Preguntas sin respuesta

Foto: Claudius Prösser.

Foto: Claudius Prösser.

Llegan a mi cabeza a cualquier hora del día, desde muy niño hasta ahora, preguntas incómodas, que ni yo quiero responder. Algunas son dudas irreparables que forman parte de mis lagunas científicas. Otras son herejías políticas, desvíos del camino confortable de la burocracia que habla pero no dice nada.

¿Por qué “desconectar” era, hace una generación, la acción de relajarse y ahora todos quieren estar conectados?

¿Por qué los que gobiernan han olvidado el origen marinero de la palabra gobernar, que en un barco es el trabajo del timonel, que nunca es jefe ni el dueño del navío? Gobernable es el timón de la embarcación, jamás el pueblo.

¿Por qué el pueblo no se llama a sí mismo capitán?

¿Por qué los mandatarios caminan sobre alfombras rojas y los mandantes, los que mandan, caminamos sobre aceras rotas?

¿Por qué los vietnamitas exportan millones en pescado de río con técnicas que les enseñamos nosotros, que no logramos exportar ni una escama?

¿Por qué, si los ciudadanos cubanos tienen derecho a la salud pública gratuita, se les cobra un seguro médico a los cubanoamericanos que entran a Cuba con pasaporte nacional?

¿Por qué miles blandieron machetes para dejar de ser españoles y ahora miles blanden árboles genealógicos para ser españoles otra vez?

¿Por qué todos los racistas comienzan sus frases de odio diciendo “yo no soy racista pero…”?

¿Por qué los gobernantes pueden decir que el pueblo no está preparado para los cambios y nosotros no podemos decir que ellos no están preparados como el pueblo?

¿Por qué se pueden vender millones de libros cada año en la Feria del Libro de la Habana y de Cuba, y no se puede imprimir un periódico nacional con muchas páginas y secciones?

¿Por qué seguimos diciendo que es café lo que tomamos si el propio producto informa que tiene 50 por ciento de chícharo? ¿Si 50 por ciento es la mitad por qué no decimos que lo que tomamos es chícharo con 50 por ciento de café?

¿Por qué los asientos de las guaguas no los ponen en las paradas si estamos más tiempo en ellas que en los ómnibus?

¿Por qué los cubanos y cubanas no podemos navegar por las aguas de la Isla, ni hacia los cayos, ni por el litoral, ni hacia la barrera coralina si la Constitución declara que usaremos los transportes marítimos sin separación?

¿Por qué me tengo que enterar que va a cambiar el Estado porque están restaurando el Capitolio?

¿Por qué es lícito botar cabezas de animales en las esquinas de nuestros barrios y asistir a la religiosidad íntima de algunos en lugares que son públicos y no privados?

¿Por qué los hombres en Cuba han vuelto a la costumbre ancestral de orinar donde nazca el antojo, sea en un portal o frente a la puerta de la desconcertada señora de la casa?

¿Por qué los deportistas cubanos son los únicos del planeta que se señalan con el puño las partes íntimas de su cuerpo en el momento de la victoria?

¿Por qué algunos se han indignado y nosotros no nos hemos puesto ni “bravitos”?

¿Por qué se nos ha olvidado que la finura del alma es tan cubana como la valentía o la sandunga?

¿Por qué nada puede eclipsar mi terca necesidad de estar aquí?

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