Vox Dominus

Juego de dominó en Cuba

“Aquí el dominó lleva alarde, gesticulación, blofeo…” / Foto: Roberto Ruiz.

Sin dudas, el Duke Snyder fue un gran pelotero con tremenda mala suerte, tanta que en Siguaraya City nadie asocia su nombre al béisbol, sino al… dominó.

Ningún folio despolillado por sus exégetas ha arrojado evidencias de que alguna vez el olvidado astro de los Dodgers se abandonara al más sublime aporte de los monjes dominicos, y aun así, su nombre es invocado, religiosamente, en cada circunstancia de la data en que emerja un “2”, por uno o ambos extremos de la serpiente moteada…

Quizás usted lleve años jugando dominó e ignoraba esta terminología, pero se le perdona, porque entonces usted no es un verdadero jugador de dominó. No se sulfure, ahora le explico…

El verdadero jugador de dominó, tal como lo entendemos en nuestros fueros, no es ese aspirante a Bobby Fischer que lo ultra-analiza todo, baraja variantes, se adelanta jugadas, cuenta las fichas, intuye lo que tiene su pareja y juega en función suya, o descubre la data de sus rivales y la va matando sistemáticamente, apretando al infeliz a su diestra, haciendo suyo el código ético de jamás agacharse, pasarse con ficha o meter forro, ahuyentando sapos y repitiendo con severidad aquella infamia de “el dominó lo inventó un mudo”…

Ódienme, puristas, pero no puede haber diversión con tanta severidad. Si lo vamos a considerar un juego, es preciso asumirlo como tal y relajarnos. A no ser, claro está, que se esté jugando por dinero, pues todo puede pasar entrada la madrugada, con cuatro pares de muslos sosteniendo una tabla bajo un poste iluminado, poniéndole sesos a esta suerte de póker tropical…

El dominó sabroso, el más autóctono y extendido, lo juega ese ejército de botagordas quinceañeros, agachaos y desentendidos, que cuelan como al azar un “5” por un “7”, que clavan el doble-blanco y sueltan el doble-cinco, que agarran las fichas con guapería y cruzan las piernas, con la rufa de esos guagüeros que almidonaban el cuello de sus camisas y le prendían un pañuelo con un clip… Los verdaderos jugadores de dominó no tienen idea de nada, pero hacen como si se las supieran todas. Hay que sentirlo y decirlo urbi et orbi: no hay aguaje como el pegue con capicúa, el tranque al seguro, el pase anunciado, el repite y pon…

Aquí el dominó lleva alarde, gesticulación, blofeo… Uno vacila un triunfo echándose para atrás en la silla y mandando a “dar agua” a los perdedores. Quizás al pegarte te pusiste de pie con dramatismo para luego estampar estrepitosamente la ficha contra la mesa, haciendo saltar las demás y dejando un reguero como de caídos en combates, para ordenarle a tus víctimas que digan como Voltus V: “Vamos a… ¡Unirnos!”.

Hay algo sádico en el goce de una pollona, como existe un atisbo de misericordia en el culillo, y mucha frustración cuando cogiste tremenda data de ocho y no logras poner uno, o te obligan a matarlos, porque el infeliz de tu pareja no cogió ni al culpable, o te están apretando con una puya infame…

No más recoger tus 10 fichas, ya puedes hacerte una idea de cómo será la partida: o tienes un “piano-bar” o estás “encuero a la pelota”, lo cual significa en castellano que, o tienes muchas gordas o estás bajito. En otras palabras, o estás enyerbao o en la playa…

Es que el dominó tiene su propio idioma, sus denominaciones especiales, algunas de raíz geográfica, otras de etimología bolitera, pero todas poseedoras de cierta poética, de una potencia y una visualidad tan grande, que han trascendido la mesa de juego y se nos cuelan en la cotidianeidad. Quizás las ha escuchado y no las comprende, porque si usted no es un verdadero jugador de dominó, no tiene por qué saber que “quedarse ahí” o “echarse un laguer”, significa que va a doblarse.

En el glosario de voces dominoseras sobresalen los apodos. Por ejemplo, los dobles tienen su propia denominación: Blanquizal de Jaruco (doble blanco), la Caja e’ Muerto (doble seis), y la Puerca, la Lechona o La que menos pesa (doble nueve). Otro tanto pasa con las fichas individuales. Aquí les muestro algunos que he escuchado, por orden, y si usted conoce otros, le invito a compartirlos en los comentarios:

1 – La Puya, La que Hinca, el Unicornio Azul.

2 – El Duque Snyder, el Duque Hernández, Dulcinea del Toboso, el Dulce pa’ los Diabéticos, el Duque Duraluminio…

3 – Tribilín Cantore, Tristeza me Dan tus Penas, Tristá entre San Pedro y Toscazo (para los que, como yo, somos de Santa Clara)

4 – Cuarteles que son escuelas, Cuatro mil y más murieron, el Cuartico está igualito, Cuarentiña.

5 – Cinco-mer no se pué vivir, la Monja, Cinco mil y más murieron

6 – SeHizo el Loco, Sixto Batista, Seis mil y más… (como ven, esta fórmula se repite)

7 –  Septiembre el Mes de la Calabaza, el Culo, la M…da

8 – Ochoa y Mendieta, General de generales, Octavio Sánchez Guzmán (el Tavo)

9 – Nuevecito e paquete, November Rain, Nueve mil y más…

0 – Serapio Holanda, Blanquita Becerra, Blanquizal de Jaruco, Te pinto de Blanco

Como ya decía, esto no es algo cerrado, como el latín o el esperanto: el idioma del dominó es vivo, se regenera y se nutre de nuevos referentes, porque es toda una cultura que aquí nos tomamos muy a pecho. Tanto que hasta hemos organizado campeonatos mundiales de dominó, y los hemos ganado con su variante oriental, de seis fichas…

Visto así, nuestras autoridades deportivas deberían dejar de desgastarse reclamando el regreso del béisbol al programa olímpico, y hacer lobby al duro para incluir en su lugar al dominó. Sería una buena idea, pero no sería la primera. Cuántas no habrán sido propuestas, y por respuesta solo obtienen par de golpes secos en una mesa y una palabra lapidaria: “Paso…”

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