil mujeres.

Frente a la violencia machista, resistencia feminista

Movimientos feministas y organizaciones con agendas democratizadoras convocan cada noviembre a movilizaciones y acciones públicas para denunciar las formas diversas de violencias de género. Entre los repertorios globales de intervención pública están las marchas y concentraciones, donde se escucha en una sola voz:

Señor, señora,

no sea indiferente.

Se mata a las mujeres

en la cara de la gente.

Este año cientos de ciudades han sido tomadas por colectivos, organizaciones y personas que intentan articular voces, construir agendas, y demandar acciones –estatales y no estatales– para sensibilizar y reducir las violencias.

Al reclamo general por justicia, reparación, y prevención de las violencias contra los cuerpos feminizados, se unen otras demandas. En América Latina, una de las más potentes es el derecho universal y gratuito al aborto. La Marea Verde, símbolo del movimiento por el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad, ha llegado a rincones de la región para visualizar que la penalización del aborto es, en realidad, penalización de la pobreza. Y que mientras los Estados no aseguren el acceso y el derecho a la interrupción voluntaria de los embarazos, las mujeres seguirán muriendo en abortos clandestinos, siendo madres niñas o madres de los hijos de sus violadores.

Asesinos,

asesinos,

asesinos son ustedes.

En abortos clandestinos

las que mueren son mujeres.

Durante las marchas del 25 de noviembre también se reclama democratización económica, se rechaza el acoso laboral, callejero y en las universidades, contra las políticas económicas gubernamentales que excluyen implícita o explícitamente a las mujeres, contra la discriminación por orientación o identidad sexual, se denuncian los fundamentalismos religiosos, etcétera.

En 2018, desde el jueves 22 y hasta el domingo 25 los movimientos y colectivos feministas tomaron las calles de muchas ciudades del mundo y especialmente de América Latina y el Caribe.

En nuestra región, la lucha contra la violencia machista está articulando la práctica feminista más que ningún otro tema. En otras geografías ha ganado prominencia la discusión sobre trabajo doméstico no remunerado y no reconocido, realizado mayormente por mujeres, o las denuncias por acoso sexual en la industria cultural y/o espacios académicos.  Esos asuntos también integran la agenda latinoamericana, pero son los hashtags #NiUnaMenos, #NiUnaMás, y #VivasNosQueremos, los que están construyendo tejidos regionales de mayor potencia.

Cada 25 de noviembre se da un paso para sensibilizar, desnaturalizar y politizar estos asuntos.

¡Alertaaaaa, alertaaaa!

Alerta, alerta, que camina

la lucha feminista

por América Latina.

Y tiemblan, y tiemblan

y tiemblan los machistas,

que toda Abya Yala

va a ser feminista.

En Cuba análisis académicos han comenzado a ocuparse con mayor visibilidad de esos temas. En días pasados la agencia de prensa IPS documentó cuatro investigaciones que abordan temas de violencias de género en el país, y que arrojan resultados preocupantes sobre la realidad cubana.

Entre ellos, un asunto vital es el de las percepciones y normas sociales. Según una Encuesta Nacional sobre igualdad de Género realizada en 2016 y de la cual sólo se conocen resultados parciales, el 39.6 por ciento de mujeres y 43 por ciento de hombres consideran que la violencia hacia las mujeres en la pareja es un asunto privado, que debe resolverse sin intervención de terceras personas o instituciones públicas.

Voces feministas cubanas han insistido en demandar datos sobre violencias de género en el país, tipificar los feminicidios como tales, y construir y aplicar normas legales y acciones estatales que contribuyan, sin tibieza, a reconocer y adelantar soluciones sobre el asunto. Casos de feminicidio han sido denunciados en las redes sociales y cada vez más se hacen públicas situaciones de violencia, aunque aún con numerosos límites.

Con todo, la realidad cubana no parece tan excepcionalmente distinta a las de otras geografías. En temas de violencias de género, hay mucho que hacer. Entonces, ¿qué hacer?

Ahora que estamos juntas / Ahora que sí nos ven

En Cuba el tema está ganando visibilidad en los últimos años, aunque no siempre de forma edificante.

El 25 de noviembre de 2017 la televisión estatal cubana transmitió un desafortunado reportaje que se presentaba como una denuncia hacia las violencias de género, y terminó hablando de la falta de civismo por poner música alta.

2018 ha contado con otras voces. La revista estatal La Jiribilla, publicó un dossier sobre equidad de género. Y la sede cubana de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales organizó una sesión de debate sobre violencias de género en el mes que cursa.

Entre los esfuerzos más sistemáticos cuenta el del Centro Oscar Arnulfo Romero, que ha sostenido por cuatro años la Campaña Eres Más, cuyo objetivo ha sido sensibilizar sobre estos asuntos a través de campañas de bien público y la creación de espacios de análisis y debate.

Esa misma institución inauguró este año la Campaña Cubana por la No Violencia Hacia las Mujeres “Evoluciona”, dirigida fundamentalmente a las juventudes. La Campaña ha performado al personaje de Cromañón, que encarna la necesidad de “evolucionar” respecto a las violencias de género, para eliminarlas. El Cromañón ha recorrido calles del país instando a reconocer que “el acoso te atrasa” y que “el machismo te atrasa”.

“Evoluciona” es una iniciativa en la campaña contra las violencias. Siendo su público meta las juventudes, el personaje de Cromañón podría eventualmente visibilizar el tema. Habría que ver cómo “evoluciona” esta estrategia.

Con Evoluciona, el Centro Oscar Arnulfo Romero, en alianza con otras instituciones, organizó un concierto en La Habana a propósito del 25 de noviembre, y dedicará una jornada contra la violencia hacia las mujeres en la oriental provincia de Granma, entre los días 5 al 8 de diciembre. La jornada incluirá conversatorios, actividades en escuelas y comunidades de ese territorio.

Otras estrategias, sin embargo, deberían integrar el espectro del feminismo y asegurar progresiva densidad. En América Latina y en el mundo hay suficiente referencia para empezar a pensarlo para Cuba.

La ruta no tiene que ser lacrimógena, pero sí alcanzar progresiva consistencia y transparencia del problema. Mujeres están muriendo, siendo violadas y/o violentadas, acosadas en las calles y trabajos. “De regreso a casa quiero ser libre, no valiente”, reza una de las consignas de mayor impacto.

Hasta el momento, el alcance de la lucha contra las violencias de género sigue siendo focalizado y limitado en Cuba. Es necesaria la acción social y política mucho más ampliada, descentrada, diversa, y cada vez más autónoma.

Que Cuba comience a aparecer en los mapas de movilizaciones sociales auto-organizadas por el 25 de noviembre, es un paso mínimo. Antes, tendría que dejar de leerse la auto-organización como una afrenta ilegítima. De hecho, es todo lo contrario. El espacio público no debería ser un lugar tan difícil de tomar.

En este 25 de noviembre, las marchas en centenares de lugares del mundo no “bajan” de ningún lugar. Nadie necesita orientaciones de arriba. Suben, eso sí, de las prácticas de vida de mujeres y hombres feministas, hasta las instituciones más inaccesibles que, o se taponean los oídos frente a la demanda de miles de personas, o acompañan hombro a hombro estrategias para vivir mejor. Frente a las violencias y las desigualdades, no hay forma de neutralidad posible.

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