Les presento una escuela

Foto: Miguel Ángel Romero

Foto: Miguel Ángel Romero.

No sé cuántos planteles de La Habana funcionarán tan bien como la escuela primaria Gonzalo de Quesada. He huido de la guataquería toda la vida por eso he demorado en escribir sobre esta escuela que conozco tan bien. He observado con detenimiento la manera en que las maestras y maestros se comportan, el trabajo de las auxiliares pedagógicas, los matutinos, los actos políticos, los días de fiestas, la calidad de las clases, y las quejas que acumulo solo van en busca de la perfección.

Hablar mal de la educación cubana es un acto doloroso. Por eso siento un alivio tremendo de que esta haya sido mi experiencia. Tal vez las que conozco en el presente no sean las maestras de mis días de escuela, tal vez algunas de las que ahora miro sean mejores que aquellas, me es imposible recordar detalles de hace más de treinta años. Pero sí sé que las personas que en 2017 se dedican a la enseñanza en escuelas primarias, secundarias y preuniversitarias, no pueden ir con su salario al mercado Centro donde antaño se compraba con 300 pesos la comida del mes.

En las escuelas de estos tiempos las maestras tienen que asistir a la misma cantidad de reuniones que antes o más, pero al salir de ellas el transporte está más difícil de atrapar que en los años 80 y en la casa no espera el jamón de 6 pesos ni el friísimo refresco de botella.

En las aulas del tercer milenio es más difícil enseñar que antes. Las tizas no son de colores y los mapas no pueden colgarse porque todavía en ellos domina la Unión Soviética.

Ahora hay que tener más ganas, más vocación, más respeto por la educación y por su importancia. Y por eso ahora deberíamos respetar más a las maestras y maestros, que trabajan en un oficio que la mayoría de los educadores abandonó en los años 90 para poder sobrevivir.

La escuela Gonzalo de Quesada es una maravilla de orden, color y alegría. Estoy seguro de que hay muchas escuelas como esta en Cuba, pero también sé que así no son todas. Pero hay un día que sobresale entre todos. El 4 de abril las maestras y profesores, de cualquier edad, religión y estado de ánimo, se disfrazan, bailan, cantan, actúan, todo para las pioneras, pioneros y sus familiares, que son su público por unas horas.

He quedado esperanzado cada vez que he visto a esta escuela funcionar así. He sentido la tranquilidad que da saber que hay tanta gente buena cuidando a nuestros hijos e hijas, dedicados a ellos todo el día, sin recibir riquezas a cambio, sin que los espere un auto nuevo ni la perspectiva de un viaje al extranjero. Por eso prefiero luchar por esta gente, por la que no se cansa de trabajar por nosotros.

La escuela Gonzalo de Quesada es un lugar seguro para llevar a nuestros hijos. Tranquila, modesta, llena de maestras simples y alegres como madres devotas. La tristeza de cualquier día se deja en la puerta de la escuela cuando llega el 4 de abril. No hay derecho a la desesperanza este día. Ojalá en mis veinte años de docencia hubiera encontrado un lugar tan hermoso para enseñar como esta escuela.

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